miércoles, 27 de julio de 2011

Tu y yo en el espejo


Eras todo lo que yo soñaba, tenías todo lo que yo quería. Yo me arrastraba por el fango mientras tú flotabas entre plumas y mimos.
Con el tiempo las cosas dieron un giro, oh sí, como en un extraño show de títeres de pronto tus hilos se entrecruzaron con los míos, ¡qué agilidad de manos, que experto titiritero! En la confusión, las cosas cambiaron de su lugar, se cambiaron los papeles, como en una cursi película de Disney. Aunque no lo parezca, aunque todo me acuse, yo no quise robarte nada, simplemente pasó. A pesar de las miradas inquisidoras, a pesar de tu dolor, no era lo que yo quería.
Me di cuenta así que lo que tenías no era tan bueno, y que lo yo vivía no era tan malo. Yo me despedí sin ganas de la locura, del desenfreno, de la libertad. Mientras yo me acostumbraba a las plumas y a los mimos, nuevamente la puesta en escena de este libreto dio una sorpresa: empezaste a caminar por mis antiguos caminos. Sí, tú, la que no salía de casa nunca, empezaste a transitar por los laberintos de la perdición, mientras yo me reformaba.
Para ambas fue difícil, para mí dejar el tenis y subirme al tacón, para ti enfrentar la rudeza de bares de mala muerte. Pero se hizo la magia, se hizo el prodigio. Volviste a nacer de mis cenizas, empezaste a vivir una vida que no sospechaste que existía, tuviste una nueva oportunidad. De tu antes enjoyada garganta, salieron gritos desnudos y puros que embellecieron antros de mierda.
En mi cuerpo que se resistía a madurar, en una tierra tan seca, de pronto hubo un poco de humedad y la semilla pudo entrar. Luego de estar tan muerta, me volví vida y di la vida. Gracias a un bello y pequeño fruto, al fin pude echar raíces en este mundo envenenado. Del ser el centro del universo me volví un humilde testigo del nacimiento de la pureza.
Las dos ya adaptadas, ya intercambiadas, ya diferentes, nos hemos visto más de cerca. No sé que piensas tú, pero te veo mucho mejor que antes. ¿Yo? Quiero creer que me veo envejecida pero más sabia.
Un día viernes al atardecer, pasé frente a tu casa, y allí estabas tú, despreocupada y tranquila, bebiendo junto a los que antes eran mis amigos. ¿Acaso era mi imaginación? Fue una sorpresa, no lo niego, pero sonreí y suspiré, retrocedí y volví al confort de mi tranquila vida.
Creo que el titiritero quería hacernos reaccionar sacudiendo los hilos, supongo que eso es la vida. Gracias a esto pude sumergirme en la vida sin aspavientos, sin melindres, desnuda y sensible.