Yo miraba a
las adolescentes del barrio escapándose por la ventana para ir a buscarlo, a
las amigas de mi mamá persiguiendo a cierta coqueta para protegerlo, a las tías
solteras añorarlo con resignacióny luto.
Como en la
película de Bambi, cuando somos niños creemos que esa “enfermedad” nunca nos
atacará. Lo cierto es que, sin saber muy bien por qué (aunque hay que culpar a las
hormonas), de pronto llega la primavera de la vida y se vuelve una necesidad
eso de tener un amor, amorío, affaire, romance, pasión, noviazgo. Supongo que
para cada persona es algo diferente, pero opino que en todo caso no inicia en el
corazón sino de más abajo, de las tripas, de un remolino de ganas que se
alborotan en el estómago y más abajo al encontrar a ese objeto del deseo.
Se dice que
es un lenguaje que va más allá de las palabras, que hay algo literalmente
químico que vuela por el aire y te hace querer acercarte a esa persona en
especial. Aunque parece algo mágico, es más bien algo animal y primario. Aunque
eso no se puede forzar, tampoco es suficiente. Hace falta esa otra compatibilidad que
nos hace querer acurrucarnos en lugar de salir corriendo después de hacer el
amor. Y encima, debe ser el momento correcto para ambos para que pueda cuajar.
Yo te vi allí cantando y tocando tu guitarra, como miles de otras mujeres de todas edades en el recinto. Yo no tenía 16 todavía y un rayo me partió en miles de brillantes pedacitos cuando te vi. Sé que suena ingenuo tantos años después, pero al ser la primera vez que sentía ese calor que me quemaba, fue algo impresionante e inolvidable. Supongo que un óvulo dentro de mi tembló y un esperma dentro de ti oyó un llamado…
Yo te vi allí cantando y tocando tu guitarra, como miles de otras mujeres de todas edades en el recinto. Yo no tenía 16 todavía y un rayo me partió en miles de brillantes pedacitos cuando te vi. Sé que suena ingenuo tantos años después, pero al ser la primera vez que sentía ese calor que me quemaba, fue algo impresionante e inolvidable. Supongo que un óvulo dentro de mi tembló y un esperma dentro de ti oyó un llamado…
No era
nuestro momento, era evidente, pero algo se prendió y nunca jamás se apagó.
Toqué tus manos pero fue algo fugaz que quedó impregnado en mi. Lejos, muy
lejos estaba todavía ese primer septiembre.
Pero no
olvidé tus manos. Como dice el poema de Neruda, “Los años de mi vida, yo caminé
buscándolas. Subí las escaleras, crucé
los arrecifes, me llevaron los trenes, las aguas me trajeron, y en la piel de
las uvas me pareció tocarte”.
Diez y seis
años lejos de ti para llegar a ser la que después te conquistaría. Esa niña de calcetas y chongos de 1988 jamás lo hubiera logrado, llena de dudas y temores. Me fui al
mundo para conquistarlo, para que luego él trapeara el piso conmigo. Que me
dejara todas estas cicatrices que ahora tú besas con tanto amor.
Una guerrera, una sobreviviente, que regresa a la patria para ser condecorada y premiada.
El amor es
muchas cosas, tiene muchas caras y voces, es dinámico y toma muchas formas. Cada
quien busca el que necesita, y el prodigio ocurre cuando hay alguien allá
afuera ofreciendo eso que te hace falta en el momento justo.
Lo que yo
buscaba era esa presencia que me hace sentir tan segura, esa sonrisa que me
aplaca los demonios, que aleja los fantasmas, esa luz que me guía pero que
también me da calor. Yo soy lo que estabas buscando también pero que no tenías idea que necesitabas. Me salvaste y yo te salvé, mientras yo me escapé del
caos, tú escapaste de la indiferencia y el hastío.
Diez años
de darnos todos los días ese antídoto mutuamente, de curarnos los males con
miel y también con adrenalina. Los más cursis y los más ácidos. Cuando se acaba
la jornada, allí encima de tu pecho está mi hogar, mi refugio, y cuando el
mundo se me cae encima me acurruco más, me vuelvo pequeñita y me meto en ese
espacio que está en tu costado izquierdo, allí donde huele tanto a ti.
Tus manos,
Pablo Neruda
Cuando tus
manos salen, amor, hacia las mías,
¿qué me traen volando?
¿Por qué se detuvieron
en mi boca, de pronto,
por qué las reconozco
como si entonces, antes,
las hubiera tocado,
como si antes de ser
hubieran recorrido
mi frente, mi cintura?
Su suavidad venía
volando sobre el tiempo,
sobre el mar, sobre el humo,
sobre la primavera,
y cuando tú pusiste
tus manos en mi pecho,
reconocí esas alas
de paloma dorada,
reconocí esa greda
y ese color de trigo.
Los años de mi vida
yo caminé buscándolas.
Subí las escaleras,
crucé los arrecifes,
me llevaron los trenes,
las aguas me trajeron,
y en la piel de las uvas
me pareció tocarte.
La madera de pronto
me trajo tu contacto,
la almendra me anunciaba
tu suavidad secreta,
hasta que se cerraron
tus manos en mi pecho
y allí como dos alas
terminaron su viaje.
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