miércoles, 2 de diciembre de 2009

De narcos y tetas


Hoy leí algo sobre la polémica de los libros, películas y telenovelas sobre narcos. Como tema para escribir, para hacer una película, para retratar este fenómeno, es riquísimo. Una verdadera obra de arte puede ayudar a la sociedad a ver desde un punto de vista más humano cualquier tema.

El primer libro que leí sobre el narco fue Noticia de un secuestro, de García Márquez. En ningún momento explota los detalles morbosos del narco y sus excesos. Sobrio, ameno y bien escrito. También me gustó mucho La virgen de los sicarios, libro maravilloso de Fernando Vallejo donde se presencia una orgía de muerte que raya en lo absurdo. Txto bello y terrible.

Pero la mayoría de estas “obras” sobre el narco no son joyas de la literatura. Esperaba más, por ejemplo, de La reina del sur de Pérez Reverte, que me pareció aburrida. Curiosamente, Sin tetas no hay paraíso de Gustavo Bolívar no es tan aburrida, pero tampoco llega a “clásico” de la literatura. Pero El cartel de los sapos de un tal Andrés López ni siquiera la puedo leer, está mal hecha, nada entretenida, es un bodrio. No entiendo cómo pudieron hacer una telenovela de esa cosa.

No me gustan las telenovelas, sobre todo las mexicanas. Las historias son previsibles y encima te las dan a cuentagotas. Más allá de lo mal hechas que están, me molesta la forma en que han influenciado el imaginario femenino, al continuar con el mito de la cenicienta. La mujer pobre pero bella y virtuosa que es rescatada por un príncipe. Por supuesto, hay excepciones. Mirada de mujer, de TV Azteca, hizo historia en los 90s al poner como protagonista a una mujer cincuentona y divorciada, enamorada de un hombre menor. Arrasó con rankings y premios. Otra que me gustó, por chistosa y poco convencional, fue la colombiana Betty la fea. Lo malo, es que en realidad Betty no era tan fea y al final quedó igual que las demás heroínas de las otras telenovelas.

Luego empezó la bulla de Sin tetas, que tiene 3 versiones y contando. A diferencia de las mencionadas, esta novela toca un tema oscuro y complicado. Debo decir que en libro, el autor se centra en el fenómeno del narcotráfico y sus consecuencias. Todo muy bien explicado y salpicado con las experiencias de las chicas “pre pago”. Nunca son heroínas, ni siquiera se perciben simpáticas.

En comunidades pobres de Colombia, donde no hay mucho a qué aspirar, las chicas bonitas deciden intercambiar sus encantos por esa vida que, según ellas, de otra manera no podrían tener. Esto a tan temprana edad como los 15 años.

Los narcos ahí descritos, en su mayoría hombres feos y sin educación, hacen paraísos artificiales en remotos lugares del interior de Colombia, para poder disfrutar de su vida sin riesgos. Así que reclutan a las chicas que llegan en buses repletos a dar sus cuerpos por dinero. Muchas veces, para sostener a una numerosa familia, lo cual hace que incluso a hermanos y padres a apoyen esta “profesión”.

El libro echa luz sobre algo horroroso y poco conocido, hasta entonces. Una triste secuela del narco. Niñas sin inocencia, convertidas en objetos y que por ser tan pobres, tan ignorantes, ni siquiera podían aspirar a ser esposa o siquiera amante del traficante, pues para viajar y para vivir en las grandes ciudades, prefieren a modelos y actrices, quienes aceptan ya sea por las buenas o por las malas.

Pero la telenovela tiene otros tintes provocando otras reacciones. Convierte a un narco machista y despiadado en galán, y a una joven prostituta desorientada e ignorante en role model. Los capítulos pasan y pasan sin que se vean las consecuencias de este estilo de vida. Si bien al final muere, como en el libro, para ese entonces el mensaje está más que claro: para qué estudiar si se puede obtener todo por medio del sexo.

Vi como gustaba a las jovencitas por las razones equivocadas. La empleada de mi casa en ese entonces no se la perdía nunca. Le encantaba, tanto que a mí me llamó la atención. Ella tenía 16 años y muchas ganas de vivir bien sin hacer ningún esfuerzo, igual que la protagonista de la telenovela.

A mí me pareció que nunca entendió la denuncia, lo negativo, lo peligroso. Ella solo veía que al ponerse tetas, el mundo cambiaba para las mujeres. Solo miraba que a cambio de sexo se podía obtener todas esas cosas que ella anhelaba. Le venía del norte todo lo demás.

A esa edad uno es influenciable. Es fácil identificarse con una “heroína”, verse en ella, pensar que lo que le pasa a ella es lo que le pasa una. El problema, es que en el caso de Ana, mi ex empleada, se trataba de una niña solitaria y sin mayor educación, con padres ausentes y problemáticos, que se veía forzada a trabajar para estudiar los fines de semana.

Ana empezó a asustarme cuando empezó a decir que su hermano era sicario, como los que salían en su amada telenovela. Creo que esa afirmación era resultado de su imaginación, su afán de parecerse a la protagonista de Sin tetas, que tenía un hermano sicario.

Ana dejó de estudiar los domingos y empezó a frecuentar a personas nuevas. Mentía a cada rato y se notaba que odiaba su trabajo. Un día se fue al doctor, o al menos eso dijo, y no regresó. Preocupada, la llamé unas 20 veces y no me contestó el celular. Tres días después, apareció con una nueva actitud solo para recoger sus cosas. Realmente no le importada un bledo su trabajo, solo quería salir a vivir. Ahí se fue…

2 comentarios:

Stanley Herrarte dijo...

no te gusto el cartel de los sapos? pero si tan de awebo que es... jajajajajajaa Saludos Jess!!!!

klavaza dijo...

Muy buen análisis, en realidad aplicable a todas las telenovelas, incluidas las gringas tipo Dallas. Por ahí merodeaba un estudio psicológico que pretendia demostrar que las telenovelas son depresogénicas, porque las mujeres que las ven terminan frustradas: el príncipe azul no se asoma nunca. Ahora ya veo, no es un príncipe azul el que debería venir al rescate de la damisela, sino un narco con pisto, armas y mucho sexo.