miércoles, 7 de mayo de 2008

¿Canela fina yo?




Es interesante llegar a hablar de uno mismo a un salón de clases. Ya me ha pasado varias veces, y he podido hacerlo bien o mal según la cantidad de asistentes. Hace un par de semanas, o más, fui citada en el salón de una maestría de literatura en la Universidad Rafael Landívar. Me hicieron el honor de incluirme en un grupo de narradoras de alto calibre. Espero que no sea por la edad nada más…
Lo más curioso fue cuando me preguntaron por cuentos que escribí hace años y de los cuales ya no recuerdo detalles. No es que uno se la pase leyendo y leyendo lo que escribió, por eso se olvidan cositas. Espero que no hayan pensado que no los escribí yo o que ya me atacó el Alzhaimer.
Una cosa que querían saber, extra literaria, era ¿cómo diablos me gano la vida? Suspiré y les conté la odisea de vivir de escribir de todo, todito, TO-DO, ¡todo! Para así poder pellizcar tiempo para lo propio, ¡oh pobre proletaria de mí! Sin embargo, a ellos les pareció un bonito trabajo (a pesar de la parábola del que trabaja en MacDonald´s y no quiere comer más hamburguesas al salir del trabajo). Me quejo mucho, creo.
Luego, me preguntaron si pertenecía al “grupo Canela Fina”. Me sorprendí, acababa de ser esa lectura donde leímos Lucía Escobar, Claudia Navas, Rosa Chávez, Andrea Aragón, Regina José Galindo y su servilleta, y Alejandra Flores estuvo en espíritu (no llegó) y ya nos identifican como grupo. Yo les expliqué que era el nombre de la actividad nada más, pero no muy me creyeron. Supongo que es muy conveniente para los estudiosos de la literatura agruparnos. En mi opinión, cada una se ha desarrollado por su lado como artista, pero nos hemos encontrado en espacios (artísticos y bohemios) por coincidencia de costumbre y cuates.
Sería gracioso que nos conocieran, a las aludidas, como el grupo literario Canela Fina. No nos unen posturas estéticas ni la edad (somos jovencitas entre los 27 y los 30 y pico de años), pero sí otras cosas como experiencias e ideologías parecidas. Esto último es muy importante pues otras escritoras, no voy a decir nombres, que fueron invitadas no quisieron participar. Creo que no se consideran Canela Fina y no se juntan con la chusma (además de que sus admiradores colegas les dicen que son las mejores que ha parido este país).
Yo, pues, fui canelita finísima y disfruté cada momento. Ahora me doy mis escapadas de vez en cuando (si es Bar Blanco y Negro hablara).
Dicen que nos vamos a seguir presentando como Canela Fina en otros escenarios, quién sabe hasta nos volvamos famosas (Y con ustedes, !el grupo Canela Fina!). Ojalá podamos cumplir con las expectativas de la gente. Ese día en la Banqueta lo hicimos de cierta manera, pues como buenas Canelas Finas llegamos tarde y borrachas, y todavía seguimos chupando en el escenario.
Solo espero que el arte se lo más importante en estas reuniones. Así sea.

martes, 6 de mayo de 2008

¡Pánico!


Tengo una enfermedad incurable. Se le conoce como pánico o miedo escénico, y me ataca desde que era pequeña.
Dejar de ser tímida me costó muchísimo, y ahora se me nota nada más delante de un público mayor de 12 personas. La respiración se hace difícil, la temperatura sube y la sudoración es inevitable. La voz sale pastosa e incomprensible, los pensamientos no son claros y en algunas ocasiones la vista también falla. El cuerpo se vuelve un bulto pesado y sin gracia. En una ocasión, cuando iba a recibir un premio de manos de la entonces Ministra Lux de Cotí, estuve a punto de desvanecerme.
Lo bueno, creía yo, es que al escoger la palabra escrita como medio de comunicación, no debía enfrentarme a ese monstruo de muchas cabezas llamado público. Sin embargo, es más que común que lo inviten a uno a hablar sobre algún tema en particular, su obra, sobre la obra de otros y, lo más difícil, a leer lo que uno ha escrito.
A mis colegas parece gustarles, además los amantes de la literatura quieren así promover este arte. Sin sospechar mi padecimiento, muchos son los que me invitan sin saber que desde ese momento empieza un tormento.
Antes me negaba rotundamente, pero noté que entonces mi padecimiento era peor. Por eso, de un tiempo para acá, hago un esfuerzo sobrehumano y me presento. Algunas veces hay suerte, muchas otras termino sintiéndome como cuando en la primaria me presentaba ante el colegio y luego los otros, incluidos mis hermanos mayores, se burlaban de mí. Como la niña vestida de abejita del video de Blind Melon…