lunes, 15 de octubre de 2018

La literatura: la cara humana de la historia

La noche de la Usina del argentino Eduardo Sacheri ganó el premio Alfaguara 2016, él es el mismo autor de La pregunta de sus ojos, que luego se adaptó al cine como El secreto de sus ojos.

Como se puede adivinar, la obra está excepcionalmente escrita como un artista con oficio, experiencia y talento puede hacerlo. Eso, en los concursos, es apenas el punto de partida. Aunque es obvio, he visto que algunos en la convocatoria especifican que los textos que se envían deben tener “calidad literaria”. ¿Qué significa eso?

Como lo hemos dicho antes, el oficio literario incluye una amplia preparación y práctica que implica no solo leer mucho sino saber dominar el idioma en el que se escribe. Es muy poco probable que alguien que no sabe armar oraciones y frases con sentido pueda construir un universo con palabras. Cuando he sido jurado en concursos, he visto obras que simplemente no se entienden y hay que descartarlas en las primeras evaluaciones.

Luego, las que se quedan en la competencia pueden ser obras magistralmente escritas y estructuradas. En un concurso tan importante como el Alfaguara, que convoca a los escritores más relevantes de habla hispana, es de suponer que la mayoría de las novelas candidatas presentan un excelente trabajo artístico y creativo.

Entonces, ¿cómo pueden elegir al ganador entre tantas historias buenas? Aunque depende del jurado al que le han encomendado el trabajo, y que pondrá su propio sello a la elección, se puede decir que las historias, como en el arte en general, deben apelar a su tiempo y su escenario pero además deben ser universales. No se trata solamente de una idea interesante llevada a cabo con originalidad, sino que tenga cierto encanto, un “no sé qué”.

En el caso de La noche de la Usina, le pone rostros, almas y sentimientos a la crisis en la economía argentina del 2001. Un hecho que es ampliamente conocido, es explorado y desarrollado con situaciones concretas que nos hacen comprender a nivel humano qué fue lo sucedió, cómo afectó a la gente común.

Pero además el autor le agrega una situación ficticia, una especie de justicia poética que nos hace identificarnos con los protagonistas, todos ellos imperfectos y muy humanos. Es una novela que se lee con gusto pero además deja algo en nosotros al final.

Y así hay muchos otros episodios en todos nuestros países que podrían ser material para novelar, quizá lo que hace falta son escritores dispuestos a explorarlos.

¿Por qué a los lectores les interesa el trasero de una famosa?

Al artista en general no debería afectarle lo que piensen los otros, aunque sean su potencial público. Eso le da autenticidad a sus obras pues no están pensadas para gustar sino para expresarse. Lo mismo sucede con el escritor, como lo hemos dicho antes en este espacio.

Elegir un tema para una historia literaria pensando en qué quieren leer los demás, podría afectar la calidad y “pureza” de la obra. Pero al final, es la decisión de cada creador quien por general guarda para sí sus motivaciones.

Pero en el periodismo la cosa cambia. Esta sí es un tipo de escritura pensada exclusivamente para que guste a un público objetivo. Por esa razón, para elegir lo que publicamos suele estar regido por las tendencias y las métricas de mercadeo. Lo que se busca siempre es subir la audiencia, ganar más clicks, likes y visitas.

Y eso se ha vuelto una tiranía difícil de sobrellevar porque los gustos son volátiles y las tendencias son fuertes pero no duran. Y cuando los números caen hay que hacer lo que sea para subirlos. Temas relevantes quedan eclipsados por otras que no le dejan nada bueno a la humanidad, como el trasero de alguna famosa o el divorcio de algún actor.

Una llega a preguntarse ¿qué es lo que realmente le interesa a las personas allá afuera? ¿cuáles son sus pensamientos al estar frente a un diario o revista, o asomados frente a las pantallas de sus computadoras, teléfonos o tablets?

Una llega a imaginar a una multitud de seres incomprensibles y caprichosos que juntos hacen un oscuro océano difícil de navegar.

Otro fenómeno que se ve es que las redacciones se están volviendo cada vez más pequeñas y con poco personal deben “suplir” todo ese material que sube las estadísticas. Y todo corre a la velocidad de un tuit. Como resultado vemos jóvenes periodistas que no tienen respiro buscando lo que puede gustarle a cualquiera que  esté conectado, quien sea. La forma y la profundidad pueden sacrificarse si el tema es realmente impactante. Se ha visto casos extremos en los que hasta la sagrada veracidad se ha visto abandonada porque primero se publica, para que no nos gane la competencia, y luego se averigua si es cierto.

¿Hacia dónde vamos? ¿No será que el público nos va probando para ver hasta podemos cumplir sus más extraños deseos? Como un niño malcriado e insaciable. Quizá debamos darle unas nalgadas y decirle que lo que pide no le hace bien y que debe crecer.

Los caminos de la lectura

Hay varias formas o “caminos” para adentrarse en la lectura. Sin duda cuando se lee sólo por placer hay total libertad y priman nuestros gustos personales. Lo único negativo es que quizá podríamos ir sin rumbo eligiendo caprichosamente o aconsejados por otros, lo cual no siempre nos lleva a los mejores títulos.

Otra forma de leer es por razones académicas. Cuando se estudia literatura no sólo se lee metódicamente sino que se abarcan todas las épocas y estilos literarios, y se analiza además el contexto social, artístico y filosófico de cada obra. También se aprende a criticar profesionalmente lo cual nos lleva a desarrollar un criterio más amplio. Aquí el reto es leer hasta lo que no nos interesa con el mismo ahínco. Y estoy hablando de títulos que ya ni siquiera se editan comercialmente y hasta cuesta trabajo conseguir y, debido a su antigüedad, hasta entender.

Y hay una tercera forma que descubrí después, leer por trabajo. Las editoriales suelen enviar libros a las redacciones de los medios para que se reseñen y así impulsar sus títulos. Es una ruleta rusa pues nos sabes lo que te va a tocar, puede ser una joya de la literatura o el último éxito de superación personal. Y en medio, todo tipo de material gráfico que viene empaquetado como libro.

Una reseña es una cosa rara, no es una crítica seria. En general, los editores no permiten que se hagan comentarios negativos sobre un libro. Creo que en todo caso, prefieren no publicar nada. Me parece curioso que aun cuando los medios entran en polémicas con todo tipo de temas, sin temor de herir a nadie, cuando se trata de arte no es bien visto señalar los errores. Por lo menos en Guatemala.

Además, existe la creencia que todos los libros son buenos, que lo importante es leer. Tan solo una vez me atreví a criticar abiertamente uno, era de un músico. El texto no tenía ni pies ni cabeza pero gracias a la publicidad que le hacía el mismo autor la gente lo compraba y encima pagaba caro.

Usando el espacio que me habían encomendado para dar mi opinión con libertad, advertí acerca de lo malo que era el libro. Resalté lo positivo que tenía, que en este caso era solo que la historia verídica era impresionante, pero que la ejecución era pésima. Dije que en manos de un verdadero escritor sería un libro memorable.

Solo me gané regaños y enemistades, al punto que de allí en adelante sólo podía reseñar libros para recomendarlos. Fue una lección en muchas maneras.

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