viernes, 10 de octubre de 2008

Tengo tres capotes


El primero, claro, es el que leo. Es el que me deslumbra con su agilidad narrativa, su ingeniosa forma de describir a las personas, su elegante forma de cotilleo. El que se propuso, y logró, hacer un periodismo diferente.
En general, me bastaban las obras de los escritores para conocerlos. Sobre todo cuando vivieron en siglos pasados, su legado consiste principalmente en su obra.
Pero en tiempos más modernos, muchos también se convirtieron en celebridades de las cuales se sabe más de su vida que de su obra. Capote formó parte de un círculo conformado por gente famosa, por lo que no solamente se dedicó al “chisme”, sino también fue parte de él.
Han llegado a nosotros así innumerables anécdotas en torno a él. Imposible saber si todas las historias son ciertas (como la que me contó José Luis Perdomo el día que probé el vodka), pero todas son fascinantes.
Tenía muchas ganas de ver la película Capote, hace tres años, pues pensé que sería fantástico ver al hombrecillo que tanto me he imaginado hablando y moviéndose. Debo admitir que quizá la anticipación no me dejó disfrutar por completo de la película. Me encantó, claro, la actuación de Philip Seymour Hoffman (uno de mis actores favoritos), tanto, que casi lloré cuando aceptó su merecido Oscar y le agradeció a su mamá, una madre soltera.
Según esta película, Truman era un hombre que jamás perdía la elegancia, siempre nítido con su traje de corbatín y el pelo bien peinado. La voz, aflautada claro, siempre mesurada y elocuente. Un gay reservado, digamos, pero ácido y difícil.
Capote es una película bien hecha, que al estar centrada en la masacre de la familia Clutter y el proceso contra los asesinos, tiene un ambiente sombrío, gris, que contagiaba el horror de semejante crimen. Según me pareció, Truman vio una posibilidad de trascender como escritor gracias a una historia que vio en el periódico, sin imaginar que el proceso sería largo y penoso también para él. Nunca se establece claramente qué tipo de vínculo le une a uno de los asesinos, el de apellido Perry.
Creo que es una joya de aquellas que no entretiene precisamente, que no es fácil de ver, sino que te enfrenta a cierta realidad y permaneces con los músculos tensos esperando que termine. Luego, te quedas pensando largo rato.
Según yo, ese era un retrato acertado de mi admirado chaparro. “Caso cerrado”, pensé.
Sin embargo, un año después salió una película que se basaba exactamente en el mismo período de la vida Capote. Con otro nombre, Infamous, era otra forma de ver el mismo hecho. Vaya confusión, no me cambien el panorama por favor.
No tan famosa como la otra, tuve que esperar a que la pasaran en el cable para verla hace unos días. El actor Toby Jones, muchísimo más parecido físicamente al escritor, nos regala a un simpático gay, no tan planchado que digamos y con una voz escandalosa y chillona con la que anda diciendo indiscreciones a diestra y siniestra. Definitivamente un hombre más mundano y menos intelectual, a punto de caer en la decadencia.
Esta cinta retrata además del proceso de escritura del libro A sangre fría, la frívola actividad social de Capote en Nueva York, con amigas como Diana Vreeland y Babe Paley. Esto le resta solemnidad a la historia, dando a entender a ratos que la compasión e interés del escritor por la historia de los asesinatos era solamente para obtener más información para su libro, y para chismear en fiestas y restaurantes.
Todo cabe dentro de lo posible. Mucho se ha dicho acerca de lo ingratos que somos los periodistas, al fingir muchas cosas (amistad, interés, humildad, sinceridad) con tal de acercarnos a nuestros sujetos, pero una vez terminada la historia, volvemos a ser indiferentes.
Además, dejan bien clarito que entre Perry y Capote hubo una atracción física. Quiero pensar que se basaron en hechos comprobados, y que no se trata de un ardid para hacer más escandalosa la película.
Sin duda, cada persona nos ve de diferente manera. ¿Quién es más fiel? ¿Cuál es el verdadero Capote?
Ante la imposibilidad de saberlo, mejor me quedo con el primero, el que nos guiñe a través de las páginas que escribió. Con ese no hay pierde.

6 comentarios:

David Lepe dijo...

Hola Jessica. Es la magia de la interpretación. Cada quien va juzgando y tomando mensajes por donde quiera y donde pueda.
Nítido, un abrazo.

el VERDE !!! dijo...

esa famita q achacás al gremio periodístico creeme que se mimitiza, a veces supera, a la fama del mundillo gay chapín. Prefiero un puñado de periodistas interesados.

Patricia Cortez dijo...

jessica:
es el segundo el más parecido, capote era ruin y aprovechado. sólo hay que leer sus cuentos para darse cuenta de que copiaba descaradamente la vida de los demás para hacerse fama. además era gay tipo loca, amanerado a más no poder.
mi mamá compraba vanidades y cosmopolitan y allí salía capote, siempre de la mano de socialités (hombres y mujeres) imponiendo modas. una paris hilton de los 60´s, cuando ya iba en decadencia. recuerdo una foto de la primera época de estudio 54, (principios de los 70´) donde capote,con su característico sombrerito y bufanda, saludaba a una mujer que no recuerdo y en el otro extremo se adivinaba andy warhol, otro habitue del lugar.

Juan Pablo Dardón dijo...

Estoy de acuerdo con Patricia. Y por eso me encanta Capote. Saludos J.Low.

Pedro Alejandro dijo...

Para un pregunta, otra pregunta: ¿quien te gustaría que fuera el verdadero Capote?.
Pienso que la imagen que te gustaría tener de este escritor es la que importa ¿no?.

Simple opinión personal.

J M dijo...

Gracias por sus comentarios amigos míos.
Pienso que Capote, como la mayoría de genios, fue muchas cosas juntas. Depende quién lo vio haciendo qué.
Me encanta ese tipo de personaje tan rico, no unidimensional.
Ojalá que cuando pasemos a mejor vida, recuerden todo de nosotros. No solo lo decadente y lo vergonzoso, sino también lo noble y maravilloso.