martes, 21 de julio de 2009

Soy como el perro coraje


Me gustaba mucho esa caricatura, ahora creo entender por qué. Un cobarde confeso se sobrepone a las peores situaciones con una valentía que tiene más mérito que si viniera de un valiente.
Yo creía que antes era más valerosa, pero no. Lo que pasa es que antes no valoraba la vida, mi vida, y tenía menos que perder. Ahora las cosas son diferentes en mi vida.
Tirarme de un taxi no fue nada comparado con lo que viví el sábado 11 de julio 2009, que pudo haber sido el último día de mi vida. No puedo contar detalles (lo prometí), pero fue como la suma de todos mis miedos. Balazos, persecución, golpes, amenazas, la noche oscura y nadie para ayudarme.
Cuando al fin llegué a mi casa, con el carro maltrecho y manchado con sangre, tuve miedo de mí misma. He estado sufriendo problemas nerviosos desde hace ya algunos meses (desde lo del taxi). Por eso pensé que me daría un shock nervioso, que me daría un ataque o algo así. Pero no. Miraba todo en conjunto como algo irreal.
Cuando se lo conté a mi terapeuta, ella me hizo ver lo valiente que había sido. Hasta ese momento me di cuenta que había reaccionado de tal manera que había resuelto la situación. Yo, la susceptible y enfermiza, en lugar de huir y acurrucarme aterrorizada, me había enfrentado a mis peores miedos, ofreciendo el pecho si era la hora de morirme.
Claro, he estado teniendo malos ratos y un poco de estrés pos traumático (no quería subirme a mi carro cuando lo fui a traer al taller), pero no estoy tan mal como pensaba.
Pude haber muerto, pero no fue así. Eso es lo que cuenta.
Pero me están pasando otros fenómenos. Para empezar, me siento un poco menos vulnerable. Es decir, si en esas horribles circunstancias salí ilesa, creo que puedo ir por la calle a la luz del día entre la gente y no pasará nada malo.
Pero, por otro lado, mi pesimismo ha crecido. Para colmo, fui al funeral de un bello bebé, hijo de una compañera de trabajo, y otra vez me enfrenté a la mortalidad, a lo frágil de la vida. Ver a un padre besar y besar a su hijo antes de enterrarlo fue algo que todavía me tiene con una actitud sombría.
En estas circunstancias, no tengo paciencia, no tengo humor para nada ni para nadie. Me di cuenta de eso el sábado, cuando asistí a una fiesta de disfraces. Me encanta disfrazarme, entrar en personaje, ser otra. Y ahí estaba tratando de sentirme otra hasta que me cambiaron el soundtrack y, de pronto, una furia se apoderó de mí. Rematé con mis queridos amigos de siempre (lo siento mucho), quienes solamente estaban pasándola bien.
Me doy cuenta que no estoy bien, todavía no. ¿Es que algún día lo estaré?

8 comentarios:

Ingrid Reyes dijo...

Jessy...aunque no conozca detalles agradezco a la vida que sigas aquí, eres alguien muy especial y te queremos muchísimo. No tengo palabras para expresarte lo que siento.

Stanley Herrarte dijo...

amiguis... ya sabes que si te puedo ayudar en algo, con mucho gusto, Vale? y gracias por el momento tan agradable de el sábado... que chilero compartir con una estrella (y su grupii) de verdad. salud!!!

Anónimo dijo...

creo que es necesario exteriorizar los detalles, si los mismos no comprometen tu seguridad, para purgarte...

Anónimo dijo...

hay una forma de terapia conductista que se llama debriefing, que funciona muy bien y rápido para el stress post traumático. en GTZ te pueden decir quienes se han capacitado en el país para que te apoyen, en esos casos no sirve la psicoterapia clásica y dados tus antecedentes no te conviene medicarte mucho.

klavaza dijo...

Hay dos caminos, como en la Alquimia, para la vida: la vía seca y la vía húmeda. Yo también quise alguna vez que mi término de vida se acabara lo antes posible, en vez de que fuera una llama que consume su combustible con lentitud, hubiese querido sólo una llamarada, un instante más breve que el de Sartre. No sé si al fin me abatí ante la gran enemiga, la vida, o si, como decís, me apoltroné en las comodidades filosóficas porque, a pesar de todo, también tendría algo que perder. La curiosidad, otra insana enemiga, me mantiene aquí y tal vez el morbo por ver si mañana, por fin, se arreglan las cosas. Sí enfrenté, como tú, momentos horribles, pero para mí lo peor viene desde dentro. No hay calles, ni callejones, ni destinos a donde correr a refugiarse. Para destruirlos, tendría que destruirme yo mismo. Como decís, también, ver partir a un bebé me hace reflexionar. Sí, puede ser, podría ser un regalo la vida, ese instante de Sartre es para atesorarlo mientras dure. Por eso me cambié a la vía húmeda, al consumo lento, al descubrimiento. Pero fue muy en contra de mi buena voluntad. Me ganó la vida.

thisisnotabloggerblog3 dijo...

Abrazos, Jessica.

Duffboy dijo...

Espero que los caminos de la vida, suena la canción, te brinden perspectivas para el uso que mejor le puedas dar. Life is hard, y hay días donde se evidencia más. Saludos.

Angélica dijo...

Siento mucho lo que te paso, a Dios gracias entre todo lo malo estas bien.