sábado, 5 de mayo de 2007

Bendito oficio


No se puede vivir de escribir literatura, no en Guatemala. ¿Se imaginan? Firmaba un contrato con tal editorial por tantos cientos de miles por escribir, digamos, unos dos libros al año. Luego salía a investigar, a recolectar, a vivir. Al final, volvía a mi depobunker (diría Maurice) a escribir. Sueña, Jessica, sueña.
En cambio, soy periodista. Es una profesión muy digna e interesante. Gracias a ella, puedo entrenar mi oficio todos los días, como el atleta que se prepara para las olimpíadas. Además, me ha permitido ver la realidad desde muchos puntos de vista, no solo el mío. Como dijo alguien, a ver si el Pato me ayuda, “un periodista es un ignorante al que se le permite aprender en público”. Conocemos de todo, no somos expertos en nada.
Por otro lado me ha permitido conocer a gente muy estimulante, y me pagan por ir al teatro, la ópera y a actividades culturales de todo tipo. Además, recibo lo último que se publica. Así que no me estoy quejando, bueno, un poco.
Lo que pasa es que también debo escribir sobre zapatos, ropa, cosméticos, muebles y otros artículos para la vida moderna. Y cada tres semanas me toca acudir a eventos más bien insoportables.
Tres ejemplos. Modelos. Existen agencias de modelaje que explotan el sueño de las chicas bonitas de ser modelos. Las pobres, no ganarían ni un concurso en su cuadra, una cosa es ser bonita y otra tener un físico digno de las pasarelas. Pero bueno, ellos les quitan su dinerito por inscribirse en cursos y concursos. Claro, hay un par de excepciones, pero la mayoría son bien gachitas. La fotógrafa que me acompañó a un casting (sí, ellos usan esa palabra) se enfrentó a patojas infotografiables. Una de ellas, además de que su brasier negro salía de su blusa blanca, tenía un estropajo por cabello que encima le caía en la cara. Quisimos ayudarle a mostrar la cara en la foto, así que movimos un mechón de su lugar. Error. Así descubrimos un nido de piojos y liendres que nos dejó asqueadas. Y, claro, ella y las demás salieron en la foto orgullosas. Creo que el modelaje es una rama de la actuación, mis respetos a los verdaderos maniquíes, pero esto….
Segundo ejemplo. Concursos de belleza. Mi primer concurso como periodista fue en el Teatro Abril. Llovía y todo parecía tétrico. Las participantes arregladas tipo Dinastía ó Dallas, o sea grandes cabelleras y maquillaje exagerado de los ochentas, pasaban cual palos, tiesas y con una sonrisa congelada que asustaba. Nunca hablaron, nunca mostraron ninguna reacción humana. Cuando anunciaron a las finalistas y a la ganadora, nadie se sorprendió. No se supo cómo la eligieron, ni ella se mostró contenta. Fue lo más raro que he visto en mi vida. Me gustan los concursos de belleza donde se elige a la flor del pueblo para que sea la soberana de la feria titular, eso es auténtico.
Y por último, los espectáculos populares. Respeto mucho la música popular, las marimbas orquestas como Checha, Fidel y hasta Palangana. Sé que a mi gente del pueblo le gusta bailar y oír letras sencillas Lo que no aguanto, son los espectáculos que explotan a la mujer y manipulan la mente. Cosas del feminismo izquierdoso.
Anoche fui a ver Aventurera. Fueron las dos horas y media más largas de mi vida. Yo iba pensando, debido a su fama, en Chicago y Broadway a la mexicana. Pues no, es un dramón vulgar y ridículo. Lo que se salva son las coreografías y el vestuario.
Obra clásica de México mis polainas!. Esa pobre Carmen Salinas no tiene ni la menor idea de lo que es el género dramático, porque aun así el teatro popular tiene sus parámetros.
La ridícula, en su papel de matrona traficante de mujeres, se la pasa sermoneando a la gente sobre política, sexo y otros temas que se nota no sabe nada. Aconseja a las mujeres a ser fáciles y complacientes. No sabes si está hablando desde ella misma o está en personaje, todo es disparatado. Como quien dice, la obra no tiene unidad aristotélica.
Como en la mayoría de cosas que hacen estos actores de Televisa, se trata de una chica que cae en desgracia y todos se aprovechan de ella, hasta ciertos repugnantes rabos verdes. Al final, ella logra su venganza y el amor. Piensen en lo peor del cine mexicano, con Alfonso Sayas y el Caballo, y multiplíquenlo por cien, luego pónganlo en un escenario por más de dos horas.
Fue horrible.

2 comentarios:

Duffboy dijo...

El duro precio que debemos pagar! Saludos Jessica, felicitaciones por el libro.

Angélica dijo...

Jessica, Felicitaciones por la publicacion de tu nuevo libro, en hora buena!!! Saludos