jueves, 5 de mayo de 2011

The bucket list


(escrito un día después de mi cumple, hace 3 semanas...)

Ya tengo 39 años. La verdad, cuando cumplí 30 no me dio ninguna crisis, estaba muy ocupada viviendo una vida de soltera, parrandera y despreocupada.

Pero acercarse a los 40 sí que es para ponerse a pensar. Mis amigos mayores (por una década trabajé con un grupo de profesionales unos 20 años mayores que yo) me contaban lo que iba sucediendo cada vez que cumplían años. “Todo se empieza a descomponer”, me aseguraba mi querida C. F.

La vista se deteriora, la comida empieza a caer pesada, las resacas no se aguantan como antes, el desvelo simplemente te mata, las canas invaden el cabello (o en el caso de los hombres empieza a escasear), la celulitis se instala sin intención de irse y adelgazar se vuelve un reto imposible. Eso es en lo físico.

El carácter y los gustos también cambian. Ya no soportas a los ignorantes, ingenuos o incultos, las bromas tontas te hacen rabiar, la paciencia ya no abunda como antes. Ya se lo piensa uno antes de irse a meter a un bar de mala muerte o comer en una carreta de shucos. Pero se disfruta comiendo hongos shitake, carne cruda ó baguette con aceite de oliva y sal.

Por otro lado, según mis mismos amigos, uno ha vivido lo suficiente como para comprender que nunca será una Angelina Jolie o un Brad Pitt. ¿Han visto a esas señoras embutidas en trajes de baño a punto de reventar? Las jovencitas casi se mueren de la pena ajena, pero ellas seguramente tienen otras prioridades.

El sexo ya es un arte dominado, ya no una explosión de hormonas. Hay más seguridad en uno mismo, más disposición para experimentar y más consideración con la pareja. La experiencia adquirida rinde frutos…

En el chance, muchos están ya en puestos medios o altos, ganan más y la mayoría trabaja en lo que le gusta. Eso está muy bien pues se desea estabilidad y fondos para viajar y otras delicias.

Qué bueno que tuve tales maestros en mi vida, porque sino iría ahorita rumbo al despeñadero sin saber a qué atenerme. Ellos me enseñaron tantas cosas en la vida, como tomar buen café, a educar mi oído y a ser más discreta con los accesorios, que me encantaría hacer lo mismo por alguna veinteañera algún día…

Lo bueno es que ahora dicen, oh sí, que los 40 son los nuevos 30. Ya no se les considera unos rucos inútiles y pasados de moda, sino personas maduras y cool (la mujer más bella del mundo de este año tiene 41).

Pero, eso sí, hay cosas que no se ven bien en una persona mayor de 40 años, como los pantalones skinny y escuchar a Justin Bieber. Aunque sé que nunca es tarde para nada, sí hay cosas que me gustaría hacer antes de cumplir 40. Aquí algunas:

1.Casarme (lo sé lo sé, no suena como si fuera yo, pero si alguna vez lo haría sería antes de las 4 décadas)
2.Hacerme un tatuaje (tengo el diseño elegido desde hace años)
3.Aprender a nadar y a manejar bicicleta (esto sí que me da vergüenza)
4.Subir a un volcán (por aquello que después no pueda con la altura por la edad)
5.Plantar un árbol (es que ya escribí algunos libros y tuve un hijo)
6.Perder 25 libras (bueno, lo dejo en 18, pero la idea es aprovechar antes de que el metabolismo se ponga lento)
7.Vencer el pánico escénico y dar un discurso memorable
8.Probar el ácido
9.Have a threesome (en inglés por el pudor)
10.Arreglar la relación con mis papás

Sé que son demasiadas cosas para hacer en 12 meses, pero será divertido ver a cuántas me da tiempo y a cuántas me animo (claro, las tres últimas podrían quedarse en el tintero…)

lunes, 2 de mayo de 2011

El inicio de un adiós


El sábado me ocurrió la cosa más rara. Ojeaba el Facebook y estaba de buen humor, de pronto descubrí un enlace sobre la muerte de Sabato. Mis ojos se clavaron en el "1911-2011” y se me congeló la sonrisa en los labios. De golpe vinieron a mi mente muchas cosas, recuerdos, pensamientos, ideales, lecciones, diálogos, imágenes.

Mi rostro cambió de tal manera que mi pequeño hijo me dijo “mami, ¿qué te pasó?”, sonreí como lo hacemos las mamás cuando no queremos preocupar a nuestros hijos, pero unas lágrimas se asomaban en mis ojos. “No pasa nada mi amor, es solo que estoy triste”, le dije sin mentirle.

Desde que leí por primera vez a Sabato, en 1989, ejerció una seria influencia en mi forma de ver las cosas y especialmente la literatura. No miento cuando digo que quise ser escritora por culpa de él, por decir que la literatura puede no solo cambiar sino mejorar el mundo, por decir que no es un trabajo sino un apostolado, por decir que el escritor es el único que puede despertar al hombre que va durmiendo derechito al patíbulo.

Tratando de entender mi reacción, comprendí que las ideas y palabras de Sabato ocupan un lugar importante, sino el más importante, de mi ideario personal. A la distancia y solo por medio de sus maravillosos escritos, es el maestro que me enseñó las creencias más sagradas para mí.

Me duele su muerte obviamente porque era un ser humano como pocos, un artista modesto, un pensador irremplazable. Pero murió a los 99 años, o sea que tuvo una vida larga y coherente con sus propias ideas. Era comprensible que le tocara abandonar este mundo aunque nos deje tristes a los que en él encontramos una especie de faro.

Pero también me duele su muerte porque siento que una parte de mí, la que quiso hacer tantas cosas y cambiar el mundo, murió también. O se transformó, no sé. ¿Dónde están los ideales y los planes que tenía? ¿Es que se irán al crematorio con Sabato? ¿Es el fin de una era? ¿Es hora de dejar de soñar?

No sé, no sé. Por lo pronto, he decidido hacer una “manda” para Sabato, sí, yo, la más descreída y escéptica, quiero ofrecerle algo al maestro de mi vida.

Voy a leer toda su obra, desde la primera línea que escribió hasta la última (me faltan algunos libros pero los buscaré) para reencontrar esas ideas que maravillaron mi existencia.

Además, trataré de alejarme del mundo vano y estúpido que tanto criticó, (adiós al Facebook), e iniciaré una nueva búsqueda de mi YO. Esta será la forma de vivir mi duelo.

“Uno se embarca hacia tierras lejanas, o busca el conocimiento de hombres, o indaga la naturaleza, o busca a Dios: después se advierte que el fantasma que se perseguía era Uno mismo”, escribió en la primera página de su primer libro, Uno y el Universo, en 1945.

Me buscaré a mi misma para poder comprenderte mejor, viejo amigo Sabato, y así poder decirte adiós.