(Columna publicada el 8 de Agosto 2016 en el Diario de Centroamérica en el espacio Letimotiv).
Cuando queremos elogiar a alguien es común decirle que es
talentoso, como queriendo decir que tiene un don especial. Tristemente, cuando a
alguien a pesar de su entusiasmo no le suena la flauta, se suele decir que “no
tiene talento”.
Ante esa lapidaria palabra, no es raro que el escritor, o
aspirante a serlo, se pregunte seriamente ¿tengo talento? La noción de esta
virtud ha ido cambiando con los tiempos. Aunque se puede resumir como la capacidad
para el desempeño de algo, hay mucho más involucrado.
Rosina Cazali, crítica y curadora con especialización en
arte contemporáneo, señala que la palabra talento mide habilidades. “Tradicionalmente
con ella se asumía que solo algunas personas tienen talento y muchas otras no.
Ese ha sido, por muchos siglos, la base del entrenamiento artístico clásico”,
dice la experta. Por siglos, este talento de unos cuantos supuso la capacidad
de desarrollar y controlar habilidades técnicas que le permitieran alcanzar la maestría
e incluso la perfección.
Pero los tiempos han cambiado y el arte ha evolucionado por
lo que hoy se enuncia desde dimensiones menos reglamentadas. Basándonos en esto
podemos decir que la disciplina, la observación y el pensamiento creativo pueden
alcanzar resultados brillantes y no precisamente basados solamente en el
talento.
Por esa razón, ahora la producción artística estimula las
dudas, la experimentación, la investigación e incluso los errores. Ya no hay
artistas infalibles ni perfectos, sino dinámicos y que retan al público.
Ya aterrizando en la literatura, específicamente en el campo
de la narrativa que es lo que más conozco, hay narradores naturales que tienen
una imaginación desbordada y que pueden inventar mundos con facilidad.
Podríamos decir que tienen talento para eso.
Pero a la hora de poner esas historias por escrito algo
suele “faltar”. Ha de ser esa falta de disciplina y dedicación para aprender a
trabajar con el idioma como lo hace el escultor con el mármol o el bronce, y
luego experimentar creativamente con él.
El talento además del deseo y la habilidad de narrar, o
hacer poesía, tiene un componente técnico que debe ser dominado para que la
obra quede plasmada como la pensamos, como la soñamos, como la adivinamos. El
lenguaje es la materia prima, es como un barco mágico que puede llevarnos a
donde queramos en el tiempo y en el espacio, pero solo si sabemos tomar el
timón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario