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Hace más de dos años que no escribo algo
personal en este blog.
Razones hay muchas, la primera (oh
sorpresa) son las redes sociales. Muchos teóricos como Jaron Lanier, que
irónicamente es un pionero de internet y de la realidad virtual, han desatado
las alertas contra este nuevo modo de ver el mundo: a través de fotos trucadas,
estados de ánimo falsos, opiniones de gente que no sabe de lo que habla y gente
que odia a diestra y siniestra.
Lanier considera que los beneficios que
traen estas redes no compensan los inconvenientes. Y en su libro, Ten Arguments For Deleting Your Social Media
Accounts, enumeran los contra de vivir por medio de las redes.
En su opinión, el totalitarismo digital
es la nueva amenaza para el orden social, como lo fueron el fascismo y el
comunismo anteriormente (lo sé, suena dramático). Lejos de alinearse en el
bando de los tecnófobos, Lanier lanzó el manifiesto You're
not a gadget pidiendo la reinvención de Internet y sus aplicaciones,
pensando en el individuo más que en las máquinas, en la utilidad más que en la
rentabilidad, en el progreso más que en el resultado inmediato.
Antes le dábamos nuestra opinión a quien
le interesaba, la mayoría de veces de cara a cara. Solo unos pocos tenían la
oportunidad de “publicar” sus ideas en algún medio de comunicación o libro.
Como eran espacios reducidos, se consideraba que quienes los usaban eran
“expertos”, ya sea por formación o por experiencia, por lo que sus lectores
podían confiar que leían a alguien confiable.
Esto tenía la desventaja que el ciudadano
común, de a pie, no tenía oportunidad de dar a conocer su punto de visa.
Pero luego todo cambió, hace una década la
democratización de la expresión llegó cuando todos pudimos, primero en blogs y
luego en redes sociales, decir literalmente lo que nos da la gana. Claro, con
el riesgo ineludible de recibir mucho odio a cambio (y un poquitito de amor). Y
a sí empezó al pelea campal que vemos hoy día y que nos llevado a muchos a
callar.
Uno se sentía especial por poder publicar
algunas ideas en columnas de opinión (o blogs), luego, a nadie le importó. El
mundo cambia y uno se debe acomodar a los nuevos tiempos. A lo que no se debe
uno acostumbrar es a las noticias falsas, a los ataques sin fundamento, a la
discriminación disfrazada de crítica, al odio desmedido.
Además me quedaba como perpleja pues
muchas veces al leer a alguien escribiendo sobre cualquier cosa, me preguntaba
¿a quién le importa? Pero luego, me ponía en el lugar del susodicho y pensaba
otra vez, ¿será que alguien quiere saber lo que yo pienso? Me apabullaba el
hecho que la mayoría lo que hace es criticar y trolear solo porque pueden.
Así uno se hace de haters que te leen casi religiosamente, solo para sacar información
y usarla para hacer daño. Gente con el corazón podrido, quizá de tanto dolor,
que buscan en lo que escribes tus partes vulnerables para burlarse ó
malinformar.
Algo que también me orilló a silenciar
mis opiniones fue la profesión de periodismo. Luego de 16 años me acostumbré
más a registrar, a investigar, a presentar los hechos y perspectivas relevantes
sobre un hecho. Comprendí que en la mayoría de los temas aunque tengo una
opinión no tengo la formación necesaria. No entendía cómo otros pretenden
explicarnos el mundo con tanta prepotencia, verlos me desanimaba mucho más.
De esa manera y en plena era digital,
cuando es más fácil que nunca compartir tu vida y tus ideas, yo dejé de
hacerlo. De ser un libro abierto, sobre todo desde este blog, pasé a ser una
ermitaña, por primera vez me guardé mis más íntimos pensamientos para mi y mi
círculo cercano.
Otra razón de peso fue que, aquí viene la
confesión de este post para seguir con la tradición de antes, atravesé por la
crisis de la edad madura. O mejor dicho, ella me atravesó y casi me mata. En el
ínterin, escribí dos libros y viví intensamente.
Pero, claro, eso queda para contarlo en
un nuevo texto.
Por el momento solo estoy aquí para decir
“he vuelto” y recargada porque necesito escribir esta especie de desahogo que
hago aquí. Tengo que aceptar que tengo muy buenos lectores que me comprenden y tienen aprecio, así que por un par de personas que hacen mal uso de mis palabras no voy a dejar de expresarme. He aprendido a ignorar y sobrellevar a los haters, así que aquí les voy…
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