miércoles, 17 de octubre de 2018

Algunos apuntes sobre las antologías literarias


Cada cierto tiempo aparece un entusiasta de la literatura que quiere hacer una antología. A veces es parte de alguna editorial pero también puede ser algún solitario amante de las letras. Eso me parece genial porque de esa manera podemos leer, generalmente en uno solo libro, a varios escritores reunidos alrededor de un tema o generación.

Esta labor favorece a todos. Si los literatos están empezando su carrera, es una excelente forma de darse a conocer. En cuanto a los lectores, así tienen frente a sí a una selección editada y curada por un conocedor que los guía. En el caso de que sea una antología de un solo autor, tenemos la oportunidad de apreciar lo más representativo de su obra.

La palabra antología se refiere no solamente a la recopilación de variados textos según determinado criterio, también implica que lo elegido tiene una calidad digna de ser resaltada. Por eso la palabra de usa también para designar algo realmente extraordinario. “Un gol de antología” dicen los cronistas deportivos.

Como casi en todo lo humano, aquí también hay conflicto. ¿Quién puede decidir sobre la calidad del arte? ¿acaso estamos diciendo que una obra es mejor que otra? Opino, como lo he dicho antes, que esta labor debe ser encargada a un experto, a un erudito capaz de apreciar con elementos analíticos los aportes de cada obra.

Y aun así tendrá problemas para elegir, por lo que al final será su propio punto de vista el que mandará. Esto no pocas veces provoca recelo entre los escritores y lectores que no siempre entienden o aceptan el criterio del antologador.

Pero debemos convenir que es su privilegio y alguien tiene que elegir.

Por otro lado, una antología no es la última palabra en cuanto a un género o a la calidad. Siempre habrá otra recopilación con otro criterio. Lo que sí deberíamos evitar a toda costa es tratar de armar libros convocando a amigos y “compadres”. Si eso ocurre quizá lo más honesto es llamarle “colección” o “compilación “ o algo parecido.

A mí me ha pasado que me han convocado a participar en antologías personas que no me conocen personalmente pero un texto mío les ha gustado. Aunque no se lo digo a muchos, eso me llena de satisfacción porque puedo decir que mis cuentos hablan por sí mismos.

En los próximos meses seré parte de dos antologías,una es “Penélope, antología de cuentistas centroamericanas”, y la otra es "Conjuro y concilio. Narrativa fantástica centroamericana". Me emociona ser tomada en cuenta, claro, pero más me alegra que los proyectos hayan podido nacer porque me consta el largo y espinoso camino que han recorrido.

La industria del libro no solo es literatura

Según contaba Diderot, en 1764 de cada diez libros que se publicaban, cinco generaban pérdidas, cuatro recuperaban la inversión y sólo uno era exitoso. Al parecer la situación no ha cambiado mucho que digamos, ni siquiera en los países que tienen una industria grande no digamos en países como Guatemala.

Entonces ¿por qué se siguen publicando libros? Ese es un fenómeno complejo, sobre todo cuando se ven estadísticas que dicen que las personas promedio gastan muy poco dinero en la compra de textos al año.

No han sido pocos los que le han buscado una explicación a cómo trabajan hoy día las editoriales. Por ejemplo, Fernando Esteves en su libro “Manual de supervivencia para editores del Siglo XXI” dice que los libros exitosos, conocidos como best sellers, no pueden fabricarse ni mandarse a hacer. Es más, no siempre tienen las mismas características.

Con eso en mente, se publicanmuchos con la esperanza de encontrar el ‘título salvador’”. Así por vitrinas, anaqueles y presentaciones desfilan libro tras libro por poco  tiempo. Como es obvio, todos ellos elegidos según su potencial para ser vendidos. En su mayoría, como dicta el mercadeo, responden a los intereses específicos de los consumidores.

Por esa razón prácticamente hay libros sobre cualquier tema, lo que se les ocurra. Ante este panorama, vemos que la literatura es parte importante pero no es lo que “mueve” las ventas. El motor son otros textos que llegan a ser tendencia, esos que compran hasta los que no suelen leer. Es un mercado de “novedades”.

Pero, claro, lo que le da peso y “prestigio” al oficio de editar, son las grandes obras literarias. Esas que no venden cientos de miles, pero de las que los conocedores hablan porque han ganado premios y buenas críticas.

Como cualquier otra industria o negocio, se hacen actividades para impulsar las ventas. En este caso, las Ferias del Libro buscan atraer a los clientes, lectores empedernidos que sí quieren gastar, para ofrecerle las novedades y ofertas.

Allí se exponen verdaderas joyas entre otras que son más bien lentejuelas y luces de neón. Cada quien busca lo que necesita, y así todos felices se reúnen a celebrar que leen, cada quien su tema.

Las películas sobre escritores ¿inspiran?

Existen muchas películas sobre el oficio de escribir, principalmente historias reales sobre quienes se ha dedicado a esto a lo largo de la historia. Hay de toda clase, desde cintas que son muy buenas y ganadoras de premios, hasta otras que han quedado en el olvido.

La mayoría de los films reflejan la azarosa vida de artistas solitarios y, muchas veces, pobres. Sin importar la época que les haya tocado vivir y a pesar de lo importante que ha sido la literatura para nuestras sociedades, al parecer no han sido valorados en su momento y el camino a recorrer nunca ha sido fácil, sobre todo al inicio.

Y si se trata de escritores ya consagrados, estas películas suelen reflejar momentos de crisis por vidas excesivas, problemas con la ley, problemas existenciales y problemas de bloqueos creativos.

No, no son películas que reflejen la dichosa vida del que escribe. Aunque seguro hay escritores felices y con vidas sin contratiempos, quizá sus historias no serían las más apropiadas para hacer una película, no habría drama ni tensión.

Así tenemos las cintas como Antes que anochezca sobre Reinaldo Arenas, Wilde sobre Oscar Wilde, Total eclipse sobre Rimbaud y Verlain, La escafandra y la mariposa sobre Jean-Dominique Bauby, Raven sobre Edgar Allan Poe, The invisible woman sobre Charles Dickens, Heny and June sobre Anais Ninn y Heny Miller, Howl sobre el poema de Allen Ginsberg, Capote e Infamous sobre Truman Capote, y la lista podría seguir y seguir.

Muchos son los que acuden a películas y libros sobre escritores como para inspirarse, como para adentrarse en el universo literario. Yo no estoy tan segura que esto ayude, en mi caso me dejan con más dudas que respuestas, y con más inquietudes.

Aunque hay pocas películas sobre escritoras, como suele pasar en todos los campos, hay dos que me han llevado a las lágrimas y a alborotarme los nervios. Las horas, donde se habla de los últimos días de Virginio Woolf, y Silvia sobre la vida de Silvia Plath, me han hecho enfrentarme al lado más oscuro de tener sensibilidad artística, ese que hace vivir todo al extremo.

“Alguien debe morir para que el resto pueda seguir viviendo”, dice Woolf en una escena. Verla hundirse en el agua me hizo hundirme también en mis propias angustias. Amé la película, pero no la volvería a ver.

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