domingo, 30 de septiembre de 2018


Tratando de entender el bloqueo del escritor

Hace poco vi la película ‘Papa Hemingway in Cuba’ (2015), que la verdad pasó sin pena ni gloria para los cinéfilos. Aunque esta no es una reseña a la película, quiero decir que fue un desperdicio de historia en manos de tan malos actores.

Pero lo que sí captó mi atención es que en la cinta podemos ver a un Ernest Hemingway en un caótico estado en 1959, justo antes de la Revolución cubana cuando vivía en la isla caribeña. Allí se expone que parte de su drama era que estaba padeciendo el temido y horroroso bloqueo de escritor. Vemos los líos con la esposa, su depresión y sus problemas con la botella.

Se dice que al menos una vez en la vida, aunque pueden ser muchas, los escritores simplemente no pueden escribir. Esto es más dramático cuando se trata de alguien que tiene una larga y exitosa trayectoria porque se suele esperar mucho de él o ella. Sus lectores siguen atentos a lo que va a escribir después y pasan meses y años en un incómodo silencio.

Porque no se trata de no tener ‘ganas’ de sentarse a escribir solamente, hay algo más profundo que nos impide tener ideas nuevas y desarrollarlas. Sicoanalistas han estudiado esta condición desde 1947, puede ser provocada por circunstancias estresantes en la vida del escritor que lo alejan de su creatividad temporalmente hasta que se resuelven, pero puede haber otras razones.  Se cree que bajo estrés nuestro cerebro pasa el control de la corteza o córtex cerebral al sistema límbico y limita el proceso creativo de una persona.

Consejos para sobrepasar este estado son muchos, incluyen la meditación, escribir diarios, el trabajo en equipo, el ejercicio físico y la sicoterapia. Como se ha dicho antes, cada persona es diferente y debe enfrentar su bloqueo de manera individual.

Una idea que suele pasar por la mente cuando se tiene este bloqueo es que ya no hay nada más que decir por medio de la literatura, que la flauta dejó de sonar y que es el fin. No se puede negar que a veces así termina una carrera literaria, pero también es cierto para muchos es muy probable que un día de estos las ideas vuelvan de a montón.

A quienes no les ha pasado y están en una buena racha de creatividad, no debe angustiarles este tema por el momento. Aunque quizá saber que podrá afectarles alguna vez les ayude a valorar esas horas escribiendo de un tirón. Deben hacerse muchos apuntes, no desperdiciar ni una idea, no se sabe cuándo nos pueden servir para traernos de vuelta.

¿Por qué unas historias nos “enganchan” más que otras?

Estoy en plena maratón de películas por la temporada de premios de cine, cada año nos sorprenden con todo tipo de historias, algunas más atractivas que otras. Al igual que en las novelas, hay unas que nos atrapan desde los primeros minutos y hay otras que toman más tiempo en ganarnos.

La narración es algo muy humano, como dice la frase atribuida a Eduardo Galeano, estamos hechos de historias. Está comprobado que la forma más efectiva de llevar un mensaje es por medio de un relato. No nos atraen los datos duros, fríos, nos apasionan saber que algo le pasó a alguien con quien nos podemos identificar en alguna medida.

Todos somos contadores de historias, pero sobre todo somos receptores.  Vamos en el Transmetro, o estamos en la cola del banco, y sin querer terminamos oyendo la historia de otras personas. Si nos bajamos antes, o nos llega el turno en la ventanilla, podemos hasta sentirnos frustrados por no saber el final. Incluso, nuestra mente puede aventurarse a imaginar un final para calmarnos.

 Por esta razón el futuro de los cineastas y novelistas, también cuentistas y todo tipo de narrador, es prometedor sin importar el desarrollo de la tecnología. 

Sin embargo, el creador debe procurar ser original y expresar algo único, algo íntimo e importante para él o ella. Se debe evitar repetir “fórmulas” que han sido exitosas o tocar temas que estén de moda o que sean escandalosos para asegurarse llamar la atención. Las historias que nos cautivan son las que presentan ingredientes extra que nos sorprenden y nos atrapan. La honestidad también se percibe y actúa a nuestro favor.

Existen numerosos libros e instructivos sobre cómo escribir una historia. Pueden ser útiles para tener una idea de cómo lo hacen otros, pero no deben tomarse como recetas que se deben cumplir al pie de la letra. Opino que hay que consultarlos si se necesita pero sólo cuando ya se tiene adelantado el manuscrito.

En lo personal, algunas veces la historia tiene como quien dice “vida propia” y sale de una vez hecha, quizá solo necesitando algunos toques. Pero en otras ocasiones, pareciera que aún no ha tomado forma. En esas ocasiones he encontrado ayuda en ciertos esquemas la solución para poner orden al caos.

La forma y el contenido no se oponen, se complementan


Dice el dicho que “nadie nace sabiendo” y eso se aplica a todos los campos de la vida. Con la escritura pasa lo mismo, es una habilidad que en teoría todos aprendemos en la escuela, pero he notado que a algunos se les da más que a otros eso de expresarse por escrito.

Escribir es importante en muchos campos laborales, todos deberíamos tener esa habilidad sin importar nuestra profesión. Como periodista y editora, me topo con gente que se dedica a comunicar y no sabe escribir bien. Yo me pregunto si no estarán en la carrera equivocada, porque eso es básico en este trabajo. Se supone que la etapa de aprender a redactar con propiedad ya la han pasado, pero algunos escriben como estudiantes de básicos.

Y eso que se trata de una escritura sencilla, no creativa ni literaria.

Creo que algunos creen que es “sólo” la forma, que no tiene importancia, que para esos están los correctores y editores, que su trabajo es otro. Yo opino lo contrario. Es vital saber expresar con claridad las ideas para llevar el mensaje preciso y de manera efectiva. Si no, de nada sirve el reporteo y la investigación. 

¿De dónde viene nuestra falta de habilidades para escribir? Es clásico que a la mayoría niños no les gusta la clase de “idioma español” en la escuela, la ven como aburrida, y luego las de redacción y literatura las ven como anticuadas y sin propósito. Allí empieza el problema de no saber escribir bien. Hacen falta buenos maestros que adapten estos contenidos educativos para los niños y adolescentes de hoy, tan inquietos y tecnológicos.

Porque la realidad que vemos es complicada. Abundan personas que se comunican pobremente, que apenas leen tuits y post de Facebook, también mal escritos. Y más allá de eso no quieren leer más, por lo que no mejoran ni su vocabulario ni tienen apreciación artística.

Antes de pensar siquiera en ser escritores, debe estarse seguro que se tiene como mínimo la capacidad de expresarse por escrito coherentemente. La mayoría de literatos no tienen ni correctores ni editores cuando empiezan, por lo que los borradores que hacen deben estar bien terminados y pulidos.

No querrán pasar la vergüenza de presentar a un concurso ó a una editorial un texto que ni siquiera se entienda. Clases básicas de redacción (y de paso de ortografía) son una buena idea para empezar el camino literario.

Pero dominar la gramática no garantiza nada. Es apenas abrir la puerta al mundo de las letras. Luego viene mucho trabajo creativo que, otra vez, no a todos se les facilita.


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