Eso me ha
dejado pensando mucho. Estando en la universidad y metida en diversas
organizaciones “de izquierda” empezó mi rechazo a los militares, gracias a mis
lecturas y conversaciones con los compas. Era lo más natural, como si fuéramos
enemigos naturales.
Sin
embargo, crecí en un mundo donde el papel de los militares era considerado
importante y de prestigio. Esto ocurría en medio de la guerra, cuando no se
sabía en detalle todo lo que ocurría en realidad en el interior. A la ciudad
sólo nos llegaban las noticias oficiales dónde, claro, los héroes eran los
chafas.
Estudié en
un colegio católico de la zona 5 que está muy cerca del Campo Marte (el patio
colindaba con la escuela de equitación del ejército). Un colegio austero, ni
bonito ni feo, académicamente muy bueno y que aceptaba jovencitas de todo tipo.
Habíamos muchas del barrio, hijas de obreros y comerciantes, gente sencilla.
Pero además había hijas o familiares de militares. Algunas venían expulsadas de
colegios “caqueros”, pero a otras sus
padres querían enseñarles algo al inscribirlas en un colegio promedio. Vivían
en la zona 16, en la colonia “Lourdes” y sus alrededores (algunas, como V.
vivían en grandes terrenos que más parecían granjas).
Allí se creía
que estar emparentado o relacionado con algún miembro del ejército tenía algo
de glamour. Para terminarla de fregar, estaba de moda “La incondicional” de
Luis Miguel, en cuyo video se podía ver
una romántica historia de amor imposible entre una colegiala y un cadete. Mis
compañeras suspiraban por los estudiantes del Adolfo V. Hall o de la
Politécnica, sobre todo vestidos de gala (yo suspiraba por un guitarrista). Que
te invitaran a uno de sus “bailes” era algo que te daba status (yo fui una vez
acompañando a un primo que no encontró con quién ir, fue una experiencia
bastante aburrida, estirada y fría, nada parecida al video clip del mexicano).
Claro, con
el tiempo comprendí que quienes miraban de lejos a los militares solo apreciaban
la fachada, el brillo y la pompa. Pensaban que ser novia o esposa de un oficial
era sacarse la lotería, que se aseguraban una vida de comodidades y mimos. Sin
embargo, también descubrí que las que estaban adentro vivían muchas veces realidades
muy poco románticas que incluían infidelidades, indiferencia, machismo y
violencia intrafamiliar que se vivían de la puerta para adentro.
Nunca voy a
olvidar a V. cuando le tocaba hacer la oración de la mañana. Ella era una patoja
flaquita, obediente y calladita, pero había algo de tristeza en su mirada. Tal
vez era solo mi imaginación. Estábamos en 5to secretariado bilingüe, era el año
1989, en su plegaria además de pedir por nosotras y nuestras familias, ella con
los ojos cerrados, casi a punto de llorar, le pedía a Dios por los
“especialistas” del ejército que estaban luchando por la patria. Yo era muy
ingenua todavía y no sabía de qué hablaba.
Cuando me
enteré qué eran los especialistas y cuál era su trabajo, me sentí muy ofendida
por haber sido parte de esas oraciones. Menos mal nunca tuve verdadera fe, así
que de mi parte esas peticiones no creo que hayan servido de nada.
Está claro
que gente como V. y su familia ahora no entienden a los que vemos con horror lo
que realmente pasó en la guerra y pedimos justicia. Para ellos esos militares
son héroes a los que hay que honrar. Lo tienen metido en su cabeza desde niños.
Me gustaría ahora hablar con V. y preguntarle si volvería a rezar por un
torturador, pero casi puedo oír su larga e indignada respuesta como la misma de
ayer, la incondicional, o sea que mejor no lo haré.
3 comentarios:
esta narracion me hace recordar aquella cancion que pasaban en el canal 5, donde una nina indigena le manda una carta a su hermano que es cuque...si te acordaras la cancion decia: "un soldado, es un ser, un amigo, un hermano...'' por supuesto yo era una nina talvz de unos 6 anos. Nunca desconoci la verdad tras los chafas, ya que mi padre RIP, quien trabajo por mas de 25 anos en la gloriosa Universdiad de San Carlos, me narraba las verdades de la guerra. De hecho, mi papa fue uno de los que levantaba en los talleres de la Editorial Universitaria el "No nos tientes'' en los anos ochentas.
Qué buena onda que tuvieras un papá así, qué lujo!
Interesante Jessi!! Y muy cierto!! Viven de la puerta para adentro, el maltrato militar hacia los hijos! Y los patojos en la calle tratan a los demas como a ellos los tratan en casa, con prepotencia! Pobres chafas!
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