Escribo
este posts luego de un largo fin de semana de andar de socialité, soccer mom y
de host (todo escrito en inglés a propósito). No sé ni siquiera si hará
sentido, miremos.
Dice un
dicho “feministas hasta que se casan”. Detesto ese pensamiento, porque la gente lo
dice a la ligera sin tomar en cuenta muchos factores, es cierto que en muchos
casos aplica, pero en otros no. Además, también deberían decir “machos y
donjuanes hasta que se casan”.
He tenido
un tema en la cabeza desde hace unas semanas: lo que conlleva ser amas de casa y madres en Guatemala. Y he estado pensando en eso por dos razones: dos blogs. Uno está es parte de la
Revista Contrapoder y se llama el Blog de mamá firmado por una joven madre
profesional, y el otro se llama The housewife wannabe y lo hace una guapa
señora que así se “distrae”.
Ambas
publicaciones han provocado críticas de cierto sector. En pocas palabras, sus
detractores consideran que con estos blogs son un atraso para la mujer, que es
una vergüenza y que deberían desaparecer.
Por
curiosidad, como muchos otros, fui en busca de ambas vitácoras. No vi nada
diferente a otros tantos sobre el tema, a miles de artículos que se publican
diariamente. ¿Por qué entonces han molestado tanto?
Hace unos
años hubiera pensado igual. Yo creía que con cada generación la vida de las
mujeres debía ir evolucionando, es decir, que nuestras madres y abuelas estaban
equivocadas. Que fueron presas de una sociedad que les impuso una vida que quizá
no querían. Sin otra opción en la vida,
fueron madres y esposas tristes, frustradas, oprimidas.
Con eso en
mente, para mi era inconcebible que las mujeres modernas, más evolucionadas en
todo aspecto, pudieran querer esa vida despreciable de las generaciones
anteriores.
La sorpresa
fue cuando todas las chicas que me rodeaban empezaron a casarse y, claro, a
parecerse mucho a sus madres y abuelas. ¡Pobres! Pensaba yo, han sido
“vencidas” por el sistema patriarcal, sufrirán, serán infelices, según yo era
una tragedia. Yo seguía fiel a mis ideas, sentía cierto desencanto por mis
contemporáneas.
Pensaba que
la generación posterior, las más jovencitas, serían las verdaderas pioneras del
feminismo en Guatemala. Pero en lo que va de este nuevo siglo descubrí que ellas
todavía buscaban con ilusión la vida tradicional de la mujer (casarse y tener
hijos), no quieren cambiar las tradiciones y a la mayoría el feminismo les suena como
algo de pasado de moda.
Cada día
veo más bodas, más embarazos, más gente comprando sus casas en los suburbios,
organizando despedidas de solteras, baby showers, piñatas. Creo que mi lógica
de juventud no era la correcta. Ahora, más vieja, pienso que lo que evolucionan
son las condiciones en las que nos desenvolvemos, la equidad y la igualdad,
pero los deseos del ser humano de procrear y tener un techo sobre su cabeza son
eternos.
A mi
también me llegó el turno, por allá de los 32 años empecé a pensar seriamente en
tener un hijo. Como dice el lugar común, el reloj biológico empezó a hacer tic
tac. Resultado: 9 años después estoy enamorada y tengo un hijo en edad escolar, me preocupo por educarlo bien,
por llevarme bien con mi pareja, me afano por combinar todos los aspectos de mi
vida de manera equilibrada, y porque mi casa sea confortable y que en mi mesa
haya buena comida, todo tratando de verme siempre bien, nunca fodonga.
Sí, la vida
me acercó peligrosamente a esas mujeres que criticaba y compadecía. No soy
esclava de mi hogar, tengo quien me ayude, pero sí me interesan los detalles.
Por
ejemplo, odiaría que me regalaran una plancha para mi cumpleaños, pero cuando
descubrí que las mangas abombadas se arrugan más de la cuenta, salí corriendo a
comprar una plancha de vapor y me encanta. Es como cuando uno arma su oficina:
para hacer bien el trabajo diario, la equipas y te esfuerzas porque todo esté a
la mano.
Antes me
burlaba de Martha Stewart, porque su cabello me parece feo y porque se fue al
bote por no pagar impuestos, pero luego por cuestiones de trabajo conocí su libro Entertaining y me encantó. Hay algo encantador
en recibir gente en tu casa para hacerlos pasar un buen momento, empecé a como
jugando a la casita, pero poco a poco le agarré el gustillo. Claro, mis
reuniones son bastante etílicas, bulliciosas y largas, pero el papel de
anfitriona me encanta!
Eso me hace comprender, en cierta medida, a quienes se quedan enamoradas de ese papel tan antiguo.
Esas dos
mujeres que escriben sus blogs, Corinne Dedik y Bárbara de Marsicovétere en
realidad representan a millones de mujeres que quieren hacer un papel de madre,
esposa y ama de casa de la mejor manera. ¿Qué le vamos a hacer? Quieren una
guía en el camino, quieren compartir con otras sus inquietudes, es natural.
Lo que a mi
me gustaría es que eso no fuera el centro de sus vidas y que todas, toditas, lo
hagan por elección y no por la fuerza ni por resignación. Porque, claro, una cosa es ser un ama de casa
y otra una mujer maltratada. Las segundas no necesariamente son de las que se
quedan en casa, las hay de todo tipo y profesión.
Todavía es
sorprendente para mi es que una mujer que pudo haber elegido cualquier otro
camino en su vida, decida ser ama de casa. Es más, que aspire a ser una perfecta,
tipo Stepford wife.
Eso es simplemente
agotador… y creo que imposible. Yo necesité un trago a media noche de este domingo
para aceptar que mi fin de semana, mi adorado fin de semana, se me fue volando
en actividades, mandados, tareas, compras, llamadas, visitas y compromisos.
El
sentimiento es confuso, a parte de que me duele la cara y la cabeza de tanto
hablar y sonreír, mi egoísmo de antaño me hace sentir que debí haberme dedicado
más tiempo a mi, a mi adorada yo. Porque, encima, ya está empezando una semana
que se pinta dura y yo no recargué mis baterías…
Salud por
las que hacen todo eso y todavía se van a dormir con una sonrisa en los labios,
descansando su bella cabeza en una almohada ortopédica que huele a lavanda
envuelta en una sobrefunda de algodón egipcion de 300 hilos… esperando la
semana que empieza para hacer la vida de los que las rodean más bella y
deliciosa…
Salud!
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