jueves, 12 de marzo de 2009

No es fácil dejar de discriminar


Es cierto, pero hay que hacer un esfuerzo. Es el colmo que tengan que venir a explicarnos a los periodistas cómo debemos escribir siendo incluyentes. Si bien pocos son los que caen en los insultos, pero los hay, la mayoría somos paternalistas e indiferentes a la hora de escribir sobre temas que puedan herir sensibilidades.
La discriminación más común es la racial. Me da tristeza comprobar cómo compañeros y compañeras ven a los indígenas como actores “lejanos” y folklóricos en el mejor de los casos. En el peor, los consideran feos, tontos y ridículos. Sin embargo, oficialmente no lo dicen porque saben que está mal. No se dan cuenta que no solamente son los dueños originales de estas tierras, sino que son la mayoría de la población.
Los indígenas, al menos los que conozco, son maravillosos. Quizá más reservados que los ladinos, pero por lo mismo más dueños de sus acciones pues meditan más antes de actuar, y de hablar. Admiro sus luchas, su coraje, su forma tan decidida al hacer lo que se proponen. Otro gran atributo es su franqueza, que igual da la bienvenida fraternal que un putazo cuando es necesario. Me encantaría ver, si es que vivo lo suficiente, el día en que “resurjan” y tomen el lugar que les corresponde. Para el mundo somos valiosos por ellos, por lo que hicieron sus antepasados y lo que hacen ellos ahora con valentía. Qué daría por tener más sangre indígena. Ellos no son indios, ni inditos, ni naturales, ni de traje, ni del monte, son Mayas no solamente por una conquista política, sino por derecho propio.
Qué duro es darse cuenta que en nuestro medio, con lo que hacemos, validamos una única cultura occidental, muuuuuy agringada. Específicamente, apoyamos el tipo de belleza a lo Hollywood. Entre más canche y blanco, mejor. ¿Y el resto? ¿No somos bonitos? ¿cuándo habrá una portada de revista con nuestra verdadera belleza? Por eso hay (habemos) tantas peliteñidas que hasta se ponen (nos ponemos) lentes de contacto. Por eso critican a Norma Cruz porque se puso un huipil al recibir un premio en Washington, de manos de Hillary Clinton y Michelle Obama, en lugar de un traje de “marca”.
La ley que castiga la discriminación hará cambios, estoy segura. Por lo menos lo pensarán antes de insultar, se morderán la lengua. No importa si por miedo, pero nadie volverá a gritarle a una Doctora Honoris Causa y Premio Nobel de la Paz los insultos más inverosímiles.
Yo discrimino también. No lo niego. Tengo prejuicios contra los conservadores, sobre todo los religiosos, así como contra los militares en general. Sin embargo, no les ando diciendo insultos. Bueno, ahora que recuerdo, tengo que reconocer que cuando junto a mis compañeros de la USAC pasábamos cerca de la policía o algún grupo militar gritábamos “!cómo hiede a mierda!”…

4 comentarios:

David Lepe dijo...

Jaja, hiede esa mierda.
Buena reflexión amiga y compañera.

Juan Pablo Dardón dijo...

Neh. Me gusta más cuando no escribís panfletos. Saludos Masaya.

Andrea dijo...

Solo pasaba a avisarte que te deje un premio en mi blog. Abrazos.

klavaza dijo...

Excelente Jessica, y me temo que Juan Pablo califica dentro del conjunto definido en tu nota. Muy buena, muy cierta.