lunes, 22 de octubre de 2012

Me odias


Conozco ese sentimiento, nadie nos ha enseñado que se llama odio, solo sabemos que es como un latigazo que te golpea de pronto las entrañas, esa marea de ardor que sube por tu garganta y te hace querer gritar, o gruñir, o al menos gemir un insulto.

Me odias, lo has hecho desde el mismo momento que supiste que yo existía, sin ni siquiera conocer mi rostro, sin saber nada acerca de mí. No lo necesitaste. Empezaste, supongo, a crearme en tu mente para tener una imagen contra la cual escupir tu dolor.

Yo era, soy, la materialización de todos tus temores. Pensé que vendrías a destruirme para acabar con tu pesadilla, pero no. Te quedaste como paralizada, doblada por ese golpe que sacó todo el aire de tus pulmones y te hizo morder el polvo.

Me odias porque pensaste que yo te había dado ese gancho al hígado, pero no fui yo, fueron las circunstancias que se fueron trenzando a tu alrededor sin que te dieras cuenta, hundida en ese sopor en el que vivías. Yo he odiado por la misma razón, también he volcado mi ira sobre alguien que he creído ladrona, cuando en realidad era emisaria de la nueva etapa que debía iniciar, la señal de que había que cambiar de escenario. Quizá todo esto te ayudó a despertar, quizá en realidad quedaste libre para ser feliz. Quizá.

Al principio no quisiste conocer a mi verdadero yo, te quedaste con esa imagen que parió tu mente, ésa que era la mezcla de todas tus sospechas. Hiciste de mí una Frankenstein hecha con los retazos de todas tus inseguridades, tus dudas, tus debilidades. Ahora que me ves cara a cara, que hablamos con cortesía y disimulo, espero que se me vaya cayendo todas esas deformidades y tornillos que me pusiste. No tengo superpoderes, ni escupo sapos y culebras, ni hago maldiciones, mucho menos soy una sirena hechicera. Solo soy yo, una mujer promedio, una mujer luchadora, una mujer enamorada.

Yo no te odio, te temo. Ya pasaron 8 años, supongo que seguiremos en este estira y encoge por muchos más. ¿Por qué no seguimos adelante? La vida es corta como para estar gastándola en odiar y temer.