miércoles, 23 de marzo de 2011

Second wives club


El cliché, impulsado por el cine y la televisión (recuerden a Sara Jessica Parker en la película The first wives club o El club de las divorciadas de 1996), es así: la segunda esposa es una mujer joven, ambiciosa, tonta y superficial que disfruta los mimos de un hombre maduro, todo lo que la primera esposa no disfrutó. Los estereotipos casi nunca son acertados por lo que creerlos es injusto.

Es curioso, aunque una no crea en el matrimonio, en cuanto tiene un hijo y vive con alguien se convierte en “señora”, los demás se refieren a uno como “la esposa de”. Eso a mí hizo sentir incómoda en un principio. Yo no quise pasar por el altar ni por el juzgado porque no creo en todo eso, pero a los demás les pela. De espíritu libre y algo perdido, de pronto era la señora de alguien, o peor, la segunda señora de alguien.

Esa película que menciono al inicio me gustó cuando la vi la primera vez. Es difícil no sentir simpatía por esas mujeres a las que les robaron su juventud y luego fueron abandonadas. Con los años, y con la vida, me di cuenta que el asunto tiene muchos más matices. La cosa no es blanco o negro, ni buenas ni malas.

Entiendo la posición de los que no quieren a las segundas esposas, sus convicciones los hacen creer que el matrimonio, un contrato ante Dios y las leyes, es para siempre. Que no lo puede deshacer más que la muerte (o el Papa en casos especiales). Cuando termina buscan culpar a alguien por el sufrimiento que dicha separación provoca, y casi siempre hay una mujer, una intrusa, a quien culpar.

En mi familia pasó. Mi mamá perdió su paz cuando la “otra” apareció, yo también sufría maldiciendo el momento en que “ésa” se metió en nuestra felicidad. Como buena hija, quería ver a mis padres felices y juntos, pero no hubo manera de lograrlo. Ahora entiendo que ése era un asunto que no me incumbía, que era injusto que me involucraran para tomar partido.

Pero la vida da tantas vueltas. Yo no he querido hacerle a daño a nadie, pero como la mayoría de personas, lo he hecho de todas maneras. Quisiera poder borrarlo todo pero es imposible, solo trato de mejorar la situación lo mejor que puedo.

Debo reconocer que el estereotipo de ser la segunda me persigue, aunque ya no me atormenta como antes. De vez cuando me encuentro con alguna colega y compartimos experiencias, nos damos cuenta lo injustos que son con nosotras la mayoría de veces.

No he conocido a ninguna que sea una modelo tonta y superficial, que sea una mujer trofeo. La mayoría son personas comunes y corrientes, casi siempre trabajadoras y bien centradas pues deben lidiar con hijastros, hipotecas, vacaciones y feriados compartidos y, si ellas también son divorciadas, con hijos celosos y ex esposos con crisis de la edad.

Eso de que nosotras cosechamos lo que otra sembró casi nunca es cierto. Por el contrario, uno se une a un hombre que tienen compromisos previos que debe seguir cumpliendo.

Lo único que es cierto, cosa que me alegra mucho, es lo de los mimos. Nunca en mi vida me había sentido tan consentida y amada.

(escrito en el alucín de la gripe y los medicamentos)