Es cierto,
a veces me vuelvo otra persona. Sale mi amado y odiado monstruo, ése que no
piensa antes de hacer y ríe enloquecido mientras desbarata todo.
Es un poco
como el pájaro azul del que nos habla Rubén Darío. A veces toma el control y
dice y hace cosas que piensa son necesarias.
La otra, la
que escribe esto, es la que tiene que limpiar el desastre, hacer el control de
daños. Disculparse si hay que hacerlo, aguantar los insultos y los escupitajos.
Generalmente
lo tengo bajo control, para poder vivir en sociedad, para ser aceptada. He
tratado de domarlo, le tengo cariño. Me sirve para crear y para tener valor,
para no ser como los demás, por eso lo arrullo y le cuento cuentos. Lo peino y
lo hago reír.
Le gusta
salir de parranda, oh sí, y lo hace todo en exceso. Por allí se la ha visto en
desenfrenadas noches, con los ojos tristes pero la sonrisa grande, y vaya que
le gusta bailar.
Pero cuando
algo lo provoca, ¡sálvese el que pueda! No entiende razones ni tiene
consideración de nadie. Solo reacciona y aplasta.
No entiende
por qué tiene que soportar que otra persona quiera adueñarse de su mayor
tesoro. Que imágenes de su amor besando otros labios tengan que ser exhibidas, que alguien por pura mezquindad le vede el paso a una vida plena.
Me siento
como el dueño del pájaro de azul. ¿Acaso la solución es la que él plantea Darío
en su cuento? ¿Un balazo que acabe con él, pero también conmigo?
Oh Darío,
ilumina mi pluma y ayúdame con este dilema. Poetas malditos, los invoco...
3 comentarios:
Por aquí uno bendito.
Saludos ;-)
Gracias! te agradezco la visita...
La cosa fue mejorando...
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