La
literatura no sólo está en los libros
Fue todo un shock que Bob Dylan ganara el
Premio Nobel de Literatura, muchos creen que ese galardón está reservado para quienes
publican libros. ¿Un músico ganando un premio literario?
Esto me da pie para hablar de los géneros.
Desde que Aristóteles los redujo a tres (épica, lírica y dramática) se han ido
desdibujando y hasta mezclando y junto a esta expresión artística han ido
evolucionando. La clasificación no puede ser tan rigurosa hoy pero sigue
partiendo de esa que estableció el griego. Es más que todo útil para quien
estudia la literatura, no para quien la escribe.
En una parte de su devenir, la lírica tuvo
una vertiente que desembocó en la música popular gracias al juglar y al
trovador medievales. Este último componía poemas para ser musicalizados e
interpretados por el juglar. Si hacía los dos trabajos era lo que hoy se conoce
como cantautor.
La poesía juglar tenía la característica de
estar en contacto no solo con nobles sino también, o quizá más, con el público
de a pie. Era una tradición oral que mantenía vivas historias y personajes que
a las personas les interesaba conocer, les llevaba mensajes de su interés.
Esto prosiguió con el teatro de calle y con
la canción popular. En la segunda parte del siglo XX, en medio de importantes
cambios sociales y culturales, hubo un movimiento que reunió manifestaciones
como la música folk y de protesta con la poesía. Uno de sus epicentros fue Estados
Unidos en donde músicos como Bob Dylan coincidieron con poetas beatniks. De
allí, este incansable cantautor no ha dejado de componer y de presentarse en
una larga carrera, fundando escuela pues ha influenciado a generaciones de
músicos y poetas.
Todos los géneros o manifestaciones
literarios son importantes. Como dijo la Academia Sueca, se reconoce así una
tradición musical folk riquísima, teniendo en Dylan quizá al cantautor con
mejor lírica, el trovador juglar evolucionado. La literatura también puede ser
escuchada y aunque parezca más humilde está muy cerca de las personas.
El papel del escritor ante la sociedad
En principio, el
trabajo del escritor es crear sus obras de manera profesional. Por medio de
ellas puede no solamente desarrollar su visión estética, sino también echar luz
sobre temas que para él son importantes, entre ellos están los sociales.
En épocas
anteriores ser escritor era sinónimo de ser intelectual. Ocupaba un lugar
especial en el imaginario de la sociedad, se consideraba que además de desarrollar
su obra podía, e incluso debía, disertar sobre todo tipo de temas. Un escritor
podía llegar a ser una especie de rockstar,
multitudes acudían a sus charlas donde se hablaba no solamente de literatura. Era
una época en la que la persona común no tenían canales para dar a conocer sus
propias posturas.
Pero el mundo ha
cambiado. Por un lado, lo que más se vende y lo que más conoce la gente no es
literatura sino otro tipo de best sellers.
Y por otro, es un mundo donde importa más la celebridad de una persona que su
calidad intelectual. No es raro que los escritores más laureados e importantes
sean desconocidos para la mayoría.
Además, hoy casi
todos externamos nuestras opiniones usando las múltiples plataformas que
existen, cientos y hasta miles de personas pueden conocerlas y así se inician
debates y polémicas. En este intercambio el escritor ¿es un interlocutor más?
¿o tiene algún papel diferente?
Porque le toca
asumir un nuevo papel en esta realidad virtual de tuits y mensajería
instantánea, no cabe duda que este mundo sigue necesitando de la literatura,
del arte en general, para no perder lo que nos hace humanos.
Opino que hay
que redefinir su papel de acuerdo con los tiempos que corren, donde el feedback de los lectores es inmediato, las
tendencias van y vienen rápidamente y donde todos somos de alguna forma
analistas y activistas virtuales. El primer compromiso, indiscutiblemente, es
con la calidad de su obra. Debe decir allí con honestidad todo lo que necesita
expresar. De esto ningún escritor debe desentenderse.
Luego muchos
expertos opinan que los siguientes niveles de compromiso pueden ser opcionales
y deben ir acorde a la sociedad actual. Estos serían ofrecer también un “ejercicio
de expansión intelectual” y el de ejercer la denuncia social, apoyando lo que
consideren causas justas propiciando el diálogo, no la imposición de ideas.
Cada escritor
decide cuáles son los compromisos que le interesa asumir.
Dramaturgos nacionales y las puestas en escena
Por supuesto, aquí hablamos de teatro como género
literario. Quizá es el más complejo a la hora de escribir pues se crea para ser
representado. Se requiere a un conocedor del mundo de las tablas para entender
su dinámica, hábil para comunicar su historia por medio no solo de diálogos
efectivos, sino a través de movimientos y hasta silencios.
En cualquier lugar del mundo requiere de
una gran vocación y dedicación, pero en nuestro país podría parecer
descabellado querer hacer una carrera en la dramaturgia.
Quizá por eso hay poca gente escribiendo
teatro. Conozco a muchos narradores y poetas, pero solo a un dramaturgo:
Estuardo Galdámez. Si en general hay
pocos incentivos para hacer literatura, para escribir drama hay todavía menos.
“Por ejemplo, ya no hay premios de dramaturgia, han desaparecido”, me comenta
Tato (Estuardo) quien, por cierto, recibió algunos de ellos.
En contraste, hay numerosos actores y
grupos teatrales de todo tipo que se presentan en diversos escenarios, también
público que acude a verlos. “A donde más acuden es al ‘café teatro’, al resto
de representaciones llegan menos”, aclara el experto.
El movimiento escénico dedicado a obras
literarias es pequeño y persiste gracias, de forma literal, al amor al arte.
“Cuando se logra pagar la inversión pues ya nos sentimos contentos, pero a
veces ni eso”, dice Galdámez. En las filas de estos grupos suelen haber surgir
talentosos dramaturgos.
Siempre me ha surgido la duda del por qué
muchos grupos eligen poner obras de teatro basadas en textos extranjeros,
incluso de películas. Algo que me cuenta Tato, de lo cual no tenía ni la menor
idea, es que muchos directores y productores prefieren montar obras de afuera o
de autores ya fallecidos para no pagar los derechos de autor a un dramaturgo
nacional, vivo y activo.
En el quehacer teatral tanto el escritor
como el director tienen papeles importantes y diferentes que deberían
complementarse y no provocar conflictos. En definitiva, se necesita profesionalizar a
todo el gremio de las tablas para que cada quien cumpla de forma efectiva su
papel.
“Quienes escriben obras de teatro y quieren
verlas en escena, deben armarse de paciencia. Exponer sus textos vinculándose
con directores y actores, o produciendo y dirigiendo sus propios textos”,
considera.
La oferta teatral debe diversificarse y
darles oportunidad a autores nacionales, seguramente el público responderá
positivamente.
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