lunes, 29 de octubre de 2018

Si vas a crear, lo harás pase lo que pase


Los escritores que nos gustan son los que dicen aquello que ya intuimos, que de alguna manera ya sabemos pero no ha tomado forma de palabra. Aquellos que ponen orden al conjunto amorfo y caótico que hay en nuestra cabeza.

 Es como si leyeran tu mente pero, en realidad, están leyendo y desentrañando la esencia humana gracias a su gran sensibilidad y talento.

 Son esos escritores que conocimos en un momento crucial de nuestras vidas, que nos dieron una luz casi sobrenatural en el camino. Y, claro, son esos a los que volvemos por consuelo, por cariño, por sabiduría, por un jalón de orejas.

 Un ejemplo para mi es el poema “air and light and time and space” (así, sin mayúsculas ni comas) de Charles Bukowski. Este señor es todo un mito no solamente por sus escritos sino también por su forma de ver la vida. En estos versos quiere desmitificar la idea que se necesita “aire y luz y tiempo y espacio” para crear.

 Dejarlo todo (trabajo, familia, amigos) y crear “un santuario” para escribir puede sonar ideal, pero en la práctica no sé si funciona. Según Bukowski, el que va a crear lo va a hacer en cualquier lugar, bajo cual cualquier circunstancia.

 Es más, yo tengo la idea que la vida aparentemente ordinaria pero pesada, con sus problemas y los golpes que nos propina, otorga un ingrediente misterioso pero muy necesario para que lo que escribimos tenga sabor, calle, carcajadas, sangre, lágrimas y maldiciones verdaderas.

 De esa cuenta, si vas a crear, según don Charles, lo harás “trabajando 16 horas por día en una mina de carbón, o vas a crear en una pequeña pieza con 3 niños mientras vives de la asistencia social, vas a crear aunque te falte parte de tu mente y de tu cuerpo, vas a crear ciego, mutilado, loco, vas a crear con un gato trepando por tu espalda mientras la ciudad entera tiembla en terremotos, bombardeos, inundaciones y fuego”.

 El poema remata diciendo que las condiciones ideales, “aire y luz y tiempo y espacio”, “no tienen nada que ver con esto y no crean nada, excepto quizás una vida más larga para encontrar nuevas excusas”.

 Revisitar este poema me alivia, pues si no estoy creando no es por culpa de nada ni de nadie. Quizá solo no es el momento.

 Filgua se adentra en El mundo de Asturias

 En las 14 ediciones que lleva de realizarse la Feria Internacional del Libro en Guatemala (Filgua) no siempre he estado de acuerdo en algunos detalles de su organización y desarrollo. No obstante, comprendo la necesidad que se lleve a cabo y que todos nos involucremos.

 Como muchos, he participado en sus actividades tanto como expositora y como público, he pasado buenos momentos en ella, he conocido y reencontrado a interesantes personas. Como la mayoría de actividades de cualquier tipo, el espíritu y el resultado depende mucho de quienes las organizan. En estos años Filgua ha tenido grandes aciertos y aportes, pero también algunos resbalones. Pero es la feria que tenemos y allí va creciendo.

 Lo que no me parecía era que se resaltara más la parte comercial de la industria editorial y menos el contenido de los libros. Es de entender que es una asociación empresarial la que organiza, Gremial de Editores, y que para ellos es una gran inversión que deben procurar les traiga beneficios.

 Pero supongo que una cosa no pelea con la otra, porque entre más prestigiosa es una feria tendrá más “valor” y atractivo. Apoyo una feria que además involucre a otras entidades académicas y de peso en el mundo de las letras, del arte y la educación para que su contenido aporte a nuestra sociedad.

 Este año, en medio de las celebraciones del cincuentenario del Premio Nóbel de Miguel Ángel Asturias, es justo decir que las 383 actividades de este año están muy interesantes y balanceadas. Hay temas light, sí, pero también muchos escritores serios y otros expertos aportando, sobre todo en cuanto a la obra de El Gran Moyas.  Algo que también noté es que hay expositores de varias corrientes de pensamiento.

 También se apoya a la niñez, juventud y docencia con actividades de lectura, creación y bibliotecas.

 Ojalá que lo que vemos en blanco y negro en la programación se traduzca en una verdadera fiesta. En mi opinión, que haya cambiado de sede no debería afectar, aunque el Parque de la Industria era más cercano para cierto sector, Forum Majadas es un opción para atraer a quienes viven en esa otra parte de la ciudad. En todo caso, siempre se podrá cambiar de sede si el experimento no funciona.

 ¡Que vivan los libros!

 Un humanista gana el premio Cardoza y Aragón

 Ramón Urzúa-Navas es el flamante poeta laureado con el premio mesoamericano de poesía Luis Cardoza y Aragón 2017, que otorga la Embajada de México en Guatemala. La poesía sigue produciéndose a pesar de los pocos o nulos incentivos, lo cual es una buena noticia.

 Me enteré todavía contrariada por la amplia y desgastante discusión sobre racismo en nuestro país. Como con temas anteriores, triste ejemplo es el genocidio, el tema ha provocado una enfrentamiento entre dos posturas que parecen no quererse conciliar. He tenido “encontronazos” con personas que aprecio y respeto, por lo que queda uno bastante desanimado.

 Pero hoy, al ver que el arte sigue fluyendo y se niega a desaparecer, sólo puedo decir “poetas por favor no dejen de existir, los necesitamos”. Son tiempos donde el humanismo y el arte podrían ser la solución a tantos dilemas.

 Siempre me alegro al ver los ganadores de los premios, sólo puedo imaginar la dulce sensación, quizá efímera, que algo ha hecho bien uno con sus letras. Pero cuando el objeto de los aplausos y reconocimientos es mi amigo o conocido, me siento doblemente orgullosa. Y me ha pasado muchas veces.

 Conocí a Ramón en la Facultad de Humanidades de la Usac a finales del siglo XX, cuando yo era una estudiante rezagada y malportada que de pronto estuvo en salones de clase con personas más jóvenes. Ellos me inyectaron mucha vitalidad, ellos no vivieron los 90s, los estertores de un conflicto largo y manoseado.

 Cuando ya casi tiraba la toalla apareció este grupo de buenos estudiantes, realmente enamorados de las letras y me sumé a ellos. Hasta empecé a ser mejor y finalmente cerré el pensum.

 Ramón, según reportan los medios, no sólo es licenciado en letras sino que está haciendo un doctorado en Nueva York. Aunque es inédito en el mundo editorial, sus textos publicados en diversas páginas y revistas son compartido por muchos.

 Aunque hay muchos escritores autodidactas, los han también académicos. No hay una fórmula, es más bien cómo cada uno se aproxima a la literatura.

viernes, 19 de octubre de 2018

El tema del narco en los libros


De los títulos que más han pegado en la industria editorial en las últimas décadas son  los que hablan sobre los narcotraficantes. Como tema para escribir, para hacer una película, para retratar este fenómeno, es riquísimo. Una verdadera obra de arte puede ayudar a la sociedad a ver desde un punto de vista más humano cualquier tópico.

El primer libro que leí sobre el narco fue Noticia de un secuestro, de Gabriel García Márquez. En ningún momento explota los detalles morbosos o sus excesos. Sobrio, ameno y bien escrito. También me gustó mucho La virgen de los sicarios, libro maravilloso de Fernando Vallejo donde se presencia una orgía de muerte que raya en lo absurdo. Texto bello y terrible.

Esas son excepciones. La mayoría de estas “obras” sobre el narco no son precisamente joyas de la literatura. Esperaba más, por ejemplo, de La reina del sur de Pérez Reverte, que me pareció aburrida. Curiosamente, Sin tetas no hay paraíso de Gustavo Bolívar no es tan aburrida, pero tampoco llega a “clásico” de la literatura. Pero El cartel de los sapos de Andrés López ni siquiera la puedo leer, está mal hecha, nada entretenida, es un bodrio.

Luego de leer lo suficiente acerca del narcotráfico como para tener un conocimiento general de este subgénero, lo dejé. Pero al parecer los libros sobre el tema siguen surgiendo, incluso sobre personajes sobre los que ya se ha escrito, y filmado, lo suficiente, como Pablo Escobar Gaviria.

En la Filgua 2017 el hijo de este infame colombiano vendrá a presentar su segundo libro. Juan Pablo Escobar era un adolescente cuando acribillaron a su papá y tuvo problemas para encontrar su lugar en el mundo después. Ha de ser duro llevar a cuestas esa “herencia”.

Por eso me gustó mucho el documental Pecados de mi padre, del 2010, lo vi como un esfuerzo de Escobar hijo de entender su nuevo papel, también de contribuir en la reconciliación en un país tan golpeado como Colombia.

Luego publicó un libro en 2015, Pablo Escobar mi padre, que fue todo un éxito. Y ahora que viene a Guatemala a presentar el segundo, In fraganti lo que mi padre nunca me contó, me han comisionado para entrevistarlo. Apenas tengo un par de semanas para conocer los textos y decidir sobre qué hablaremos.

Este caso no es como entrevistar a un escritor, cosa que he hecho muchas veces y disfruto mucho. La tarea no es fácil, sí debemos hablar del libro pero no como una obra creativa sino como parte de su vida. Toda una nueva experiencia para mí.

Cuando publicar puede ser un lío

No se puede negar, cuando uno quiere tener una carrera literaria busca publicar lo más pronto posible. Es lógico, si uno no publica no puede darse a conocer y no puede seguir avanzando. Muchos lo comparan con tener un hijo pues se concibe, se desarrolla dándole lo mejor de uno y, finalmente, sale a la luz, nace para el mundo.

Pero siguiendo esta analogía del hijo, se debe ser muy honesto consigo mismo  para decidir el momento en que queremos dar vida a tal libro/hijo. Puede ser que las circunstancias para tal nacimiento no sean las mejores o, peor, que el feto no se haya formado bien y no tenga muchas esperanzas de vida.

Muchas personas en su afán de publicar a cómo dé lugar, se precipitan y buscan opciones quizá muy forzadas. Una es de gastar ahorros o hacer préstamos para hacer una publicación “de autor” en una editorial y luego no saber cómo promocionar, distribuir y vender los numerosos ejemplares.

En este caso, al menos, la inversión implica que el libro en cuestión tiene cierta calidad.

He visto a otros que se unen para enfrentar este dilema juntos, algunos con gran éxito y profesionalismo hacen ediciones independientes y que valen la pena conocer. Personas emprendedoras y talentosas que se unen a otros iguales y así se garantizan dar un paso firme en el largo recorrido del escritor.

Pero, hay que decirlo, hay quienes que se aprovechan de los otros y así se provocan grandes líos que terminan en enemistades y hasta endeudamientos. Debemos ser cuidadosos y reconocerlos.

Son escritores que en lugar de trabajar para mejorar sus obras cada vez más y así destacar, para poder ofrecerlas después a una editorial profesional, se van por el camino fácil. Se echan porras unos a otros, sin crítica seria, para hacer juntos un tiraje con alguna imprenta.

A sus presentaciones llegan solo sus familiares y amigos quienes suelen comprar el ejemplar con mucho cariño. Pero el libro de suele llegar solo hasta allí, sobre todo porque la edición no suele ser muy cuidada.

Veo que al no resultar las cosas como esperaban se acaban las ilusiones y las esperanzas, empiezan los reclamos y no falta el que no paga su parte. Así, la aventura de publicar en lugar de dejar un buen sabor de boca, deja a los involucrados peor que al principio.

Plasmar en el papel lo que tenemos en la mente

No es snobismo ni pretensión desear que el idioma sea usado de la mejor manera. Tampoco es cosa de personas anticuadas. Se trata de usar una maravillosa herramienta que nos ayuda a expresarnos y a comunicarnos.

Es todo un reto editar a otros porque no estamos en su cabeza. Partimos del supuesto que un escritor, o periodista, es capaz de ordenar sus ideas y plasmar aun lo más complicado, o sublime, de manera que cualquiera pueda entender.

Para revisión se deberían entregar piezas novedosas que se puedan “beber” o “devorar” fácilmente y con gusto. En este caso, la labor del editor es verificar detalles y hacer sugerencias para potenciar aún más el texto. Encontrar los aciertos y resaltarlos, quizá obviar partes que no aporten, sugerir ciertas aclaraciones o un mejor cierre.

Pero lo que pasa en la realidad tristemente es muy diferente, sobre todo porque la figura del corrector en muchas redacciones se ha “recortado”. También está el hecho que muchos de los que llegan con la ilusión de ser periodistas, o escritores, no siempre tienen las mejores habilidades de redacción.

Los textos llegan más que crudos y, por las premuras de tiempo, se “componen” solamente para que se comprendan apenas. En el caso de los periodistas, me da la impresión que están inmersos en la agenda noticiosa, en el impacto o en la importancia que tienen los hechos. Aunque puede que estén haciendo bien su trabajo de reporteo, en la ejecución fallan porque no transmiten bien el mensaje.

Y en el caso de los escritores de ficción, creo que nos metemos demasiado en ese mundo interior y perdemos de vista que alguien más entrará a él por medio de las palabras, nuestras palabras.

Esta desconexión, entre lo que queremos decir y lo que finalmente queda en el papel, es un problema serio para quienes queremos dedicarnos a escribir.

Muchos expertos en el tema, como la periodista mexicana Leila Guerrero, opinan que las deficiencias vienen de nuestra formación. No adquirimos el hábito de la lectura, sin el cual es imposible adquirir ese bagaje que nos acompaña frente a la hoja en blanco.

Aunque parezca obvio decir que tanto periodistas como escritores deber visitar, y revisitar, a los grandes escritores tanto de ficción como de no ficción, pocos son los que lo hacen y las consecuencias saltan a la vista: textos apenas comprensibles.

miércoles, 17 de octubre de 2018

Algunos apuntes sobre las antologías literarias


Cada cierto tiempo aparece un entusiasta de la literatura que quiere hacer una antología. A veces es parte de alguna editorial pero también puede ser algún solitario amante de las letras. Eso me parece genial porque de esa manera podemos leer, generalmente en uno solo libro, a varios escritores reunidos alrededor de un tema o generación.

Esta labor favorece a todos. Si los literatos están empezando su carrera, es una excelente forma de darse a conocer. En cuanto a los lectores, así tienen frente a sí a una selección editada y curada por un conocedor que los guía. En el caso de que sea una antología de un solo autor, tenemos la oportunidad de apreciar lo más representativo de su obra.

La palabra antología se refiere no solamente a la recopilación de variados textos según determinado criterio, también implica que lo elegido tiene una calidad digna de ser resaltada. Por eso la palabra de usa también para designar algo realmente extraordinario. “Un gol de antología” dicen los cronistas deportivos.

Como casi en todo lo humano, aquí también hay conflicto. ¿Quién puede decidir sobre la calidad del arte? ¿acaso estamos diciendo que una obra es mejor que otra? Opino, como lo he dicho antes, que esta labor debe ser encargada a un experto, a un erudito capaz de apreciar con elementos analíticos los aportes de cada obra.

Y aun así tendrá problemas para elegir, por lo que al final será su propio punto de vista el que mandará. Esto no pocas veces provoca recelo entre los escritores y lectores que no siempre entienden o aceptan el criterio del antologador.

Pero debemos convenir que es su privilegio y alguien tiene que elegir.

Por otro lado, una antología no es la última palabra en cuanto a un género o a la calidad. Siempre habrá otra recopilación con otro criterio. Lo que sí deberíamos evitar a toda costa es tratar de armar libros convocando a amigos y “compadres”. Si eso ocurre quizá lo más honesto es llamarle “colección” o “compilación “ o algo parecido.

A mí me ha pasado que me han convocado a participar en antologías personas que no me conocen personalmente pero un texto mío les ha gustado. Aunque no se lo digo a muchos, eso me llena de satisfacción porque puedo decir que mis cuentos hablan por sí mismos.

En los próximos meses seré parte de dos antologías,una es “Penélope, antología de cuentistas centroamericanas”, y la otra es "Conjuro y concilio. Narrativa fantástica centroamericana". Me emociona ser tomada en cuenta, claro, pero más me alegra que los proyectos hayan podido nacer porque me consta el largo y espinoso camino que han recorrido.

La industria del libro no solo es literatura

Según contaba Diderot, en 1764 de cada diez libros que se publicaban, cinco generaban pérdidas, cuatro recuperaban la inversión y sólo uno era exitoso. Al parecer la situación no ha cambiado mucho que digamos, ni siquiera en los países que tienen una industria grande no digamos en países como Guatemala.

Entonces ¿por qué se siguen publicando libros? Ese es un fenómeno complejo, sobre todo cuando se ven estadísticas que dicen que las personas promedio gastan muy poco dinero en la compra de textos al año.

No han sido pocos los que le han buscado una explicación a cómo trabajan hoy día las editoriales. Por ejemplo, Fernando Esteves en su libro “Manual de supervivencia para editores del Siglo XXI” dice que los libros exitosos, conocidos como best sellers, no pueden fabricarse ni mandarse a hacer. Es más, no siempre tienen las mismas características.

Con eso en mente, se publicanmuchos con la esperanza de encontrar el ‘título salvador’”. Así por vitrinas, anaqueles y presentaciones desfilan libro tras libro por poco  tiempo. Como es obvio, todos ellos elegidos según su potencial para ser vendidos. En su mayoría, como dicta el mercadeo, responden a los intereses específicos de los consumidores.

Por esa razón prácticamente hay libros sobre cualquier tema, lo que se les ocurra. Ante este panorama, vemos que la literatura es parte importante pero no es lo que “mueve” las ventas. El motor son otros textos que llegan a ser tendencia, esos que compran hasta los que no suelen leer. Es un mercado de “novedades”.

Pero, claro, lo que le da peso y “prestigio” al oficio de editar, son las grandes obras literarias. Esas que no venden cientos de miles, pero de las que los conocedores hablan porque han ganado premios y buenas críticas.

Como cualquier otra industria o negocio, se hacen actividades para impulsar las ventas. En este caso, las Ferias del Libro buscan atraer a los clientes, lectores empedernidos que sí quieren gastar, para ofrecerle las novedades y ofertas.

Allí se exponen verdaderas joyas entre otras que son más bien lentejuelas y luces de neón. Cada quien busca lo que necesita, y así todos felices se reúnen a celebrar que leen, cada quien su tema.

Las películas sobre escritores ¿inspiran?

Existen muchas películas sobre el oficio de escribir, principalmente historias reales sobre quienes se ha dedicado a esto a lo largo de la historia. Hay de toda clase, desde cintas que son muy buenas y ganadoras de premios, hasta otras que han quedado en el olvido.

La mayoría de los films reflejan la azarosa vida de artistas solitarios y, muchas veces, pobres. Sin importar la época que les haya tocado vivir y a pesar de lo importante que ha sido la literatura para nuestras sociedades, al parecer no han sido valorados en su momento y el camino a recorrer nunca ha sido fácil, sobre todo al inicio.

Y si se trata de escritores ya consagrados, estas películas suelen reflejar momentos de crisis por vidas excesivas, problemas con la ley, problemas existenciales y problemas de bloqueos creativos.

No, no son películas que reflejen la dichosa vida del que escribe. Aunque seguro hay escritores felices y con vidas sin contratiempos, quizá sus historias no serían las más apropiadas para hacer una película, no habría drama ni tensión.

Así tenemos las cintas como Antes que anochezca sobre Reinaldo Arenas, Wilde sobre Oscar Wilde, Total eclipse sobre Rimbaud y Verlain, La escafandra y la mariposa sobre Jean-Dominique Bauby, Raven sobre Edgar Allan Poe, The invisible woman sobre Charles Dickens, Heny and June sobre Anais Ninn y Heny Miller, Howl sobre el poema de Allen Ginsberg, Capote e Infamous sobre Truman Capote, y la lista podría seguir y seguir.

Muchos son los que acuden a películas y libros sobre escritores como para inspirarse, como para adentrarse en el universo literario. Yo no estoy tan segura que esto ayude, en mi caso me dejan con más dudas que respuestas, y con más inquietudes.

Aunque hay pocas películas sobre escritoras, como suele pasar en todos los campos, hay dos que me han llevado a las lágrimas y a alborotarme los nervios. Las horas, donde se habla de los últimos días de Virginio Woolf, y Silvia sobre la vida de Silvia Plath, me han hecho enfrentarme al lado más oscuro de tener sensibilidad artística, ese que hace vivir todo al extremo.

“Alguien debe morir para que el resto pueda seguir viviendo”, dice Woolf en una escena. Verla hundirse en el agua me hizo hundirme también en mis propias angustias. Amé la película, pero no la volvería a ver.

lunes, 15 de octubre de 2018

La literatura: la cara humana de la historia

La noche de la Usina del argentino Eduardo Sacheri ganó el premio Alfaguara 2016, él es el mismo autor de La pregunta de sus ojos, que luego se adaptó al cine como El secreto de sus ojos.

Como se puede adivinar, la obra está excepcionalmente escrita como un artista con oficio, experiencia y talento puede hacerlo. Eso, en los concursos, es apenas el punto de partida. Aunque es obvio, he visto que algunos en la convocatoria especifican que los textos que se envían deben tener “calidad literaria”. ¿Qué significa eso?

Como lo hemos dicho antes, el oficio literario incluye una amplia preparación y práctica que implica no solo leer mucho sino saber dominar el idioma en el que se escribe. Es muy poco probable que alguien que no sabe armar oraciones y frases con sentido pueda construir un universo con palabras. Cuando he sido jurado en concursos, he visto obras que simplemente no se entienden y hay que descartarlas en las primeras evaluaciones.

Luego, las que se quedan en la competencia pueden ser obras magistralmente escritas y estructuradas. En un concurso tan importante como el Alfaguara, que convoca a los escritores más relevantes de habla hispana, es de suponer que la mayoría de las novelas candidatas presentan un excelente trabajo artístico y creativo.

Entonces, ¿cómo pueden elegir al ganador entre tantas historias buenas? Aunque depende del jurado al que le han encomendado el trabajo, y que pondrá su propio sello a la elección, se puede decir que las historias, como en el arte en general, deben apelar a su tiempo y su escenario pero además deben ser universales. No se trata solamente de una idea interesante llevada a cabo con originalidad, sino que tenga cierto encanto, un “no sé qué”.

En el caso de La noche de la Usina, le pone rostros, almas y sentimientos a la crisis en la economía argentina del 2001. Un hecho que es ampliamente conocido, es explorado y desarrollado con situaciones concretas que nos hacen comprender a nivel humano qué fue lo sucedió, cómo afectó a la gente común.

Pero además el autor le agrega una situación ficticia, una especie de justicia poética que nos hace identificarnos con los protagonistas, todos ellos imperfectos y muy humanos. Es una novela que se lee con gusto pero además deja algo en nosotros al final.

Y así hay muchos otros episodios en todos nuestros países que podrían ser material para novelar, quizá lo que hace falta son escritores dispuestos a explorarlos.

¿Por qué a los lectores les interesa el trasero de una famosa?

Al artista en general no debería afectarle lo que piensen los otros, aunque sean su potencial público. Eso le da autenticidad a sus obras pues no están pensadas para gustar sino para expresarse. Lo mismo sucede con el escritor, como lo hemos dicho antes en este espacio.

Elegir un tema para una historia literaria pensando en qué quieren leer los demás, podría afectar la calidad y “pureza” de la obra. Pero al final, es la decisión de cada creador quien por general guarda para sí sus motivaciones.

Pero en el periodismo la cosa cambia. Esta sí es un tipo de escritura pensada exclusivamente para que guste a un público objetivo. Por esa razón, para elegir lo que publicamos suele estar regido por las tendencias y las métricas de mercadeo. Lo que se busca siempre es subir la audiencia, ganar más clicks, likes y visitas.

Y eso se ha vuelto una tiranía difícil de sobrellevar porque los gustos son volátiles y las tendencias son fuertes pero no duran. Y cuando los números caen hay que hacer lo que sea para subirlos. Temas relevantes quedan eclipsados por otras que no le dejan nada bueno a la humanidad, como el trasero de alguna famosa o el divorcio de algún actor.

Una llega a preguntarse ¿qué es lo que realmente le interesa a las personas allá afuera? ¿cuáles son sus pensamientos al estar frente a un diario o revista, o asomados frente a las pantallas de sus computadoras, teléfonos o tablets?

Una llega a imaginar a una multitud de seres incomprensibles y caprichosos que juntos hacen un oscuro océano difícil de navegar.

Otro fenómeno que se ve es que las redacciones se están volviendo cada vez más pequeñas y con poco personal deben “suplir” todo ese material que sube las estadísticas. Y todo corre a la velocidad de un tuit. Como resultado vemos jóvenes periodistas que no tienen respiro buscando lo que puede gustarle a cualquiera que  esté conectado, quien sea. La forma y la profundidad pueden sacrificarse si el tema es realmente impactante. Se ha visto casos extremos en los que hasta la sagrada veracidad se ha visto abandonada porque primero se publica, para que no nos gane la competencia, y luego se averigua si es cierto.

¿Hacia dónde vamos? ¿No será que el público nos va probando para ver hasta podemos cumplir sus más extraños deseos? Como un niño malcriado e insaciable. Quizá debamos darle unas nalgadas y decirle que lo que pide no le hace bien y que debe crecer.

Los caminos de la lectura

Hay varias formas o “caminos” para adentrarse en la lectura. Sin duda cuando se lee sólo por placer hay total libertad y priman nuestros gustos personales. Lo único negativo es que quizá podríamos ir sin rumbo eligiendo caprichosamente o aconsejados por otros, lo cual no siempre nos lleva a los mejores títulos.

Otra forma de leer es por razones académicas. Cuando se estudia literatura no sólo se lee metódicamente sino que se abarcan todas las épocas y estilos literarios, y se analiza además el contexto social, artístico y filosófico de cada obra. También se aprende a criticar profesionalmente lo cual nos lleva a desarrollar un criterio más amplio. Aquí el reto es leer hasta lo que no nos interesa con el mismo ahínco. Y estoy hablando de títulos que ya ni siquiera se editan comercialmente y hasta cuesta trabajo conseguir y, debido a su antigüedad, hasta entender.

Y hay una tercera forma que descubrí después, leer por trabajo. Las editoriales suelen enviar libros a las redacciones de los medios para que se reseñen y así impulsar sus títulos. Es una ruleta rusa pues nos sabes lo que te va a tocar, puede ser una joya de la literatura o el último éxito de superación personal. Y en medio, todo tipo de material gráfico que viene empaquetado como libro.

Una reseña es una cosa rara, no es una crítica seria. En general, los editores no permiten que se hagan comentarios negativos sobre un libro. Creo que en todo caso, prefieren no publicar nada. Me parece curioso que aun cuando los medios entran en polémicas con todo tipo de temas, sin temor de herir a nadie, cuando se trata de arte no es bien visto señalar los errores. Por lo menos en Guatemala.

Además, existe la creencia que todos los libros son buenos, que lo importante es leer. Tan solo una vez me atreví a criticar abiertamente uno, era de un músico. El texto no tenía ni pies ni cabeza pero gracias a la publicidad que le hacía el mismo autor la gente lo compraba y encima pagaba caro.

Usando el espacio que me habían encomendado para dar mi opinión con libertad, advertí acerca de lo malo que era el libro. Resalté lo positivo que tenía, que en este caso era solo que la historia verídica era impresionante, pero que la ejecución era pésima. Dije que en manos de un verdadero escritor sería un libro memorable.

Solo me gané regaños y enemistades, al punto que de allí en adelante sólo podía reseñar libros para recomendarlos. Fue una lección en muchas maneras.

lunes, 8 de octubre de 2018

(Foto de la obra Girl with balloon del genial Bansksy)

Pesadilla moderna: perder los archivos digitales de tu obra

Es difícil imaginar cómo era el oficio del escritor antes de las computadoras, antes de las máquinas de escribir, antes de los bolígrafos.

¿Se imaginan cómo era? escribir usando tinta y pluma y si era de noche usando la luz de las velas. Para corregir había que volver a escribir todo, o buena parte del texto. Ya en la época de máquinas de escribir, de todas maneras había que volver a teclear la nueva versión luego de corregir.

Ahora tenemos tantas herramientas para hacernos más fácil la tarea de escribir pero tiene sus tragedias. Tenemos todo a un click pero también todo es virtual, está pero no está en nuestras manos.

Con las computadoras, tenemos la opción de borrar, sustituir, cortar y pegar trozos de texto en donde queramos. Claro, sigue siendo un trabajo minucioso que lleva muchas horas de trabajo.

Quizá nos acomodamos demasiado y dependemos de la tecnología al 100% y ese es un error, créanme. Estoy en una crisis. La novela que tengo años de estar escribiendo ya había agarrado forma, al fin estaba cuajando. Pero por descuido, solo estaba en mi computadora que tuvo un fallo general hace unos días.

Todavía hay esperanzas, dicen que algo se podrá recuperar, pero el terror se apodera de mi. ¿Perder lo que he escrito con tanto esfuerzo? Es difícil resignarse.

Aprovecho para aconsejarles que nunca son suficientes los backups para no quedarse sin nada. Viendo las cosas en perspectiva, aconsejo tener tres: una copia en la nube, otro en un disco duro externo y otro en un cd o memoria USB. Incluso, si se trata de algo realmente valioso, hasta aconsejaría que se imprima en papel.

Tomen en cuenta que el acceso a la nube puede terminar, sobre todo si el servicio es pagado, el disco duro externo puede dejar de funcionar solo porque sí (me pasó también) y los CDs y USB se pierden con facilidad. El papel, claro está, también es perecedero.

Pero si estamos protegidos, alguno de estos soportes sobrevivirá y lo que hemos escrito seguirá con nosotros. Quienes escriben saben que volver a dejar las frases exactas como estaban no se puede. En todo caso, si volvemos a empezar será una obra diferente.

¿Qué leeremos para celebrar el Día del Libro?

El 23 de abril se celebra el día internacional del libro desde 1926. Se conmemora la muerte de Miguel de Cervantes, William Shakespeare y Garcilaso de la Vega. ¿Qué significa esto en nuestros días?

Haciendo una encuesta a la gente que me rodea, personas trabajadoras y estresadas en su mayoría, veo que nadie o casi nadie está leyendo un libro en la actualidad. Muchos desearían tener el tiempo y los recursos para hacerlo, pero muchos otros ni siquiera lo han considerado.

Supongo que antes sin libros no se podía vivir. Se leía para enterarse de la historia y de la actualidad en el mundo, para aprender, para sublimar los sentimientos, para entretenerse y para incrementar la espiritualidad. El conocimiento humano estaba en libros, no había otra manera de acceder a él.

No creo que hoy la gente sea precisamente más ignorante por no andar con un libro bajo el brazo. Hoy toda esa información, creación y entretenimiento se puede encontrar en otros soportes que son más accesibles y, por qué no decirlo, más de moda.

Así como no podemos juzgar a los antiguos a partir de nuestras creencias y convicciones actuales, tampoco podemos creer que la gente de hoy está mal por no leer como se hacía antes. Son diferentes, viven en otras circunstancias y se interesan por otras cosas.

En todo caso, hay que comprender cómo son las sociedades hoy en medio de tanta tecnología. La información está a un click, el entretenimiento es interactivo y llamativo, el arte se encuentra en muchas nuevas manifestaciones. Para aprender no son necesarios solamente libros, novedosos medios audiovisuales son aprovechados para captar la atención de los inquietos estudiantes de hoy.

Pero aún en este panorama hay gente que lee todavía, prueba de ello es que las librerías no han desaparecido y las ferias del libro suelen llenarse, incluso en Guatemala. Esto es bueno y lo celebro. 

Sin embargo, hay que ver qué libros se compran. Tengo la impresión que muchos celebraron el día del libro leyendo biografías de narcos, novelas rosa o de porno “soft”, consejos para tomarse selfies o adelgazar o un manual para hacerse rico. Tristemente, esos son los libros que más llaman la atención. En el afán de promover la lectura, sea cual sea, el mercadeo ha bajado la calidad de los textos para que leer no sea “aburrido”.

En mi encuesta pude ver que muy pocos se interesan por los clásicos de la literatura, conocen a Shakeaspeare por alguna película y a Cervantes lo tuvieron que leer en el colegio o universidad. De Garcilaso no les suena ni una campana.

Opino que la literatura no desaparecerá porque es una necesidad humana, pero no es el libro comercial precisamente el vehículo para darla a conocer. Le toca a los escritores encontrar nuevos caminos en este mundo moderno.

¿Deberíamos recomendar libros?

Hace años, a inicios del siglo, me recomendaron un libro de una escritora estadounidense que decían era la “Bret Easton Ellis del género femenino”. Me entusiasmó la idea porque el autor de Less than zero es toda una inspiración para mi. Procedí a comprar el título recomendado, Prozac nation de Elizabeth Wurtzel, corrí a casa a empezar a leerlo con la ilusión de encerrarme por el fin de semana hasta terminarlo.

Eso no ocurrió. Nunca hice click con el libro, no podía avanzar y todas las situaciones me parecían banales y hasta desesperantes. Es un texto autobiográfico y creo que la falta de enamoramiento fue porque no tiene el poder narrativo del Easton Ellis, cosa muy importante para mi. En cambio, es un libro confesional y para mi lleno de lamentos. No vi el parecido por ningún lado. Expectativa versus realidad. Quizá si no hubiera tenido semejante recomendación hubiera tenido una mejor experiencia.

En cambio, lamenté haber gastado en el libro. Unos 10 años después me topé con la película que hicieron basándose en él y al verla otra vez sentí el mismo rechazo. Me pareció increíble cómo hay historias que apasionan a unos y repelen a otros, porque tanto el libro como la película de Prozac nation tienen sus seguidores.

Siempre veo que las personas piden, incluso en las redes sociales, que les recomienden qué leer. Y allí van las muchas recomendaciones de todo tipo y yo me quedo pensando ¿realmente le son útiles esa variada selección de títulos y temas al lector desorientado?

Leer no es solamente una inversión de dinero, también hay tiempo y sentimientos involucrados. Deberíamos enfocarnos en aquellos más ad hoc para cada uno.

Opino que la solicitud de sugerencias debe ir dirigida a personas que tengan los mismos gustos o inclinaciones que nosotros. Si no, podríamos sugerir un título clásico a alguien que anda buscando un libro de “moda”, por ejemplo

Quizá lo más recomendable es preguntarle al interesado en nuestra opinión ¿qué busca en las páginas de un libro? Así podemos decidir si estamos en la posición de recomendarle algo porque, eso sí, cuando se recomienda un libro es mandatorio haberlo leído de pe a pa. Si estamos de lado de quien pide recomendaciones, es bueno leer reseñas de críticos profesionales para hacernos una idea más amplia y así tomar una mejor decisión.

Leer debe ser una experiencia sublime, fuera de este mundo, transformadora, por eso es tan importante buscar el libro perfecto.

sábado, 6 de octubre de 2018

¿Qué es el pacto narrativo?

Cuando una persona toma un libro y se dispone a leerlo está aceptando su naturaleza. Puede ser una biografía, un ensayo académico, un poemario o una novela o libro de cuentos. Si no existe esta conciencia, no estaría viviendo a cabalidad la experiencia de leer.

Sí podría haber confusiones cuando no se trata de un libro si no de fragmento de un texto, allí hace falta que el lector tenga el olfato para percibir de inmediato la naturaleza de lo que tiene enfrente. El lector inexperto o despistado podría confundirse y creer, por ejemplo, que lo que un personaje de un relato está haciendo o pensando es lo que piensa el autor.

Es como si confundiéramos una película con un documental y pensáramos que todo allí pasó en realidad.

En literatura, la narrativa es la que suele causar más enredos si se saca de contexto. Darío Villanueva, en su “Comentario de textos narrativos: la novela”, dice que el pacto narrativo es un “contrato implícito que se establece entre el emisor de un mensaje narrativo y cada uno de sus receptores”.

Continúa diciendo que los receptores (lectores) aceptan determinadas normas para una cabal comprensión del mismo. Una de esas normas es que lo que se cuenta es ficción. “Es decir, la renuncia a las pruebas de verificación de lo narrado y al principio de sinceridad por parte del que narra”, explica.

Si es un buen escritor logrará que el lector no solo se sienta inmerso en los lugares y situaciones que describe, sino además los hechos le parecerán creíbles. Incluso si son imposibles. Por ejemplo, cuando Julio Cortázar en el cuento “Carta a una señorita en París” dice que el protagonista vomita conejitos, generalmente deslumbra a los lectores en lugar de escandalizarlos. A esas alturas los tiene tan “enganchados” que ya aceptan, gracias al pacto narrativo, cualquier cosa que él narre.

Es posible que alguien que no entiende la literatura fantástica y no haga el pacto narrativo con Cortázar, resulte alegando que es imposible que un ser humano vomite conejitos. En ese caso, este lector no está disfrutando de la maravillosa literatura del argentino.

Pero quizá donde cuesta más que se acepte que lo que pasa no es "cierto", es en los relatos realistas. En algunos casos “presenciamos” cómo ciertos personajes realizan actos fuera de la ley o de la moral. Si el texto está sostenido por impecables técnicas narrativas, no juzgaremos su actuar ni el del autor sino que tendremos la oportunidad de ver de cerca, incluso dentro de su mente, cómo es la vida de un anti héroe.

De historias reales también surgen novelas

Una de las características de las novelas es que es sus historias suelen ser ficticias, pero hay algunas que cuentan hechos reales, como la testimonial o metaficcional.

Se trata de un género híbrido que combina elementos literarios con características periodísticas. Aunque tuvo su auge en los años 70s, cuando fue bautizada así, nació a mediados del siglo XX. Se caracteriza por contar el testimonio de una o varias personas reales, no personajes inventados, pero con recursos y herramientas literarias.

El oficio del escritor logra darle toda la “redondez” que tiene una novela. Generalmente lo logra con cierto grado de “ficcionalidad”, pero debe ser una pluma avezada para que aun con estas licencias literarias el relato siga siendo íntegro en cuanto a los hechos.

Siempre que inicia una obra, el autor hace investigación tanto de campo como bibliográfica, de lo contrario podría no tener recursos para sustentar sus escenas aunque sean ficticias. Cuando se hace una novela metaficcional debe aplicarse con más disciplina en este aspecto y volverse un periodista o investigador acucioso. Ningún dato relevante a la historia medular debe ser inventado.

Como se trata de un testimonio, la entrevista se vuelve el punto de partida. Como en el periodismo, las horas de conversación no serán suficientes, también hay que consultar a otras fuentes y cruzar datos para que no haya duda de lo que se contará.

Ya con lo recabado, el autor elegirá las estrategias literarias para contar lo que sucedió. Algunos preferirán centrarse totalmente en los hechos reales desde un principio, otros los sumergirán en personajes y hechos ficticios para que no sea una “noticia dura”. La ideas es humanizar algo que probablemente salió sin muchos detalles, o con tintes amarillistas, en las páginas de los periódicos.

Existen numerosas novelas que ejemplifican este género, como Operación masacre de Rodolfo Walsh; Los ejércitos de la noche de Norman Mailer; A sangre fría de Truman Capote; La noche de Tlatelolco. Testimonios de historia oral: Elena Poniatowska;  entre muchas. 

En un mundo que parece indiferente ante el dolor humano es necesario que la sensibilidad del artista ponga frente a sus ojos hechos que no deben olvidarse.

Talleres de escritura ¿sí o no?

Me encantan las películas que tratan sobre quienes se dedican a escribir creativamente. Una de ellas es Adaptation, del director Spike Jonze, donde chocan las historias escritas por Susan Orlean y Charlie Kaufman.

Admiro el trabajo de Kaufman, autor de historias inolvidables como Eternal Sunshine of the spotless mind, Being John Malcovich y Anomalisa. Cuando me sumerjo en sus historias, debo confesar que pienso “por qué no me ocurre algo así a mí”. Maestro de lo inesperado de lo raro, de lo original.

Pues en Adaptation, presentada en español como el Ladrón de Orquídeas, los personajes principales son el mismo Kaufman y un gemelo inventado. En cierto momento, ellos tienen una discusión acerca de cómo empezar a escribir una historia. El hermano ficticio, que apenas escribe su primer guión, está emocionado porque asiste a un famoso taller de escritura. Allí recibe tips y consejos para tener éxito, pensando de antemano más que todo en que sea una historia que guste.

Charlie Kaufman, atormentado por un súbito bloqueo creativo, enfurece con la sola idea de que alguien dé recetas para un oficio que precisamente es tan impredecible. “Escribir se trata de adentrarse a lo desconocido”, dice a punto de tener un colapso nervioso.

He allí dos posturas a la hora de aproximarse a la necesidad de contar algo. Creo que la idea de que sólo por asistir a un taller se podrá concebir una obra de arte es ingenua. No tengo nada en contra de estos eventos, podrían dar herramientas prácticas y opiniones de otra personas acerca de nuestras ideas, pero no será suficiente.

Por cierto, considero que la opinión de otras personas debe pedirse cuando la obra ya está bien pulida, no cuando está naciendo.

Apoyo la idea de Kaufman, deberíamos escribir algo que nadie más ha escrito, algo que falta por descubrir y que por eso mismo nos sorprenda y nos conmueva, que cambie algo en nosotros. Esta monumental tarea podrá quitarnos el sueño y la tranquilidad, pero alguien tiene que hacerlo.

jueves, 4 de octubre de 2018

Oh página en blanco: te conquistaré


Parece tan inofensiva allí solitaria y pulcra, inmaculada. Pero la página en blanco puede llegar a torturarnos y derrotarnos. Puede ser el adversario en una lucha desigual, pero también el campo de juegos para nuestras ideas, o el lecho para hacerle el amor a las palabras.

Puede ser un mar blanco ante el cual naufragamos y morimos sin haber dicho nada coherente antes del glup glup. O puede ser el camino y paisaje para el viaje que nos llevará a donde hemos soñado. ¡Oh página en blanco! ¿cómo es posible que no te han escrito más canciones, versos y novelas?

Igual que cuando se va a la guerra o a conquistar un amor, el secreto es ir preparados para que ella no nos agarre desprevenidos y nos derrote por knock out. Algunos dirán que estoy exagerando, pero otros comprenderán el terror que se siente cuando se abre esa página en blanco y sin guardar, y no sabemos si seremos capaces de desplegar allí todo lo que hemos estado planeando en nuestra cabeza.

Este miedo irracional ataca más duro a quienes buscan escribir su mejor obra o por lo menos el mejor intento. Otros no se lo toman tan en serio y se conforman con balbucear cualquier cosa. Dichosos despreocupados.

Aún quienes practican la escritura automática o el fluir de la conciencia, pueden encontrar obstáculos cuando tratan de poner en palabras lo que hay en su mente.

No por gusto cada quien busca la manera de enfrentarla para vencerla o enamorarla. No faltan los que se fían de rituales, como escribir a la misma hora en el mismo lugar usando su bufanda de la suerte o un amuleto antiguo, entre otras muchas cosas, porque deben llegar lo más seguros que puedan ante ella.

Cada escritor debe buscar sus propios trucos que le hagan sentir en un lugar seguro. Pero esto no garantiza el éxito de la cruzada, apenas es como santiguarse para darse ánimos.

Nunca le cuento a nadie cómo escribo yo, supongo que a nadie le interesa y yo misma no había reparado cómo lo hago. Pero ahora que lo pienso, me gusta tener sensaciones orgánicas presentes como sueño, hambre, estrés o cansancio, por raro que parezca. Supongo que al estar en contacto con sensaciones tan urgentes, escribir se vuelve algo menos consciente y rebuscado. Algo hasta visceral.

Pero cada persona es diferente, así que las ideas ajenas no ayudan mucho. Además, es mucho más importante el trabajo previo para llegar decididos a la conquista de la evasiva hoja en blanco.

El escritor y los medios de comunicación

En este tema me siento partida, estoy en ambos lados. Pero por lo mismo puedo entender la problemática que puede surgir.

Uno de los mejores trabajos que existen en el mundo es ser periodista cultural. Adentrarse todos los días en el quehacer de los artistas, dar a conocer sus agendas, entrevistarlos, ir a presentaciones y exposiciones para luego reportar lo que pasó. Y encima, recibir un pago por hacer esto.

Claro, este paraíso tiene su lado problemático. Existe la creencia, cada día más, que a la gente no le interesa la cultura y sus protagonistas. Esto no es cierto pero hay que reconocer que la atención del “gran” público es volátil. Así que dependiendo del medio al que uno pertenezca, el espacio e importancia que se le dé a la sección cultural puede ser pequeña o mínima (o, tristemente, inexistente).

Como consecuencia, con tanta oferta cultural que existe, no da chance de darle cobertura a todos. Peor ahora con la era digital cuando los editores buscan notas que se vuelvan virales o que den clicks. Por supuesto hay excepciones cuando se trata de publicaciones no comerciales o que estén totalmente dedicadas a la cultura.

Entonces, del otro lado, existen muchos artistas que tocan las puertas de los medios de comunicación y no siempre se abren. Desde del punto de vista de los creadores, este apoyo es de vital importancia para darse a conocer y darle un empujón a su carrera. Porque, claro está, el literato, por ejemplo, no tiene un presupuesto para difusión o publicidad.

Así que es posible que los escritores se sientan no valorados y que no hay apoyo al arte nacional. Es una relación complicada, pero hay que entender que la mayoría de veces no depende del editor o reportero. En todo caso, refleja cuál es la naturaleza de los medios de comunicación y, en cierto modo, el lugar que ocupa la cultura en nuestro país.

Pero no todo en el panorama es oscuro. Algo positivo de los tiempos modernos es que la comunicación ha cambiado gracias a las redes sociales y otras plataformas. Opino que cuando se quiere dar a conocer una actividad u obra, debemos aprovechar esos canales sin importar la atención que nos den los medios de comunicación tradicionales. Claro, sin dejar de cultivar la relación con las secciones de cultura, que algún fruto rendirá.

Sacando la literatura de contexto

La obra literaria es un universo en sí misma, se rige con sus propias leyes y su dios, el que mueve los hilos y decide todo, es el autor.

Un buen relato se convierte en una gran metáfora del mundo, de la vida, del ser humano. Esto incluye lo sublime, lo bello, lo bueno, pero también incluye lo feo, lo ilógico, lo sucio. Como hilo conductor está la intención del autor. A veces quiere llevar un mensaje, a veces solo quiere dejarnos ver algo, o incluso quiere hacernos sentir, no importa si es asco e incluso odio.

Este trabajo es valioso no solo desde el punto de vista estético, también lo es hasta en un sentido antropológico. Es como tomarle un pulso a la sociedad en la que se vive, una fotografía del momento en la que concibió la obra. La mayoría de obras memorables no son sobre jardines de rosas y felicidad eterna, por el contrario, versan sobre lo que le atormenta al creador.

Hay arte realmente chocante que te lleva hasta el límite que puedes soportar. Pienso en la películas de Passolini, los relatos del Marqués de Sade, algunas pinturas de Goya o de Bacon, ó los performances tan rechazados de los dadaístas.

El arte que no rompe, que no impacta, que no cambia algo, no es arte.

Sin embargo, en estos tiempos donde los artistas son difícilmente separados de su obra, existe el riesgo que las palabras se saquen de contexto. Se cree que aquello que hacen, piensan y creen los personajes es en realidad lo que hace, piensa y cree el escritor.

Hace unos días un autor nacional consiguió que un medio de comunicación masivo le diera un blog. Esto conlleva un triunfo para los escritores pues la creencia es que la literatura no interesa al “gran” público. Sin embargo, su primer texto no tuvo buena acogida y no porque fuera chocante de manera obvia.

El personaje, que está casado, está enamorado de una cajera de banco que no le hace caso pero él insiste. Eso expuesto en un medio popular y en sus redes sociales, donde todos son jueces y verdugos de todo, hizo que se le acusara de promover el acoso.

Quizá el medio no fue suficientemente claro acerca que se trataba de ficción, quizá el mismo autor quiso jugar con la duda de si era él quien hablaba. Queda la reflexión si la literatura debería ser ofrecida sólo a los que entienden el “pacto narrativo”.