lunes, 5 de octubre de 2009

Duerme, duerme Mercedes


Cuando entré a la universidad solamente conocía a Silvio Rodríguez y creía que era lo único que había que oír. Los jóvenes ilustres que conocí en mi amada AEH me enseñaron que había más, mucho más, que escuchar de la música Latinoamericana.
Con especial cariño, me presentaron a Mercedes Sosa, que ellos llamaban cariñosamente “la negra” como quien habla de una entrañable compañera.
Durante los largos años que caminé con ellos las peripecias del movimiento estudiantil y popular, su peculiar voz nos acompañó. Más de una vez nos dio aliento en el cansancio, o puso la esperanza en algún momento triste de muerte y balazos, o la dulzura cuando había hostilidades.
Me imagino a los millones de soñadores y luchadores que acompañó a lo largo de América Latina. Entonces solo puedo imaginar el dolor que embarga a tanta gente ahora que se fue “la negra”, que se apagó su luz.
Mi corazón está con esos muchachos al parecer duros e infalibles que al oírla se ablandaban y callaban. Para ellos el pésame. A ella, a la grande entre las grandes, un profundo agradecimiento por ponerle música y poesía a las luchas de nuestros pueblos en las horas más críticas.
Al igual que Alfonsina, con quien ha de estar dando vueltas entre las nubes del cielo, vivirá por siempre a través de su obra, de su creación. He ahí la grandeza del arte, de la poesía, de la sencillez.
Solo le pido a Dios, Mercedes, que tu canto siga vivo entre quienes necesitan sentirse humanos, solidarios, llenos de amor. Tu plegaria de que la reseca muerte no te encontrara vacía y sola sin haber hecho lo suficiente fue escuchada. Bravo, Mercedes.