viernes, 27 de marzo de 2009

Todo se derrumba


Hay días, muchos últimamente, que dan ganas de apagar la realidad como se apaga la televisión, o aunque sea cambiarle a un canal de comedia, y no de terror.
Hay días, más de los que quisiera, en que todo carece de sentido y sientes que te ahogas, que te intoxicas con el mismo aire, que todo está infecto con alguna extraña peste.
Hoy es uno de esos días. Afuera, adentro, alrededor, todo es horrible. Tanto, que lo bueno, lo poco, lo más bello que uno tiene, parece también querer derrumbarse. ¿Por qué? Si detrás de esas pocas maravillas que tenemos deberíamos cubrirnos de tanta porquería. Sin embargo, el suelo se convierte en un pantano, te traga, te lleva, y todo lo demás contigo.
Comprendo a ese señor que paró su carro, un bonito carro, en medio del puente del Incienso. Hacía un buen día, soleado pero no caluroso. Imagino lo fresco que sintió el viento rozando su cara y despeinándolo, el cielo azul encima de su cabeza, y el vacío llamando allá bajo.
Anoche me dormí llorando pensando que muchas veces pensé que terminaría así, haciendo una caída libre hacia el dulce vacío. No quiero volver a ese lugar de antes, pero a veces es imposible. Hoy es imposible.

jueves, 26 de marzo de 2009

Se armó la polémica


Hoy la tensión en la oficina subió debido a los últimos acontecimientos de violencia.
Para muchos los derechos humanos perjudican más de lo que ayudan. Luego de que alguien ha hecho algo realmente muy malo, como matar con saña por ejemplo, debe tratársele con dignidad, con humanidad. Sin embargo, para quienes ya están hartos de ver tantas atrocidades, lo justo sería que se les tratara de igual o peor forma que a sus víctimas.
Es por eso que defender los derechos humanos, sobre todo en un puesto alto, es una tarea difícil. Nunca se siente que se ha hecho lo suficiente, siempre harán un mal papel. Pero su trabajo es necesario, deben existir tales procuradurías. Porque, de vez en cuando, realmente defienden al bueno de la película.
Me parece mal la gran bulla que le hacen al secuestro express de la esposa del procurador. Si es una ciudadana más ¿por qué merece una conferencia de prensa? Aun hubiera sido el procurador, aunque más comprensible, me parecería un insulto, sobre todo al día siguiente de la muerte de Anthony Josué de dos meses de edad. Una conferencia de prensa, con marcha, protestas, pintas y huelgas de hambre luego de tan horrenda muerte me hubiera parecido más aceptable.
No tengo nada en contra del procurador ni su familia, pero quisiera verlo igual de consternado ante cualquier otra víctima. Sin embargo, es humano y las cosas le afectan hasta que le pasan.
Muchos dicen que quizá ahora sí se pondrá las pilas. Yo no soy tan optimista. Hoy el mundo me parece horrible, pesado, difícil de soportar.

lunes, 23 de marzo de 2009

La vida en un cubículo

Cuando estaba embarazada, por los antojos iba constantemente a donde Doña Mela, en el Mercado Central. Justo en frente hay una de las varias floristerías del lugar cuya dueña, o dependiente, no sé, también estaba embarazada.
Cada antojo cumplido significaba ver a la señora, igual de panzona que yo, trabajando sin parar en sus arreglos. Ella es esa clase locataria (no, no es una palabra despectiva) tan de nuestros mercados, morena, fibruda (con eso quiero decir algo así como maciza, musculosa pero no por las horas en el gimnasio sino por la vida dura) seria, que atendía con voz chillona a sus clientes, a quien llama mi rey o mi reina. Encima de sus prendas juveniles siempre lucía un enorme delantal con vuelos, que también cubría su prominente vientre, lo cual la hacía parte del gran conjunto de vendedoras.
Casi por los mismos días, ella tuvo una nena y yo un varón. Con la lactancia siguieron mis necesidades calóricas, o sea más antojos. Mientras yo estaba suspendida por más de tres meses, ella ya estaba trabajando en sus flores como al mes. En medio de follajes, rosas, yerberas, oasis y canastas, su bebé pasó a ser parte de la comunidad del mercado. Ella seguía haciendo y ofreciendo sus flores, mientras a ratos le daba el pecho a la pequeña. Nada de antojos, miedos, lecturas, depresiones o llamadas al médico, solo trabajo duro. Igual de primeriza que yo, esta mujer no tenía tiempo de andarse con babosadas.
En cada visita a donde Doña Mela, era inevitable las comparaciones entre mi consentido hijo y la pequeña. Del moisés, la nena de la florista pasó a un destartalado carruaje, donde empezó a ver pasar el mundo. No sé si por el entorno tan reducido, pero la nena se miraba que crecía con empuje y todo le quedaba pequeño.
Cuando ya pudo pararse, otra vez cambió de lugar. Esta vez a un corral sin gracia, rústico y muy pequeño, que no ha de medir más de un metro cuadrado. Supongo que ahí trató de dar sus primeros pasos, ahí sucedieron sus primeras caídas, y ahí se dio cuenta que tendría un hermanito.
La florista, dándole pecho todavía a la grande, empezó a dejar ver un nuevo y prominente embarazo, siempre afanada en sus flores. Vino otra nena y empezó otra vez el ciclo de moisés, carruaje y corral, con el inconveniente de que la grande también se quedó ahí.
Quiero entender la mentalidad de estas personas, pero no puedo. Sé por experiencia propia que un niño o niña mayor de dos años no se queda en un corral. No es natural. No deberían andar correteando por ahí?
Hoy que fui a comer una mi enchilada, ahí estaban la dos hermanitas, cual flores, metidas en el metro cuadrado donde transcurre su existencia. Una de un poco más de tres años y la otra acercándose a los dos. Sin embargo, a diferencia de las flores, ellas se ven marchitas y sucias, viendo pasar a la gente con un aire que me recordó a los animales del zoológico, lo cual me partió el corazón.
Su madre, seria y afanada, sigue dándole a los arreglos mientras llama a sus cliente mi rey y mi reina. Ojalá que ese delantal no oculte al tercer inquilino de aquel corral.

jueves, 19 de marzo de 2009

Maurice y su sorprendente declaración


Tratando de encontrar la razón de mi constante mal humor estaba, cuando leí en el Facebook que Maurice Echeverría declara oficialmente que ya no es escritor. ¡Puchis! He pensado muchas veces, y no estoy sola, que la vida de este patojo es envidiable: talentoso, discreto (es decir no aparece en cada charla o evento), acomodado y ¡prolífico! no se dedicaba a otra cosa que a leer y a escribir, sin rutinas ni horarios ni jefes. Y ahora nos sale con esto, ¿qué podemos esperar el resto de los mortales?
No sé más del asunto, solamente lo que dice en su columna de El Periódico sobre la religión de los libros, pero me surgen dos ideas. La primera, es que no hay vida perfecta. En el fondo, todos deseamos lo que tienen los otros y fantaseamos con tal o cual situación. Pero hay que tener cuidado con lo que se desea.
La segunda es que el sentimiento es conocido. En mi caso ¿qué tal que no se trata de un bloqueo el que tengo, sino de que ya dije lo poco que tenía que decir? ¿seré realmente escritora?
Maurice dice cosas muy ciertas, la religión de los libros es difícil y pesada. A pesar de ser de los más fanáticos, los escritores y escribidores niegan y niegan su “adicción”. Es comprensible, en parte, al principio se siente cool vivir a través de los libros, rodeada de ellos, literalmente, y que sean el punto central de nuestras vidas. Como si fuera una forma de ser élite, de hablar otro idioma, cuando en realidad es una jerga insoportable para la mayoría de personas.
Uno se harta y empieza disfrutar fuera de ese templo, rodeándose de gente normal y llena de vida, no de palabras. En mi caso, temo mucho que pertenezco más la gente común que a los iluminados literatos, cosa que no es precisamente negativa.
Últimamente prefiero ver cómo mi hijo somata el tambor de su papá, se come los mocos y canta su canción preferida que ir a una tertulia literaria.
Pero ya bien alejadita del mundillo de los que escriben, no puedo dejar de admirarlos por preferir esa vida tan dedicada. Y ahora Maurice declara esto. El admirado y el premiado Maurice. No sé qué pensar…
Retomando mis viejas costumbres literatas, me viene a la mente que Sábato, mi todavía adorado Sábato, dice que ser escritor es un apostolado y que su condición más preciosa es su fanatismo, una obsesión fanática por su creación. Por su parte Flaubert decía que un hombre que ha resuelto hacerse artista no tiene derecho a vivir como los demás. ¿Cómo puede alguien dejar de ser escritor de pronto? Lo más seguro es que fue un proceso.
Por otro lado, veo cómo la nueva generación viene empujando con ganas y con candor, para que nos hagamos a un lado, como lo hicimos otros en nuestros tiempos. Piensan que ser escritor, publicar, dar charlas, firmar libros y la vida bohemia es lo mejor. No saben lo que dicen, pero es mejor.
Quizá el origen de mi enojo es que no me he definido. Como siempre, qué envidia me das Maurice.

jueves, 12 de marzo de 2009

No es fácil dejar de discriminar


Es cierto, pero hay que hacer un esfuerzo. Es el colmo que tengan que venir a explicarnos a los periodistas cómo debemos escribir siendo incluyentes. Si bien pocos son los que caen en los insultos, pero los hay, la mayoría somos paternalistas e indiferentes a la hora de escribir sobre temas que puedan herir sensibilidades.
La discriminación más común es la racial. Me da tristeza comprobar cómo compañeros y compañeras ven a los indígenas como actores “lejanos” y folklóricos en el mejor de los casos. En el peor, los consideran feos, tontos y ridículos. Sin embargo, oficialmente no lo dicen porque saben que está mal. No se dan cuenta que no solamente son los dueños originales de estas tierras, sino que son la mayoría de la población.
Los indígenas, al menos los que conozco, son maravillosos. Quizá más reservados que los ladinos, pero por lo mismo más dueños de sus acciones pues meditan más antes de actuar, y de hablar. Admiro sus luchas, su coraje, su forma tan decidida al hacer lo que se proponen. Otro gran atributo es su franqueza, que igual da la bienvenida fraternal que un putazo cuando es necesario. Me encantaría ver, si es que vivo lo suficiente, el día en que “resurjan” y tomen el lugar que les corresponde. Para el mundo somos valiosos por ellos, por lo que hicieron sus antepasados y lo que hacen ellos ahora con valentía. Qué daría por tener más sangre indígena. Ellos no son indios, ni inditos, ni naturales, ni de traje, ni del monte, son Mayas no solamente por una conquista política, sino por derecho propio.
Qué duro es darse cuenta que en nuestro medio, con lo que hacemos, validamos una única cultura occidental, muuuuuy agringada. Específicamente, apoyamos el tipo de belleza a lo Hollywood. Entre más canche y blanco, mejor. ¿Y el resto? ¿No somos bonitos? ¿cuándo habrá una portada de revista con nuestra verdadera belleza? Por eso hay (habemos) tantas peliteñidas que hasta se ponen (nos ponemos) lentes de contacto. Por eso critican a Norma Cruz porque se puso un huipil al recibir un premio en Washington, de manos de Hillary Clinton y Michelle Obama, en lugar de un traje de “marca”.
La ley que castiga la discriminación hará cambios, estoy segura. Por lo menos lo pensarán antes de insultar, se morderán la lengua. No importa si por miedo, pero nadie volverá a gritarle a una Doctora Honoris Causa y Premio Nobel de la Paz los insultos más inverosímiles.
Yo discrimino también. No lo niego. Tengo prejuicios contra los conservadores, sobre todo los religiosos, así como contra los militares en general. Sin embargo, no les ando diciendo insultos. Bueno, ahora que recuerdo, tengo que reconocer que cuando junto a mis compañeros de la USAC pasábamos cerca de la policía o algún grupo militar gritábamos “!cómo hiede a mierda!”…