(Texto escrito en octubre 2018 pero publicado el 30 de septiembre 2019 durante el luto por el Príncipe de la Canción).
lunes, 30 de septiembre de 2019
De cómo reencontré al príncipe
(Texto escrito en octubre 2018 pero publicado el 30 de septiembre 2019 durante el luto por el Príncipe de la Canción).
miércoles, 11 de septiembre de 2019
Respirar con la cabeza bajo el agua
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Hay personas que no se dan cuenta lo atractivas que son para otros, son bellos despistados. Tú eres uno de ellos, mi hermoso novio.
La primera vez que te hablé cuando no había cumplido todavía los 16 años, en realidad yo no había hablado con muchas personas que digamos. Mi mundo en 1988 era el colegio y mi casa. Fui una niña introspectiva y reservada, hasta un poco triste.
Aún así esa niña de chongos y calcetas, luego de verte cantar, hizo la mayor travesura que había hecho hasta entonces. Un grupo de patojitas colegiales no descansamos hasta dar con el lugar donde tu grupo, el más famoso por entonces, ensayaba.
No tienes idea, no puedes imaginar, el gran esfuerzo que significó para mi armarme de valor y, luego de muchos intentos fallidos, hablarte a la cara. Verte de frente y tratar de articular palabra fue lo más valiente que había hecho hasta entonces.
Fue como lanzarse al agua sin equipo de buceo y sin saber nadar siquiera, hundirse y encontrarse de pronto sin poder respirar. No se oye igual, las cosas se ven borrosas y todo parece más lento y pastoso.
No puedo imaginar qué pensaste tú, era una más de las que llegaba a buscarte, supongo. Ahora veo lo amable que eres con todos los fans, siempre con tiempo y una sonrisa para escucharlos. Así fuiste conmigo en 1988. Pero ¿qué podíamos hablar tú y yo en ese entonces? Apenas balbuceé un par de tonterías de las que tú te reíste con ternura, firmaste lo que te pedí y me hiciste un par de preguntas. Para ti, un día más en la vida del rockstar, para mi, el día más fantástico de mi corta existencia.
Traigo este primer encuentro para ir ahora al que tuvimos el 11 de septiembre de 2004, en Aguacatán. Diez y seis años después, luego de haber vivido intensamente tantas cosas, con más de 30 años de edad y una vida de mujer emancipada de la que estaba muy orgullosa, emprendí el largo viaje a ese lejano lugar de Huehuetenango sin haber dormido bien, muerta del susto y los nervios por hablarte. Volví a ser una adolescente.
Y allí empezó una etapa muy curiosa, otra vez, como bajo el agua: literalmente no podía respirar frente a ti. No sabía qué cara poner, cómo hablar, como moverme, qué decir para que te fijaras en mi. Esto me hacía sudar como desquiciada, durante meses, que duró esta etapa, creo que me deshidraté y tuve arritmia cardíaca.
Ese sábado en Aguacatán, cuando finalmente llegué junto a otros periodistas, saliste y hasta en ese momento salió el sol para mi. Tenías verdes y bellas montañas como marco, vestías de tela cruda casi blanca, tenías puesto caites que dejaban ver tus blancos pies. Extendiste la mano, sonreíste con mucha paz y me diste la bienvenida. ¿Yo? Paralizada, hiperventilada, con la mente en blanco. Bajo el agua.
Meses enteros así, sin creer que estaba contigo, con miedo a que en cualquier momento te desilusionaras o te aburrieras. ¿Qué cara pone uno para verse más bonita? ¿qué postura se asume? ¿cuáles eran las palabras mágicas para que entendieras que moría de amor por ti desde hacía años?
Pero afortunadamente tú me fuiste calmando hasta que fue más fácil estar cerca de ti. Me sacaste del error de pensar que el amor es gustar solo por fuera, quisiste conocer lo que tengo adentro y ¡te gustó! Y a mi me encantó lo que fui descubriendo en ti. Tu belleza se equipara con tu interior, un equilibrio perfecto. Por alguna razón tú amaste mi locura, mis ideas, mis dolores, mis alegrías, mis éxtasis.
Así han pasado 15 años, te veo llegar y todavía me agito, me preparo para tirarme al agua donde ya me muevo con más propiedad. Tengo que confesar que aun hoy a veces no puedo creer que estés conmigo, mi príncipe rockero soñado.
Y al parecer, otros también se lo preguntan.
Hace un par de años había una plaza que me interesaba mucho. Un trabajo que tenía que ver con el arte y la cultura. Me llamaron para una entrevista y yo me emocioné. Llegué puntual y dispuesta a explicar por qué era la persona indicada para el puesto.
Sí hablamos de mi curriculum y la oportunidad laboral, pero solo unos minutos. Rápidamente el director de esa institución me preguntó por ti. No es raro, la gente te adora y siempre quieren hablar de ti. Pero esa vez fue diferente.
El funcionario serio y formal de pronto se volvió un individuo curioso y chismoso. Literalmente me preguntó cómo había hecho para “atraparte”, siendo tú un hombre tan codiciado y cotizado.
Me quedé sin habla, para eso no me había preparado. Mientras él esperaba mi respuesta, por mi mente desfilaron miles de cosas, pero nada en concreto.
Sonreí y le dije que ni yo lo sabía.
Pero en realidad no te "atrapé", mi hermoso. Cuando te volví a encontrar pude ver en tus ojos lo que necesitabas. Como dice la primera canción que me hiciste (aquí el hermoso video), ni tú sabías que no había calor en tu pecho, pero yo te incendié por fuera y por dentro. Te di una nueva ilusión, un nuevo proyecto de vida junto a una compañera, una igual.
Hoy cuando vengas por mi y vea tu sonrisa emerger de entre la multitud, me pondré mi gorrito de nado y mis googles, me tiraré una vez más al agua e iremos a celebrar mientras yo apenas puedo respirar de la emoción.
Feliz aniversario, bonito.
lunes, 9 de septiembre de 2019
Vuelvo a escribir en este blog
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Hace más de dos años que no escribo algo
personal en este blog.
Razones hay muchas, la primera (oh
sorpresa) son las redes sociales. Muchos teóricos como Jaron Lanier, que
irónicamente es un pionero de internet y de la realidad virtual, han desatado
las alertas contra este nuevo modo de ver el mundo: a través de fotos trucadas,
estados de ánimo falsos, opiniones de gente que no sabe de lo que habla y gente
que odia a diestra y siniestra.
Lanier considera que los beneficios que
traen estas redes no compensan los inconvenientes. Y en su libro, Ten Arguments For Deleting Your Social Media
Accounts, enumeran los contra de vivir por medio de las redes.
En su opinión, el totalitarismo digital
es la nueva amenaza para el orden social, como lo fueron el fascismo y el
comunismo anteriormente (lo sé, suena dramático). Lejos de alinearse en el
bando de los tecnófobos, Lanier lanzó el manifiesto You're
not a gadget pidiendo la reinvención de Internet y sus aplicaciones,
pensando en el individuo más que en las máquinas, en la utilidad más que en la
rentabilidad, en el progreso más que en el resultado inmediato.
Antes le dábamos nuestra opinión a quien
le interesaba, la mayoría de veces de cara a cara. Solo unos pocos tenían la
oportunidad de “publicar” sus ideas en algún medio de comunicación o libro.
Como eran espacios reducidos, se consideraba que quienes los usaban eran
“expertos”, ya sea por formación o por experiencia, por lo que sus lectores
podían confiar que leían a alguien confiable.
Esto tenía la desventaja que el ciudadano
común, de a pie, no tenía oportunidad de dar a conocer su punto de visa.
Pero luego todo cambió, hace una década la
democratización de la expresión llegó cuando todos pudimos, primero en blogs y
luego en redes sociales, decir literalmente lo que nos da la gana. Claro, con
el riesgo ineludible de recibir mucho odio a cambio (y un poquitito de amor). Y
a sí empezó al pelea campal que vemos hoy día y que nos llevado a muchos a
callar.
Uno se sentía especial por poder publicar
algunas ideas en columnas de opinión (o blogs), luego, a nadie le importó. El
mundo cambia y uno se debe acomodar a los nuevos tiempos. A lo que no se debe
uno acostumbrar es a las noticias falsas, a los ataques sin fundamento, a la
discriminación disfrazada de crítica, al odio desmedido.
Además me quedaba como perpleja pues
muchas veces al leer a alguien escribiendo sobre cualquier cosa, me preguntaba
¿a quién le importa? Pero luego, me ponía en el lugar del susodicho y pensaba
otra vez, ¿será que alguien quiere saber lo que yo pienso? Me apabullaba el
hecho que la mayoría lo que hace es criticar y trolear solo porque pueden.
Así uno se hace de haters que te leen casi religiosamente, solo para sacar información
y usarla para hacer daño. Gente con el corazón podrido, quizá de tanto dolor,
que buscan en lo que escribes tus partes vulnerables para burlarse ó
malinformar.
Algo que también me orilló a silenciar
mis opiniones fue la profesión de periodismo. Luego de 16 años me acostumbré
más a registrar, a investigar, a presentar los hechos y perspectivas relevantes
sobre un hecho. Comprendí que en la mayoría de los temas aunque tengo una
opinión no tengo la formación necesaria. No entendía cómo otros pretenden
explicarnos el mundo con tanta prepotencia, verlos me desanimaba mucho más.
De esa manera y en plena era digital,
cuando es más fácil que nunca compartir tu vida y tus ideas, yo dejé de
hacerlo. De ser un libro abierto, sobre todo desde este blog, pasé a ser una
ermitaña, por primera vez me guardé mis más íntimos pensamientos para mi y mi
círculo cercano.
Otra razón de peso fue que, aquí viene la
confesión de este post para seguir con la tradición de antes, atravesé por la
crisis de la edad madura. O mejor dicho, ella me atravesó y casi me mata. En el
ínterin, escribí dos libros y viví intensamente.
Pero, claro, eso queda para contarlo en
un nuevo texto.
Por el momento solo estoy aquí para decir
“he vuelto” y recargada porque necesito escribir esta especie de desahogo que
hago aquí. Tengo que aceptar que tengo muy buenos lectores que me comprenden y tienen aprecio, así que por un par de personas que hacen mal uso de mis palabras no voy a dejar de expresarme. He aprendido a ignorar y sobrellevar a los haters, así que aquí les voy…
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