lunes, 18 de junio de 2007

receta



Receta para que no muera el romance: enamórese de una buena persona, incapaz de hacer alguna canallada. Luego, asegúrese de que además de que le gusta físicamente y hay química, le admira por lo que es y lo que hace. Recuerde: la belleza es pasajera. Un looser bien parecido, sigue siendo un looser.
No olvide que deben tener muchas cosas en común para tener tema de conversación y cosas que hacer. Pero OJO: tampoco debe ser otra versión de usted mismo, pues el misterio y la sorpresa también son vitales.
Además de lo que ya se sabe (respeto, detalles, comprensión, paciencia, ETC), es importante agregar la idea de que no lo tiene seguro. Nadie es propiedad de nadie, así que esté en plan de conquista todo el tiempo. No escatime esfuerzos. No deje que la rutina le invada.
Y por último, en el climax del romance y para volverse locos el uno por el otro, aléjense unas semanas al año. Pareciera una tortura, y lo es, pero el resultado final cuando se vuelven a ver, cuando vuelven a verse a los ojos luego de una espera que parecía interminable, valen la pena. Habrán juegos pirotécnicos otra vez.
Heme aquí contando cada hora, minuto y segundo para volver a tocar esas manos, como quinceañera.

Cuando tus manos salen amor hacia las mías
qué me traen volando
por qué se detuvieron en mi boca de pronto
por qué las reconozco como si entonces antes
las hubiera tocado
Como si antes de ser hubieran recorrido mi frente,
mi cintura,
su suavidad venía volando sobre el tiempo
sobre el mar, sobre el humo,
sobre la primavera
y cuanto tú pusiste tus manos en mi pecho
reconocí esas alas de paloma dorada
reconocí esa greda y ese color de trigo
Los años de mi vida yo caminé buscándolas
subí las escaleras, crucé los arrecifes
me llevaron los trenes, las aguas me trajeron
Y en la piel de las uvas me pareció tocarte
La madera de pronto me trajo tu contacto
la almendra me anunciaba tu suavidad secreta
hasta que se cerraron tus manos en mi pecho
y allí, como dos alas, terminaron su viaje

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