sábado, 9 de abril de 2011

Oh sabia Yoko (sorry Cynthia)



Mientras celebrábamos el cumpleaños de Ranferí, hace más un año, un querido amigo (Paquito Fión), al vernos tan felices y borrachos, nos dijo, “qué linda pareja, como Pam y Jim”. Me quedé pensando y rápidamente reparé: “no, mejor como John y Yoko”. Paco se mató de la risa.

Jim Morrisson era un rockstar y Pamela Courson su novia preferida, una bella chica que era parte de su entourage. Cuentan que peleó por el amor del hombre contra muchas muchas pero muchas otras. Ella se quedó con el ¿premio? de irse a Francia con él, de vivir sus últimos decadentes años junto a él. Fue ella quien lo encontró muerto en la bañera, y apenas dos años después murió también de una sobredosis. No le veo mucho mérito a esto, por lo que la comparación no me halaga.

No son pocos los que odian a Yoko Ono (casi me peleo con mis queridos Carla y Stanley por eso), acusándola de romper un matrimonio y al más adorado grupo musical. La acusan de fea, extraña, de mala influencia.

No coincido para nada por supuesto. Ella ya era una artista reconocida antes de conocer a Lennon. Hasta la fecha, es considerada una de las mejores del arte contemporáneo. O sea, lejos estaba de ser una gruppie o parte del entourage de un rockstar.

Sin ser curvilínea ni convencionalmente bella, o fea para quienes las prefieren rubias, era una mujer irresistible para el talentoso Lennon. Supongo que hubo una comunión entre dos almas creativas, una de esas alianzas hechas en el cielo, según el refrán. (Cuentan que cuando Lennon visitó una exposición de Yoko por primera vez quedó simplemente fascinado. Una de las obras era Ceiling Painting, que presentaba una escalera que llegaba al techo, al subirla encontrabas una lupa, al tomarla podías ver una pequeña palabra: “see”).

Mientras, Cynthia, la esposa del Beatle, esperaba en la casa. Abnegada y aburrida de la supuesta mala vida que le daba su marido. Su antigua belleza empezaba desvanecerse, mientras su famoso marido parecía evolucionar hacia otros caminos, cuentan que prácticamente no hablaban el mismo idioma. Lo que sea que los había unido en la primera juventud se había esfumado, ella quería un marido convencional y no un artista.

En cambio, como bien dice Rozina Cazali en una columna de El Periódico, Yoko ayudó a Lennon a ver más posibilidades en su quehacer artístico. No era una musa tradicional, más bien parecía una poderosa droga (bueno, mucho había de eso) que le ayudaba a expandir su mente. Coincido con Cazali cuando dice que el Lennon que admiramos, el que quedó grabado en la memoria colectiva, es el que surgió de la unión con Ono.

Ser pareja de un artista es maravilloso pues no son seres convencionales. Puedes elegir ser una Cynthia y pelearte con él por no ser como los demás, o una Pamela que lo mira arrobada y se deja usar, o, mejor tratar de ser una Yoko, estimularlo, ayudarlo, no ser un estorbo sino una ayuda.

Yo quisiera ser como la despeinada japonesa. Pienso que Ranferí es un gran artista que puede llegar mucho, mucho más lejos. Cuando me pide ayuda le aporto ideas, lo acompaño y lo animo a conocer a otros artistas y otras manifestaciones creativas. Además, no soy una rubia despampanante, soy una chaparrita de pelo oscuro.

Pero en lo que sí no me parezco es que me he quedado un poco estancada. En lo que hemos estado juntos, Ranferí ha dado a luz tres discos, ha hecho giras, ha dado talleres. Me siento orgullosa, pero no quiero que todo gire en torno a él.

Pero me siento demasiado aturdida con mi vida de adulta (trabajo, casa, hijo, familia, vida social) que el tiempo libre es para recuperar un poco de energía. Ranferí vive para la música, para crearla, para enseñarla, para tocarla. Nada la interrumpe cuando está en su mundo.

Yo quisiera vivir para la literatura también, pero ¿quién se ocupará de lo práctico para mientras? Pinche sociedad patriarcal.

Oh Yoko, ¿cómo le hacías? Bueno, supongo que un buen puñado de millones de dólares y vivir en otro tipo de sociedad puede ayudar muchísimo. No tener que pasar 9 horas encerrada trabajando para otros.

Pero lo más admirable para mí en cuanto a John y Yoko, es que al parecer el más enamorado era él. Cuando se separaron por un tiempo, y él vivió su fin de semana perdido que duró más de un año, fue idea de ella. “Vete”, le dijo, “ve a ver y a hacer lo que quieras”. Mientras, se quedó haciendo lo suyo, o sea sigo creciendo como artista.

Cuentan que John regresó cansado y más enamorado que nunca, ella se hizo de rogar. La relación se afianzó, se fusionaron aún más. Había muchas probabilidades que el hombre ya no regresara, pero lo hizo y supongo que la valoró más. Qué inteligente estrategia.