miércoles, 27 de agosto de 2008

Gossip girl


Es bueno enterarse de cómo están los otros, lo malo es que muchas veces lo hacemos por medio de chismes. ¿Por qué fascinarán las noticias que se cuentan en voz baja y con mirada traviesa? Quizá porque es la versión extra oficial, la que se puede aderezar y estirar o darle la forma deseada.
No podemos ir a preguntarle directamente al afectado ¿de veras te sacaron de tu casa? ¿estás engañando a tu novia? ¿te van a enjuiciar por tus deudas? ¿estás enamorada de alguien que no te pasa balón? ¿tuviste una sobre dosis y tus cuates te dejaron en la puerta del hospital?
Muchas de esas personas ya no pertenecen, o nunca han pertenecido, a nuestro círculo. Entonces es curioso (y hasta algo enfermizo) que detalles muy personales de sus vidas lleguen a uno.
Me apena saber que la relación de una pareja que conoces termine. Si a mí me pasara, no me gustaría que en los cafés del centro (y de muchas otras zonas) se ande contando detalles que, lo más seguro, nos son ciertos.
La gente corta todo el tiempo, es triste, pero así es la dinámica del amor, y no hay nada que se pueda hacer.
Pero lo que sí me emputó recientemente, es descubrir que una mujer buena onda, honesta y bien dedicada a su pareja, es vilmente engañada, recientemente con otra buena mujer. El chisme incluye la frase “así son los músicos”, pero no siempre es cierto (espero...) El hombre (nada joven por cierto) en cuestión no es muy atractivo que digamos, y anda persiguiendo a cuando escoba con falda encuentra, me consta, lo he visto en acción.
Si media ciudad lo sabe, ¿por qué estas dos féminas no se dan cuenta? Es que ¿acaso el amor las ciega? Si es así, ¿todas las mujeres enamoradas miramos solamente lo que queremos ver?
Me pongo a pensar: si yo fuera la engañada ¿me gustaría saberlo? Luego de mucho meditarlo, llegué a la conclusión que sí. Claro, me gustaría que me lo dijera una persona que realmente le importara mi bienestar, y no una chismosa.

Ps. He bajado mi cuota de chismes por dos razones: ya no frecuento a mucha gente ni muchos lugares que digamos, y para enterarme de cómo andan los demás leo sus blogs. Es una forma de voyeurismo que últimamente he practicado, pues los observados no saben que los leo todos los días. Los espío, lo siento. Por lo menos es mejor que chismear…

jueves, 21 de agosto de 2008

Los cuadrados ¿son más?


No termino de sorprenderme de lo conservadores que son quienes me rodean, y lo diferente que soy a ellos.
Muchos son excelentes personas, tienen talentos, virtudes y habilidades, puedo conversar alegremente con ellos. Pero, debo confesar, la armonía se logra porque soy complaciente.
Me explico. Si ellos o ellas empiezan a exaltar la iglesia, los valores morales tradicionales, la supremacía del hombre (solapadamente claro), que si es pecado tal o cual cosa, yo asiento sonriente y pestañeo en señal de “como tú digas”. En cambio, si digo lo que pienso (de dios, de las drogas, del aborto, del suicidio) me dejan hablando sola y no vuelven a hablarme.
Por eso suelo no compartir mis ideas.
Las ateas izquierdosas feministas con tendencias suicidas y proclives a la expansión de la mente por métodos alternativos también tenemos derechos. Así como respeto a la mayoría de personas (menos a los chafarotes y los diputados), espero que también me respeten a mí.
Y cuando digo que las decisiones de la mujer deben respetarse en todo sentido, también hablo de ti, Leslie. No quiero que cambies de opinión, tú sabrás lo que más te conviene. Lo que no quiero es que se condene a los que pensamos diferente.
Respeto la vida totalmente, pero la respetaría más en una sociedad menos mojigata y sin doble moral.

martes, 19 de agosto de 2008

Feliz Cumpleaños, Madge


Muchos creen que me averguenzo de mi admiración por Madonna. No es así.
Me parece una mujer admirable, fuerte, independiente, que ha sabido manejar su vida y su carrera a su antojo. Mientras otras son títeres de las disqueras y de los medios, ella es una verdadera diva. No de balde se ha mantenido vigente desde principios de los 80s.
Además, y es lo más importante de mi devoción, es que todas sus canciones son el soundtrack de mi vida. Desde la primera, Everybody, hasta la que está sonando con fuerza hoy, Give it to me.
Junto a ella, pasé una y otra transformación. Luego de brincar en un Hollyday siendo una puberta, fui Como una virgen y un poquito Chica material, para luego decirle a mi Papá que no me sermoneara. Mis pelos fueron de melena despeinada a cabello corto y mojado.
No paré de bailar con sus remixes, contenidos en ese disco rojo donde me miraba seria y me decía You can dance. Ya para cuando preguntaban Quien es esa chica, yo andaba con las cejas bien negras y delineadas con los primeros noviecitos.
Era momento de un cambio, así que con el fin de los 80s, el pelo se volvió más oscuro y la música más Como una oración.
Los 90s trajeron la sofisticación, los escotes profundos y canciones sensuales (cantaba frente al espejo Sooner or later y Something to remeber ensayando poses de mujer fatal). Momentos más libertinos tuvieron como fondo a Erotica, que también me acompañó a las discos y al descubrimiento del mundo gay y clandestino (adoro la rola Bad girl, excelente video).
Un largo período de febril actividad laboral y estudiantil se hizo acompañar por sus Historias para la hora de dormir y la recopilación de canciones romanticonas (inolvidable canción la de Take a bow), rematando con la época de Evita, llena de desencantos y lecciones aprendidas.
El nuevo milenio se acercaba y luego de convertirse en madre, Madonna nos regaló un Rayo de luz.
Este es el parteaguas. El desenfreno paró y vino una etapa luminosa, energética, sana, que le hizo ganar energías, mientras yo me preparaba para vivir sola. A partir de aquí ya nadie dudó que fuera la reina del pop, tomando así el trono del que no se ha bajado todavía. Con su Music puso de moda la ropa vaquera otra vez, así como estar saludable y el yoga.
El incomprendido disco American life me agarró por sorpresa en la época más oscura de mi vida. Es un disco menos festivo y más reflexivo que me trajo de vuelta a sus pies y me jaló las orejas. Con cicatrices y corazones rotos en los bolsillos, así como la sensación del que ha tocado fondo, la vida se hizo en mí, en mi vientre.
Hung up se volvió el disco de la celebración, la fiesta del renacimiento. Madonna, por primera vez revisitándose a sí misma, nos regaló canciones con gustillo a tiempos pasados. Como cuando las amigas se juntan para ir a la disco y a recordar.
Ahora estoy empezando a saborear mi Hard Candy. Chupada a chupada, los dulces no deben morderse, no dejo de sentir como si es una vieja conocida, una amiga, una maestra que no deja de invitarme a ser fuerte, a ser independiente, a ser mujer.
El sábado pasado Madonna cumplió 50 años (me lleva 14 de delantera). Fibruda y energética, gracias al pilates y al yoga, no es una vieja queriendo parecer jovencita. Es una mujer madura que le da riata las nuevas, en todo sentido.
Feliz cumpleaños Madge (apodo con el que la bautizaron los ingleses, es una abreviatura de Your majesty).

lunes, 18 de agosto de 2008

Valerosa lucha


La iglesia católica a través del sacerdote mexicano Segio G. Román pide a las mujeres tener más “pudor” para evitar violaciones. El religioso recuerda con nostalgia que las mujeres antes usaban faldas lardas y que los hombres les veían las piernas solo cuando llovía. Entonces, hace un llamado para seguir las siguientes normas para evitar ser blanco de agresiones sexuales: no usar ropa provocativa, cuidar miradas y gestos, no permanecer a solas con un hombre aunque sea conocido, no admitir pláticas o chistes picantes, no permitir familiaridades del sexo masculino y pedir ayuda cuando se sospeche de una “mala intención”.
Yo me pregunto, ¿en qué siglo viven estos iluminados sacerdotes? ¿y cómo puede ser posible que haya gente que los escuchen TODAVÍA? Según estos “líderes” somos nosotras con nuestros cuerpos los que hacemos agresivos a los hombres, por eso debemos cubrirlos. Además, ponen a los hombres en el papel de bestias incontrolables que no pueden ver demasiada piel porque se tiran encima de la hembra.
Si bien vestirse depende de los gustos personales, del estilo propio y de la ocasión, una mujer debe poder ponerse hasta la falda más corta y el escote más bajo si así le da la gana. El hombre DEBE respetarla, pues es un ser civilizado capaz de controlar sus pasiones y admirar la belleza de la mujer sin tener que “poseerla”. Además, un violador atacará sin importar cómo está vestida su víctima.
Más que darme risa, este tipo de posturas me hacen enojar. ¿Por qué mejor no hacen comunicados para exigir que los hombres abusadores y violentos sean perseguidos y condenados? ¿Por qué no promueven una mejor educación de los niños y niñas en materia de sexualidad y equidad? ¿Será que no les conviene porque entonces serían personas pensantes que dejarían de ser el rebaño de la iglesia?
Por otro lado, el obispo de Guatemala vuelve a condenar, por enésima vez, el aborto. La semana pasada un grupo de feministas gritaba “de nuestros ovarios saquen sus rosarios” enfrente del Congreso.
De jovencita apoyé el aborto con pasión y todo el mundo me decía que luego iba a cambiar de opinión, cuando fuera madre.
Es un tema difícil, lo sé. Ahora que soy madre, sigo apoyando el aborto, claro, siempre de la mano de una buena educación sexual. Como dicen las valerosas feministas, nadie debe decidir por nosotros cuando se trata de nuestros cuerpos. Mi cuerpo, mi decisión. Pero debemos luchar para que las mujeres tomen esa decisión bien informadas. Que tengan una sexualidad responsable y satisfactoria, y que disminuyan embarazos no deseados.
Autorizar el aborto sin fortalecer la educación sexual sería una locura. Sin embargo, seguir aplazando el debate acerca de los derechos sexuales de las mujeres es vivir en el oscurantismo. Ser madres o interrumpir un embarazo no deseado, es una decisión personal donde nadie, ni la pareja ni mucho menos la iglesia, debe entrometerse.

miércoles, 13 de agosto de 2008

Canela enamorada


Hoy amanecí feliz. Tanto, que tenía que escribirlo en mi blog (perdón Andrea T., esto es del tipo de entrada que tanto te cae mal: Querido diario…)
Soy muy afortunada, siempre lo he sido. Lo que pasa es que a veces no veo claro, por culpa de ciertos traves (que según Stanley se quitan con una buena trancaseada).
Mi vida es maravillosa, aunque me quejo mucho. Mi hijo es lindo y listo (como todos los hijos de todos), mi trabajo es soportable y bien remunerado, y mi pareja… ¡es el mejor hombre del mundo! Para colmo, encontramos la casa de nuestros sueños (en la zona 2, con garita y cerca de todo).
Tanta dicha, debo confesar, da miedo. Ya saben, me crié como cristiana, y la culpa no me abandona. ¿Será que al fin recibí lo que merecía? ¿O tarde o temprano se terminará la buena racha y volveré estar en la mugre?
Por lo pronto, no puedo dejar de sonreír. ¿No es maravilloso?

lunes, 11 de agosto de 2008

Rigo con boquitas


Era sábado por la noche, frío y lluvia afuera, yo con SPM adentro. Sin embargo, debíamos llevar a un mae costarricense a tomarse unos tragos. Una hueva enorme me invadió, pero entonces recordé lo amables que han sido otras personas al enseñarme sus respectivas ciudades, aún con frío y con lluvia.
Fuimos a recogerlo bien lejos, y sin mucho ánimo salimos a buscar acción. El mae no conocía nada, realmente estaba emocionado. “¡Qué linda ciudad!” nos decía, y nosotros claro, sí, aja. “¡Se parece la Habana!” Voltee a ver, estaba viendo emocionado a través de la ventana.
Lo imité, y empecé a ver mi ciudad con más detalle. La verdad es que no es fea, sobre todo de noche, sin gente ni tráfico. Si tan solo no me diera tanto miedo andar afuera. Realmente envidio a los que no viven aquí y salen a turistear sin miedo, sin malos recuerdos de asaltos ni abusos. Me he vuelto un poco malinchista (después de ser muy patriótica), pero luego de comprobar día tras día que la vida aquí no vale nada y que la impunidad reina, admiro la valentía de quienes vienen a conocer Guatemala (si no vean a los viejitos gringos que fueron asaltados por unos “piratas” el fin de semana pasado, mientras descansaban en su bote en Río Dulce, era una pareja y al hombre lo mataron a machetazos por unos dólares).
Volviendo al mae, él quería ir a todos lados, puro niño emocionado. Mi deber, claro, era recomendarle prudencia y quitar la cara de turista. Quedó preocupado un ratito, pero luego luego le regresó la emoción.
Como es músico, quería ir a un bar con música en vivo. La mayoría de lugares estaban medio tristones, vacíos. Intentamos ir a Rockolvuj (o como se escriba), pero estaba muy lleno y el sonido muy alto. Terminamos en Tarboosh viendo a Pancho (o lo que queda de él sin pelo) de Viento en Contra cantando sus canciones favoritas.
Nada especial.
Enfrente, en el Café del Paseo, anunciaban a un grupo cubano. Fuimos, y para nuestra sorpresa, el lugar se ha convertido en un salón de baile. El tal grupo cubano tenía como vocalista a aquel que cantaba “El cejudo”, que por cierto cantó para delicia de los asistentes, que se la sabían completita (el cejudo soy, el cejudo soy, con mis cejas voy y así yo soy feliz). “Esto quería yo, algo más popular y folclórico”, nos dijo el joven mae, que resultó pertenecer a esa nueva generación que adoran la cumbia de barrio.
El lugar estaba lleno de oficinistas escapados, parejas disparejas, hombres y mujeres en-busca-de, esposos que añoran los 80s y se saben todas las canciones de la salsa erótica.
Antojada, como siempre, me fui a comprar un mi sushi y en el camino pasé enfrente de La Barra. Regresé con mis acompañantes con la novedad de que en ese lugar sí que había una fiesta popular.
Allá fuimos pues. Las mujeres gorditas bailando solas, los hombres cantineando a las bonitas, parejas en los rincones brindando abrazaditos con cerveza mixta, ahhhh, la felicidad fácil del proletariado. El cantante, vestido con guayabera, mandando saludos a los festejados, que pedían sus canciones y luego las cantaban como si de eso dependiera su vida.
Recordé cuando trabaja en la USAC e íbamos a La Barra de la avenida petapa el día de pago. Era un cónclave de los trabajadores de las maquilas de los alrededores, que se mezclaban con estudiantes y burócratas en perfecta y fugaz armonía.
Cortázar tiene un cuento magnífico (Las puertas del cielo), donde un abogado se mezcla con las clases populares que van a las milongas con un fin supuestamente antropológico, pero en el fondo se va enamorando de ese ambiente. Desde siempre, soy devota de invadir otras realidades, de todo tipo. Me viene como anillo al dedo en mi trabajo como periodista.
Rigo Tovar revisitado, la cerveza de barril y los frijolitos volteados fascinaron no solamente al mae, sino a nosotros también. Hasta se me olvidó el SPM.

jueves, 7 de agosto de 2008

Todavía


Sé que no se puede cambiar el mundo fácilmente, no soy ingenua. Pero también sé que para cierto tipo de ser humano es imposible aceptar el mundo como está, y que no podrá vivir tranquilo si no hace algo al respecto (algo, cualquier cosa, aunque sea en su cuadra).
Hay causas justas, sin duda. Que haya personas podridas alrededor, es otra larga historia. Lo que sí es cierto, es que gracias a los rebeldes el mundo sigue avanzando.
Por mi parte, ahora me conformo con no ser indiferente. Ya no salgo a apoyar y a gritar a las calles, encapuchada o no, es cierto. Pero, como periodista, artista y humanista, no puedo cerrar los ojos, no puedo simplemente decir “así son las cosas, no se puede hacer nada, yo estoy medio bien y eso es suficiente”. Si negarme a hacerlo es ser trasnochada, pues lo soy y ya.
Ser indiferente puede parecer cool y muchas buenas personas se disfrazan así para caer bien. Mi esperanza es que haya más personas en el otro extremo, más de los que piensan en otros antes de encerrarse en su mundito, intoxicados en su aburrido yoyismo.

martes, 5 de agosto de 2008

Pasividad histórica



Me ha tocado ver cómo algunos extranjeros se quedan atónitos al darse cuenta cómo los guatemaltecos nos quedamos cruzados de brazos ante la realidad que vivimos.
En mi primer trabajo (como recepcionista en una pequeña empresa), el jefe y dueño era un italiano que hablaba como gritando y con grandes gestos corporales.
Un día llegó entre preocupado y alarmado: había visto a un hombre muriendo (de frío, de goma, de hambre, de olvido) en la banqueta. Los demás, claro, todos guatemaltecos, le explicaron que era un “charita”, que pasaba todo el tiempo, que era normal.
El no entendía, “llamemos a alguien, ayudémoslo, no puede quedarse ahí”, decía con los ojos desorbitados. Ante su insistencia, llamamos a los bomberos, que nunca llegaron al explicarles el caso. El se conformó con llevarle ropa y comida, rascándose la cabeza y tratando de entender al país que había elegido para vivir.
Una década después, la sala de redacción de Siglo Veintiuno estaba inmersa en una acalorada tarde de trabajo. El ruido de los teclados, teléfonos sonando, gente que va de un lado a otro. La realidad desfilando en nuestros monitores, mientras nosotros la capturábamos, la amasábamos y la empaquetábamos. Nada fuera de lo común.
De pronto, se oyeron gritos que venían de la oficina del director de aquellos tiempos, un costarricense robusto y colérico, periodista viejo y sabio. Había reunido a varios en su oficina para comentar el robo de Q250 millones (ó Q350, no me acuerdo) de las arcas del IGSS que acababa de ocurrir. A sus editores parecía no importarles lo que oían, como si fuera algo cotidiano.
Entonces el director montó en cólera y salió a la gran sala de redacción a gritarnos a todos. A decirnos que era nuestro dinero, el que sudábamos cada día, el dinero de los pensionados que podían ser nuestros abuelos y padres, el dinero que debería darle cuidados y vacunas a nuestros hijos. Sus ojos estaban inyectados de cólera, pero también de una incredulidad inmensa. “¿Qué les pasa a los guatemaltecos?” se preguntaba en medio de un montón de chapines que miraban a otro lado, que actuaban como si no fuera con ellos.
Hoy cientos de campesinos pobres caminaron kilómetros para hacer oír su voz, cansados de promesas incumplidas. Obstruyeron las principales arterias de la ciudad, pero los noticieros se limitaron a reportar el caos del tránsito. La gente miraba desde sus casas por dónde podía pasar sin toparse con los “inditos” que vienen a alborotar una ciudad que no es la suya.
Cada quien que iba llegando a la oficina, solo pensaba en lo que les había costado llegar, en el desorden, en el tiempo perdido. Luego de comentarlo con los demás, siguieron un día normal.
La jefa, una mujer madura de Sudamérica, no entendía por qué no se unían más personas a la protesta, y por qué aguantamos todo callados, miedosos, conformes. Por qué solo pensamos en nosotros mismos. Por qué somos como somos.
Razones para estallar nos sobran. Yo no quiero pagar impuestos si los diputados se los roban, si no puedo salir a mis queridas calles sin ser asaltada, si no puedo llevar a mi hijo a un hospital donde lo traten como se lo merece, si las escuelas donde podría llevarlo a estudiar se están cayendo de viejas.
Pero, soy guatemalteca y estoy aquí sentada escribiendo en mi blog mientras los campesinos protestan solos bajo la lluvia.

lunes, 4 de agosto de 2008

La vida secreta del amor


El primer dato sorprendente que escuché sobre el amor (de pareja), fue uno del Discovery Channel hace años. Según un documental, la reacción del cerebro ante este sentimiento es muy parecida a la que se obtiene al consumir cocaína. Trent Reznor tiene razón cuando canta You are the perfect drug entonces.
El problema es que, a diferencia de la cocaína, el amor no solo es permitido sino que es sobrevalorado. Se le exalta como algo indispensable, un must en la vida. No es raro que los demás consideren a una persona “incompleta”, “desdichada”, “salada” y/o “con problemas” si no tiene a su media naranja a la par. No importa cuánto disfrute de la compañía de otros, del sexo, qué tan exitoso sea en los otros ámbitos, siempre se le conocerá como “solitario”.
Luego estuve leyendo, por razones de trabajo, claro, acerca de las dependencias. La dependencia afectiva es un mal de nuestros tiempos y la sufren millones de personas. Almas piadosas que lo soportan todo (y quiero decir TODO) en nombre del amor. Aquello de “pégame pero no me dejes” es una realidad, prefieren una vida de humillaciones, antes de sufrir el síndrome de abstinencia del amor.
Y hace unos días vi otro programa de televisión, esta vez en Nat Geo. Verán, soy adicta (otra que bien baila) a todo lo que tiene que ver con la ciencia forense criminológica. Pues el programa se trataba acerca de los asesinos en serie y sus secuaces. Sorprendentemente, muchos son parejas sentimentales.
Una psiquiatra bien planchada y acreditada, dijo que el enamoramiento es un ataque de locura y de estupidez. Literalmente, dijo que la persona perdidamente enamorada es peligrosa, capaz de cualquier cosa. Además, aclaró que estas teorías en el mundo en que vivimos, que exalta la emoción de estar enamorados, no tienen muchos seguidores que digamos.
Así como unos se ponen a dieta, cambian el color de cabello, su estilo de vestir o de hablar y gastan hasta lo que no tienen para complacer al amado o amada, existen otros que son capaces de matar y descuartizar si el susodicho peor-es-nada se lo pide. No faltan los que roban, estafan, abandonan a inocentes niños, desvían fondos del congreso y mienten bajo juramento como una prueba de amor.
Estos estudios han demostrado que hasta el más inteligente de los mortales, bajo los embrujos del amor, se vuelve un pelele sin voluntad.
Lo bueno, o lo malo, es que es una locura temporal, como el efecto de la cocaína. Más tarde o más temprano, la víctima despierta, en el peor de los casos junto a un ser que al final de cuentas no es tan maravilloso ni valía tanto la pena.
En el mejor de los casos, junto a una persona normal con defectos y virtudes, pero simpática y madura con quien construir una relación de verdad.