viernes, 18 de abril de 2014

El monstruo azul

Es cierto, a veces me vuelvo otra persona. Sale mi amado y odiado monstruo, ése que no piensa antes de hacer y ríe enloquecido mientras desbarata todo.

Es un poco como el pájaro azul del que nos habla Rubén Darío. A veces toma el control y dice y hace cosas que piensa son necesarias.
La otra, la que escribe esto, es la que tiene que limpiar el desastre, hacer el control de daños. Disculparse si hay que hacerlo, aguantar los insultos y los escupitajos.

Generalmente lo tengo bajo control, para poder vivir en sociedad, para ser aceptada. He tratado de domarlo, le tengo cariño. Me sirve para crear y para tener valor, para no ser como los demás, por eso lo arrullo y le cuento cuentos. Lo peino y lo hago reír.
Le gusta salir de parranda, oh sí, y lo hace todo en exceso. Por allí se la ha visto en desenfrenadas noches, con los ojos tristes pero la sonrisa grande, y vaya que le gusta bailar.

Pero cuando algo lo provoca, ¡sálvese el que pueda! No entiende razones ni tiene consideración de nadie. Solo reacciona y aplasta.
No entiende por qué tiene que soportar que otra persona quiera adueñarse de su mayor tesoro. Que imágenes de su amor besando otros labios tengan que ser exhibidas, que alguien por pura mezquindad le vede el paso a una vida plena.

Me siento como el dueño del pájaro de azul. ¿Acaso la solución es la que él plantea Darío en su cuento? ¿Un balazo que acabe con él, pero también conmigo?
Oh Darío, ilumina mi pluma y ayúdame con este dilema. Poetas malditos, los invoco...