martes, 7 de junio de 2016

Periodismo y literatura


Este texto lo escribí en 2007 pero creo que todavía contesta muchas preguntas sobre estas dos maneras de escribir. Hice esta investigación sobre este tema para participar en un simposio en la Universidad Mariano Gálvez y luego este texto salió en la Revista de la USAC. (Las fotos son de aquel año, andaba reportando desde España).

Acaso el video no sólo mató a la estrella de radio, sino también intenta acabar con el periodista. Todos los días, miles de ellos se preguntan cómo escribir acerca de lo que el público ya vio en la televisión e Internet. Al igual que en el pulso entre la literatura y el cine, el periodismo debe usar las armas que le corresponden frente a la imagen.

Existen muchas posturas acerca de la escritura en los periódicos. Algunos dicen que es diferente a la otra escritura, a la literaria. Teóricos como José Luis Benavides Ledesma y Carlos Quintero Herrera dicen que el poeta, el literato y hasta el articulista tienen libertad para complicar el lenguaje a su antojo, a sabiendas que sus lectores lo quieren así. Según ellos, el periodismo debe abarcar un público mucho más amplio, suponiendo que la literatura no.

El resultado de estas doctrinas es un periodismo no muy agradable de leer, donde la nota dura predomina. Como se preguntaba Tomás Eloy Martínez, en una conferencia dictada ante la Sociedad Interamericana de Prensa en 1997, ¿con qué palabras narrar, por ejemplo, la desesperación de una madre a la que todos han visto llorar en vivo delante de las cámaras? ¿cómo seducir usando un arma tan insuficiente como el lenguaje, a personas que han experimentado con la vista y con el oído todas las complejidades de un hecho real? La alternativa ante este problema, oh sorpresa, es la narración.


Narrando desde el principio

Ya a finales del siglo pasado, la mayoría de periódicos importantes, como el New York Times, desafiaba las seis preguntas básicas (ya saben: qué, quién, dónde, cuándo, cómo y por qué) y la pirámide invertida, iniciando la mayoría de sus noticias con historias sobre algún individuo. Así, descubrieron que las noticias mejor contadas son aquellas que revelan, a través de la experiencia de una sola persona, todo lo que hace falta saber. Claro, sin falsear la verdad y escogiendo muy bien al personaje y a la historia, pues no todas las noticias pueden ser narradas.

Eloy Martínez también advierte que no todos los periodistas pueden narrar, aunque sean buenos en otros aspectos de la profesión. Y es que existe un fenómeno que nos aqueja en el periodismo actual: casi todos los periodistas están mejor formados que antes, pero tienen menos pasión, y conocen mejor a los teóricos de la comunicación, pero leen mucho menos a los grandes novelistas. Quizá ahí su falta de interés en la narración.


Aprendiendo un oficio en la marcha

Algunos editores de medios escritos en nuestro país, no muchos, han querido darle un toque más narrativo a sus publicaciones. Por eso me invitaron a escribir en un periódico hace ya casi cuatro años. Cuando les advertí mi falta de experiencias en técnicas reporteriles, pues hice mi carrera en letras, me dijeron que precisamente eso querían aprovechar de mí. Literalmente, me dijeron que era más fácil que un narrador aprendiera a reportear, que un reportero aprendiera a narrar.

Para ser sincera, no fue tan fácil como me hicieron creer. Narrar historias en periodismo trae consigo determinados problemas. Todos los escritores de ficción, a su modo, son reporteros e investigadores. El aproximarse a la realidad es común en ambos campos, así como las formas y estructuras narrativas. 

La literatura ha influido en el periodismo con la transposición de estructuras y formas narrativas propias del cuento, la novela o el teatro, que han sido asimiladas dando lugar a géneros narrativos como el reportaje, la crónica, la entrevista y el perfil. 

El principal problema que ha surgido de este intercambio de herramientas, es el problema ético de diferenciar la ficción de la realidad. Famoso es el caso de la reportera del Washington Post, Janet Cooke, quien ganó un Premio Pulizter en 1981, con una bien escrita historia sobre un niño de ocho años que se inyectaba heroína con la complacencia de su madre. El relato conmovió al mundo, pero resultó ser falso. En vista de que se trataba de un premio periodístico y no de ficción, Cooke fue despedida y tuvo que devolver el galardón.

Se parecen, pero no son iguales

Para un novelista lo primordial no es saber si tal niño existe o no, sino establecer si su naturaleza de fábula corresponde a una realidad humana y social, dentro de la cual podría haber existido. Este niño, como muchos otros, podría haber sido una metáfora legítima para hacer más cierta la verdad de su mundo.

Lo malo, es que en periodismo un solo dato falso desvirtúa a los datos verídicos. En la ficción, en cambio, un solo dato real bien usado puede volver verídicas a las criaturas más fantásticas. La norma tiene injusticias en ambos lados: en periodismo hay que apegarse a la verdad, aunque nadie la crea, y en cambio en la literatura se puede inventar todo, siempre que el autor sea capaz de hacerlo creer como si fuera cierto. 

Por su parte el lingüista europeo Eugenio Coseriu explica que el punto de partida para diferenciar a la literatura del periodismo se encuentra después de comprender que se trata de discursos susceptibles de definirse sólo por su finalidad. Aunque ambos escritos puedan prácticamente iguales, son radicalmente distintos por su índole. El informativo tienen una finalidad exterior o instrumental; el literario, en cambio, tiene una finalidad interna, sin fin exterior, pues su objetivo es la obra misma.


Amor prohibido

No todos están de acuerdo con el romance entre la literatura y el periodismo. Muchos pusieron el grito en el cielo cuando García Márquez, que tiene un viejo affair con el periodismo, declaró que el reportaje debería ser un género literario más. Para tan prolífico narrador, tal afirmación parece de lo más natural. Sin embargo, para el reportero promedio, que repite fórmulas y obedece reglas, es lo más descabellado del mundo. ¿Trabajar más con la palabra? ¿Hacer de cada noticia una historia diferente? No, gracias.

Desde que existen los periódicos, muchísimos escritores han trabajado escribiéndolos. No es casual que en América Latina todos los grandes escritores fueron alguna vez periodistas. Borges, García Márquez, Fuentes , Onetti, Vargas Llosa, Asturias, Neruda, Paz, Cortázar y la lista sigue. En cada una de sus crónicas, aun con la presión de la hora de cierre, estos maestros de la literatura se comprometieron como lo hicieron con sus obras decisivas. Y es que no pueden dividirse entre el escritor que busca la expresión justa durante la noche, y el reportero indolente que malgasta sus palabras en la sala de redacción durante el día. El compromiso con la palabra es a tiempo completo.

El problema es con aquellos que trabajan de periodistas y no conocen bien su idioma. Existen demasiados reporteros que no saben escribir, pero que sueñan con cambiar el curso de la historia, a-lo Watergate. Aun el periodista más comprometido, debe empezar sabiendo cómo trabajar con su materia prima: la lengua.


Los lectores, ¿leen o no?

El famoso nuevo periodismo o periodismo literario, no es tan nuevo. Tuvo sus primeras semillas aquí en América hace más de un siglo. En las plumas de José Martí, Manuel Gutiérrez Nájera y Rubén Darío los lectores de entonces pudieron conocer la realidad bien contada. Sin embargo, en la actualidad es una escuela que muchos se resisten a seguir.

¿Cuándo y cómo caímos al periodismo actual? En el auge de la era de la informática, los empresarios de la comunicación decidieron que para enfrentar el avance de la tecnología, había que reducir los textos y agrandar las fotos, con el pretexto que el lector no tiene tiempo para leer. Quizá tengan razón cuando las noticias no son amenas para leer, pero cuando a alguien le interesa una historia, hará lo posible por conocerla, aunque llegue tarde al trabajo, se le quemen las tortillas ó se pierda su telenovela o talk show favorito.

En la actualidad en Guatemala es mi opinión que los directores de los periódicos no se interesan por buenas plumas, sino por reporteros eficientes. Aquellos que aunque sin mucha preparación cobren poco y hagan mucho. Cuando alguien interesado en narrar la realidad de una manera diferente llega a una sala de redacción, es común que un editor de la vieja escuela, o sin escuela del todo, lo frene. Muchas buenas historias son mutiladas por malos editores, o ni siquiera son tomadas en cuenta. Es así que relatos que pudieron haber sensibilizado al público acerca de la violencia , son reemplazadas por conteo de muertos.

Estos comunicadores pierden de vista que muchos expertos afirman, como el ensayista norteamericano Hayden White, que lo único que el hombre realmente entiende, lo único que de veras conserva en su memoria, son los relatos. No cifras, no estadísticas. Historias.


Para qué sirve el periodismo entonces

Desde que hay teóricos del periodismo, se han debatido acerca de su papel en la sociedad y en la democracia. A pesar de que una de sus ideas básicas es proveerle al público la información necesaria para auto gobernarse, en la práctica esto no se cumple ni en países desarrollados. En el debate, avivado por Walter Lippman y John Dewey ya en 1920, se enfrentan dos posturas contrarias: los que creen que los medios deben informar a los lectores acerca de lo que quieren saber, y los que dicen creen debemos llevarles lo que necesitan saber. Muchos votan por medios que combinen ambas cosas, otros subestiman al lector y les dan mujeres con poca ropa y fútbol.

Idealistas, como yo, pensamos que el papel del periodista es llevarle al público información que le ayude a ser libre, a ser mejor. Lo que le informamos debe serle útil para tomar decisiones acertadas en su vida.

En mi caso, tuve la insólita oportunidad de escribir grandes (por extensas) historias en Magazine 21, suplemento dominical de Siglo Veintiuno. Como era de esperarse, dicha revista dejó de existir después de 15 años, porque tenía demasiado texto. Ahora, peleo diariamente contra Shakira y Paulina para poder incluir temas culturales en la noticia diaria. Ya no tengo el mismo espacio, pero es interesante cada vez que logramos vencer al próximo bebé de Britney Spears para informar acerca de un festival de arte en el Cerrito del Carmen, por ejemplo.

En la actualidad las personas tienen acceso a toneladas información de todo tipo, no solamente por medio de los periódicos. La televisión y sus realities, la Internet y sus blogs y otros millones de sitios, las revistas y sus paparazzis, los seudo periódicos y sus noticias amarillistas, han cambiado el panorama del periodista. Ya no se trata de llevarle de primero la información a la que no tenía acceso al lector, como antes, sino de ordenarle ese caos informático que está allá afuera. De darle sentido a lo que ocurre, y sobre todo narrar las historias desde otro ángulo, uno más humano, pues Hegel primero y luego Borges, escribieron que la suerte de un hombre resume, en ciertos momentos esenciales, la suerte de todos los hombres.