miércoles, 2 de febrero de 2011

Me gusta cuando callo, porque estoy como ausente…


A veces me quedo callada, por un rato, por unos días, semanas, meses. Un largo paréntesis, un descanso.

Hoy día esto podría parecer raro, en una época donde la gente se siente casi obligada a estarse reportando en el Facebook, en el Twitter, en su blog. No importa si no tienen nada interesante qué decir, lo que vale es decirlo, abrir la boca, decir aquí estoy.

Muchos construyen una especie de máscara a través de sus estatus y posts, se crean un alter ego, lo que quisieran ser. Se muestran controversiales, intelectuales (gracias a ciertas aplicaciones que les facilitan frases famosas), misteriosos, vivos. Algunos buscan problemas, otros la paz mundial.

Solo algunos tienen la palabra justa al teclear. Adoro a los que me informan de cosas interesantes, detesto a los que cuentan que les salió una espinilla o que anuncian cada paso que dan.

El caso más triste es el de cierta chica que en persona me parecía de lo más normal. Sin embargo, según su posts y estatus tenía una vida glamorosa, intelectual y parrandera. Parecía que era el alma de las fiestas, que era “la Darling” de todos.
Pero luego de mucho verla solo de manera virtual, me la topé en un cumpleaños. Parecía apagada, desubicada, sin chispa. Iba de un lado a otro como una sombra, mientras los demás se divertían. Eso sí, cuando empezaron los clicks para tomar fotos, que seguramente terminarían en las redes sociales, entró en personajes y empezó a posar.
Luego se apagó su sonrisa y volvió a las sombras.

Eso me enseñó una gran lección, curiosamente. Aunque callada y desconectada (o quizá más por eso mismo) prefiero vivir la vida (la real, no la virtual) intensamente. Siempre ensayando una historia, rumiando alguna idea.

Y sin darme cuenta, un año nuevo está aquí.

Si tuviera que elegir a puro tubo un propósito de nuevo año, diría que ya no quiero ser peleonera. Defender mis derechos, sí, decir lo que pienso, sí, denunciar lo que me parece injusto, sí. Pero sin despertar el odio en los demás. Los insultos arden como un pellizco o una bofetada, y ya no estoy para esos trotes.

Mejor, amor y paz.

2 comentarios:

David Lepe dijo...

Es un gran propósito. Poco a poco lo lograrás. Y existirás, hasta brillarás más, estoy seguro. Te felicito.

Andrea dijo...

Muy cierto, la vida virtual llega a engullírselo a uno, muchas veces sin que uno lo quiera así o siquiera se dé cuenta, es desgastante y lo deja a uno rodeado de gente que cree que lo conoce a uno y que tiene derecho a juzgarlo por eso como vos ya voy aprendiendo que la vida real y en privado es mucho más linda más rica y sobre todo más completa con la gente real que ha estado allí siempre. Abrazo Masayita