martes, 26 de junio de 2007
You talk too much
¿Conocen ustedes a alguien que habla como poseído y sin respirar? ¿acaso no es insoportable? Todos hemos vomitado las palabras descontroladamente más de alguna vez, pero hay personas que lo hacen siempre.
Debo reconocer que cuando estoy obsesionada con algo, hablo compulsivamente sobre el mismo tema. Mea culpa. Además, como todas las personas del mundo, he creído más de alguna vez que mis problemas son los peores, mis alegrías las mejores y mis placeres los más intensos. Sin embargo, me he vuelto un poco reacia a andar contando mis secretitos, por aquello de los chismosos.
La mayoría de mis amigos son personas interesantes, a las cuales es un gusto escuchar, además se dan cuenta cuando necesito hablar y son considerados. Mi novio es un conversador consumado, puedo hablar con él por horas (literalmente, lo juro).
Sin embargo, hay un par de personas por ahí con las cuales me gustaría hacer amistad, sin tan solo se quedaran callados por un segundo. ¿Cómo funcionará su mente? ¿realmente creen que me interesa saber qué hicieron desde que abrieron los ojos en la mañana hasta que llegaron al teatro, en la noche? ¿no se dan cuenta que sus enredadas historias desafían hasta al más paciente?
Es simple cortesía, como cuando va uno a buscar a alguien, si te dicen que está ocupado, esperas o vuelves cuando esté disponible. En cambio, estas personas les dices aló en medio de una importante reunión y ellos así nomás sueltan la historia de cómo su mascota se enfermó, lo remedios caseros que le dieron sin resultado, la larga travesía hacia el veterinario bajo los cántaros de agua, lo cual le trae al recuerdo a su primera mascota y sus siguientes 23….
Tal vez estas personas no se dan cuenta de este pequeño defecto. Tal vez alguien debería decírselos, porque al fin de cuentas, todos tenemos defectos pero algunos no son evidentes (yo me como las uñas cuando estoy sola).
Es igual que el mal aliento, nadie se atreve a decirle a uno que la boca le apesta. Recuerdo que leí en alguna parte que existen compañías (o gente ociosa) que se encarga de decirle al susodicho que mejore su higiene bucal, y además le da consejos de cómo hacerlo. El señalado apestosito nunca se entera de donde viene el “consejo”, pero se siente aliviado de que alguien se lo haya dicho anónimamente.
Me dan ganas de iniciar algo parecido con los que hablan demasiado. Deberían recibir una tarjeta que afuera diría algo como ERES UNA PERSONA MARAVILLOSA PORQUE… (AQUÍ SUS CUALIDADES), con un lindo dibujo. Luego a dentro, sin más, diría ¡pero HABLAS DEMASIADO! La tarjeta iría acompañada por un manual del perfecto conversador, un par de periódicos y revistas para que se entere que el mundo no gira a su alrededor, el Manual de Comunicación Lingüística de Albizúrez Palma para que vea la ciencia tras la plática y una grabadora digital para que si flaquea, pueda hablar a borbotones y luego escucharse…
Conversar es como bailar. No hay como una pareja bien coordinada que se preocupa por su acompañante, que disfruta sus movimientos tanto como los del otro. Cuando hay pisotones y caídas, ó peor, uno de los dos baila como si estuviera solo, no hay diversión, ni nada
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