lunes, 24 de septiembre de 2018

Un artista no piensa en premios cuando crea


Aunque Bob Dylan no fue a la entrega del Premio Nobel de Literatura, mandó un discurso que fue leído en su nombre. Es un sentido mensaje que nos deja ver lo honrado que está por recibir este galardón.

Retomo unos aspectos que mencionó sobre la creación. A la hora de crear la cabeza del artista es un “hervidero” de ideas que le ayudan a desarrollar lo que tiene en su mente. Todas responden a una necesidad de expresarse. Pero, ciertamente, lo último que le pasa por la mente es lo que dirán los demás o en reconocimientos.

Dylan menciona, en su discurso, el caso de William Shakespeare que se consideraba ante todo un dramaturgo, un hombre de teatro que escribía para que sus palabras fueran representadas, y que no se sabe si él estaba consciente de que lo que hacía era literatura. Según menciona Dylan, lo más seguro que en su mente, cuando montaba Hamlet por ejemplo, estaban otras preocupaciones como cuáles actores eran los más indicados, cómo sería la representación en el escenario, si era correcto que la obra fuera ambientada en Dinamarca.

Opina además que también tenía otras preocupaciones más mundanas como el financiamiento, los asientos para sus mecenas y dónde conseguiría un cráneo humano por ejemplo. Lo importante era, seguramente, todo aquello que le permitiera llevar a cabo su visión de manera magistral hasta el último detalle.

Entregarse a su obra y trabajar duro para hacerla una realidad es el trabajo del escritor. Quien crea pensando en el reconocimiento lleva las de perder. Comprobado. Por otro lado, el tema de tener en mente al lector cuando se escribe es debatible.

Hace años unos estudiantes universitarios, de la carrera de Mercadeo, me entrevistaron. Uno de ellos me preguntó “¿cuál es su público objetivo a la hora de escribir?”. En ese momento puse el grito en el cielo y traté de explicar que al crear literatura no se se piensa en tal cosa, en todo caso, el público es cualquier ser humano que pueda entender y sentir el mensaje que se quiere transmitir.

Sin embargo, con el tiempo, he notado que dentro de los cursos y talleres de escritura, que se imparten tanto aquí como en otros países, sí se enseñan técnicas para llegar a cierto tipo de público, especialmente clasificados por edad. No me parece mala la idea, pero considero que ante todo el artista se debe a su obra, debe respetarla y no modificarla para complacer a los demás.

Concursos literarios: ¿son una oportunidad?

Cada quien habla de la fiesta, o de los concursos, según cómo le fue. Hay quienes los detestan y les echan pestes, pero hay otros que les agradecen haberles dado un “empujón” en su carrera. También hay gente que se pregunta si debe o no participar, si en realidad tendrán alguna oportunidad de ganar, incluso si hay honestidad en su organización.

Luego de algunos años en el medio, tengo cierta experiencia en los certámenes. Estoy dentro de los que los han ganado algunos, pero también he participado en un par sin éxito, además he sido jurado calificador en otros. No se puede hablar en general sobre ellos, hay de todo tipo, pero en general son transparentes.

Hablé al respecto con el editor Raúl Figueroa Sarti, quien a través de F & G Editores organiza el Certamen BAM Letras. Él opina que en un medio como Guatemala, en donde no hay un mercado del libro desarrollado, los concursos suelen dar la posibilidad a quienes ganan de publicar.

“Las editoriales que apostamos por nuevos valores somos de pequeño tamaño y no contamos con recursos para publicar todo lo que recibimos. Entonces ser galardonado otorga la posibilidad de darse a conocer como escritor”, opina.

Una regla de oro es que no se debe escribir solamente para participar en un certamen. Las obras deben trabajarse siempre y si ya se tiene una terminada, o solo hace falta revisarla, entonces se debería tomar la decisión de participar si coincide con las bases. Al respecto, Figueroa hace hincapié en leerlas bien y seguirlas al pie de la letra. “En el concurso del BAM descartamos a muchos porque no cumplen con los requisitos mínimos”, explica.

Y, aunque suene obvio, se debe enviar la obra ya pulida, no borradores o “intentos”. Cuando he sido jurado, al leer ciertos textos he pensado que la idea inicial era buena, pero lo que mandaron no estaba listo para ser leído por otros.

El dicho popular de que “el que se enoja pierde” es muy cierto en este tema. Es difícil aceptar que quizá la que consideramos nuestra obra maestra no fue del gusto de los jurados. Aunque no se puede negar que a veces hay injusticias, debemos tener en mente que el jurado responderá no solamente a las bases del certamen si no a sus propios gustos y objetividades. Aunque puede haber muchas obras buenas en competencia, solo pueden ganar una.

No ganar un concurso no demerita lo que escribimos, significa que debemos seguir trabajando e intentando hasta que “suene la flauta”.

Ya terminaste tu libro ¿ahora qué?


¿Quién no quisiera tener una carrera literaria que incluya el éxito editorial internacional? Siempre había tenido duda acerca de cómo lograrlo, les comparto mis hallazgos.

El proyecto final de la especialización sobre Escritura Creativa de la Universidad de Wesleyan, que estoy tomando, incluye algunos consejos acerca de cómo hacer para publicar a lo “grande”. Esta hazaña, aseguran, es sumamente difícil pero no imposible. Tiene mucho que ver con el trabajo duro y con la persistencia. Hay que estar preparados para recibir muchos “No” por respuesta.

El escritor Brando Skyhorse, profesor de esta Especialización y ex editor en Grove Atlantic, señala que la mayoría de escritores inexpertos que terminan su libro y luego se preguntan “¿y ahora qué?” en realidad no tienen una obra terminada. “Generalmente este es el momento de obtener opiniones de otras personas. Mejor si no son muy cercanas porque ellos no querrán herir nuestros sentimientos”, señala en el curso.

Es mejor buscar “lectores profesionales”, alguien como un colega escritor, un profesor de literatura o un lector empedernido. Ellos pueden dar no solamente una opinión más sincera sino más específica. En este punto, el autor puede hacerles preguntas directas, es casi seguro que sabe dónde están sus debilidades y debe procurar corregirlas. También se debe buscar ideas leyendo a teóricos y a otros autores.

Por esa razón, Skyhorse recomienda que se esperen algunos meses antes de intentar publicar. Esto depende de cada persona, pero él habla de que al menos deben ser siete meses si es una historia corta. Si es una novela el tiempo que recomienda es de un año a un año y medio.

Skyhorse cuenta que su primer libro fue rechazado unas 70 veces a lo largo de 12 años. Cuando ve hacia atrás considera que esto se debió a que el libro no estaba listo. Ahora piensa que se habría ahorrado muchos rechazos y hubiera publicado antes si se hubiera sentado a revisar con más detenimiento.

No hay que comer ansias, es mejor apartarse un poco de la obra y luego volver a revisarla incorporando los hallazgos propios y el “feedback” de otros. Para llegar a la mejor versión posible incluso recomienda pagarle a un editor y corrector profesional para que sea impecable.

Luego la obra estará lista para ofrecerla para su publicación. Para lograr la mencionada carrera literaria internacional, en la actualidad se debe conseguir un agente literario y así poder acceder a las más grandes editoriales.

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