jueves, 7 de junio de 2007

¿Eres tu maestro?


Uy, no quiero volverme una de aquellas personas que se la pasan hablando de su pasado, pero me pasó algo raro.
Cuando entré a la USAC (hace uuuuuuuuuuuuu) estar en el Honorable Comité de Huelga, así como en la AEU, era un honor, algo que uno se ganaba. Para nadie es un secreto que las cuatro facciones de la URNG trabajaban activamente en la USAC (no-te-creo), por lo que sus cuatro cabezones pues representaban a cada rama. Tons, para llegar al Honorable tenías que ser alguien en tu organización.
Pues corría un año de la década de los 90 (no voy a decir cuál), y era mi primera declaratoria de huelga. Ahí estaba yo, con 18 añitos encima, rubia y colocha conociendo por primera vez la fiesta de la vendimia en mi alma mater.
De pronto, hubo un alboroto, algo así como cuando llega el mero mero. Nuestro “sope”, o representante de Humanidades ante el Hono, llegaba escoltado por su guardia personal (contrario a lo que piensan, los aspirantes se sentían honrados de ayudar a los “negros”). Iba rodeado y casi no se le distinguía. Hice mis colochos a un lado para ver bien la escena.
Como era aspirante a encapuchada y a militante entré a la misteriosa sede del Honorable Sub Comité de mi facultad, donde los muchachos se quitaban la capucha, en especial ante una chica nueva. También nuestro “sope” se había descubierto la cara y hablaba de política o algo así, y bebía el licor puro y como si era agua. Yo lo veía entre admirada y asustada.
Pasadas las horas, no podía levantarse y sus guardias lo llevaban de un lado a otro, hasta al baño.
Eso fue hace mucho tiempo, Guatemala cambió y el mundo también. Ahora soy una madre que debe proveer a su hogar, así que voy frecuentemente al mercado Colón, rodeado de charitas. Pero hubo uno que llamó mi atención. Andrajoso como los demás, hablaba cosas raras, filosóficas y enredadas. Nadie lo estaba escuchando, parecía estar hablando con las gotas de lluvia que se escurrían de la pestaña en la que estaba cubriéndose, sentado en una sucia banqueta.
Detuve mi marcha y lo vi unos segundos. ¡Era él! Nuestro representante ante el Hono de hace tantos años, uno de los pre claros muchachos que quería cambiar el mundo.
No sé si me reconoció (ahora nada de cabellera rubia ni colochos), pero noté un poco de pudor ante mi mirada y se abstuvo de pedirme para su trago, como lo hizo con la persona que paso antes que yo. Se lo hubiera dado.
Gulp.

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