jueves, 4 de octubre de 2018

Oh página en blanco: te conquistaré


Parece tan inofensiva allí solitaria y pulcra, inmaculada. Pero la página en blanco puede llegar a torturarnos y derrotarnos. Puede ser el adversario en una lucha desigual, pero también el campo de juegos para nuestras ideas, o el lecho para hacerle el amor a las palabras.

Puede ser un mar blanco ante el cual naufragamos y morimos sin haber dicho nada coherente antes del glup glup. O puede ser el camino y paisaje para el viaje que nos llevará a donde hemos soñado. ¡Oh página en blanco! ¿cómo es posible que no te han escrito más canciones, versos y novelas?

Igual que cuando se va a la guerra o a conquistar un amor, el secreto es ir preparados para que ella no nos agarre desprevenidos y nos derrote por knock out. Algunos dirán que estoy exagerando, pero otros comprenderán el terror que se siente cuando se abre esa página en blanco y sin guardar, y no sabemos si seremos capaces de desplegar allí todo lo que hemos estado planeando en nuestra cabeza.

Este miedo irracional ataca más duro a quienes buscan escribir su mejor obra o por lo menos el mejor intento. Otros no se lo toman tan en serio y se conforman con balbucear cualquier cosa. Dichosos despreocupados.

Aún quienes practican la escritura automática o el fluir de la conciencia, pueden encontrar obstáculos cuando tratan de poner en palabras lo que hay en su mente.

No por gusto cada quien busca la manera de enfrentarla para vencerla o enamorarla. No faltan los que se fían de rituales, como escribir a la misma hora en el mismo lugar usando su bufanda de la suerte o un amuleto antiguo, entre otras muchas cosas, porque deben llegar lo más seguros que puedan ante ella.

Cada escritor debe buscar sus propios trucos que le hagan sentir en un lugar seguro. Pero esto no garantiza el éxito de la cruzada, apenas es como santiguarse para darse ánimos.

Nunca le cuento a nadie cómo escribo yo, supongo que a nadie le interesa y yo misma no había reparado cómo lo hago. Pero ahora que lo pienso, me gusta tener sensaciones orgánicas presentes como sueño, hambre, estrés o cansancio, por raro que parezca. Supongo que al estar en contacto con sensaciones tan urgentes, escribir se vuelve algo menos consciente y rebuscado. Algo hasta visceral.

Pero cada persona es diferente, así que las ideas ajenas no ayudan mucho. Además, es mucho más importante el trabajo previo para llegar decididos a la conquista de la evasiva hoja en blanco.

El escritor y los medios de comunicación

En este tema me siento partida, estoy en ambos lados. Pero por lo mismo puedo entender la problemática que puede surgir.

Uno de los mejores trabajos que existen en el mundo es ser periodista cultural. Adentrarse todos los días en el quehacer de los artistas, dar a conocer sus agendas, entrevistarlos, ir a presentaciones y exposiciones para luego reportar lo que pasó. Y encima, recibir un pago por hacer esto.

Claro, este paraíso tiene su lado problemático. Existe la creencia, cada día más, que a la gente no le interesa la cultura y sus protagonistas. Esto no es cierto pero hay que reconocer que la atención del “gran” público es volátil. Así que dependiendo del medio al que uno pertenezca, el espacio e importancia que se le dé a la sección cultural puede ser pequeña o mínima (o, tristemente, inexistente).

Como consecuencia, con tanta oferta cultural que existe, no da chance de darle cobertura a todos. Peor ahora con la era digital cuando los editores buscan notas que se vuelvan virales o que den clicks. Por supuesto hay excepciones cuando se trata de publicaciones no comerciales o que estén totalmente dedicadas a la cultura.

Entonces, del otro lado, existen muchos artistas que tocan las puertas de los medios de comunicación y no siempre se abren. Desde del punto de vista de los creadores, este apoyo es de vital importancia para darse a conocer y darle un empujón a su carrera. Porque, claro está, el literato, por ejemplo, no tiene un presupuesto para difusión o publicidad.

Así que es posible que los escritores se sientan no valorados y que no hay apoyo al arte nacional. Es una relación complicada, pero hay que entender que la mayoría de veces no depende del editor o reportero. En todo caso, refleja cuál es la naturaleza de los medios de comunicación y, en cierto modo, el lugar que ocupa la cultura en nuestro país.

Pero no todo en el panorama es oscuro. Algo positivo de los tiempos modernos es que la comunicación ha cambiado gracias a las redes sociales y otras plataformas. Opino que cuando se quiere dar a conocer una actividad u obra, debemos aprovechar esos canales sin importar la atención que nos den los medios de comunicación tradicionales. Claro, sin dejar de cultivar la relación con las secciones de cultura, que algún fruto rendirá.

Sacando la literatura de contexto

La obra literaria es un universo en sí misma, se rige con sus propias leyes y su dios, el que mueve los hilos y decide todo, es el autor.

Un buen relato se convierte en una gran metáfora del mundo, de la vida, del ser humano. Esto incluye lo sublime, lo bello, lo bueno, pero también incluye lo feo, lo ilógico, lo sucio. Como hilo conductor está la intención del autor. A veces quiere llevar un mensaje, a veces solo quiere dejarnos ver algo, o incluso quiere hacernos sentir, no importa si es asco e incluso odio.

Este trabajo es valioso no solo desde el punto de vista estético, también lo es hasta en un sentido antropológico. Es como tomarle un pulso a la sociedad en la que se vive, una fotografía del momento en la que concibió la obra. La mayoría de obras memorables no son sobre jardines de rosas y felicidad eterna, por el contrario, versan sobre lo que le atormenta al creador.

Hay arte realmente chocante que te lleva hasta el límite que puedes soportar. Pienso en la películas de Passolini, los relatos del Marqués de Sade, algunas pinturas de Goya o de Bacon, ó los performances tan rechazados de los dadaístas.

El arte que no rompe, que no impacta, que no cambia algo, no es arte.

Sin embargo, en estos tiempos donde los artistas son difícilmente separados de su obra, existe el riesgo que las palabras se saquen de contexto. Se cree que aquello que hacen, piensan y creen los personajes es en realidad lo que hace, piensa y cree el escritor.

Hace unos días un autor nacional consiguió que un medio de comunicación masivo le diera un blog. Esto conlleva un triunfo para los escritores pues la creencia es que la literatura no interesa al “gran” público. Sin embargo, su primer texto no tuvo buena acogida y no porque fuera chocante de manera obvia.

El personaje, que está casado, está enamorado de una cajera de banco que no le hace caso pero él insiste. Eso expuesto en un medio popular y en sus redes sociales, donde todos son jueces y verdugos de todo, hizo que se le acusara de promover el acoso.

Quizá el medio no fue suficientemente claro acerca que se trataba de ficción, quizá el mismo autor quiso jugar con la duda de si era él quien hablaba. Queda la reflexión si la literatura debería ser ofrecida sólo a los que entienden el “pacto narrativo”.

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