
Hoy leí que van a hacer una película basada en Brave new World de Huxley y tuve emociones encontradas. El libro me impresionó de tal manera que recuerdo exactamente donde estaba cuando lo terminé de leer. Cuando la facultad de Medicina de la USAC estaba todavía en el campus de la zona 12, quedaba desierta después de las 4 de la tarde. Sus pasillos eran ideales para sentarse a leer en silencio en bancas de madera viejas y bellísimas. Ahí estaba sentadita cuando cerré el libro maravillada.
Hay algo único en la relación entre la literatura y el lector. Una comunicación íntima de uno a uno. Abres el libro y abres la mente creadora de algún genial ser humano.
No todas las adaptaciones de los libros a las películas son malas (Trainspotting por ejemplo), incluso hay un par que los superan (ejemplo es The Godfather). Pero ambas formas de narrar son totalmente diferentes. Sabato (oh sí, mi venerado Sabato), decía que entre una novela y una película existe la diferencia que hay entre un avión y un submarino. El avión ofrece bellas imágenes panorámicas, en un momento nos muestra todo el paisaje. En cambio, el submarino va a las profundidades que son oscuras pero no menos fascinantes. Hecho para ir despacio, el submarino va echando luz sobre lugares quizá inexplorados. Según el escritor, un novelista que quiere comparar su obra on la narrativa del cine es como ver a ese submarino queriendo salir a la superficie y dar pequeños saltos fuera del agua. O sea, patético. El pensador argentino incluso llega a afirmar que muchos escriben libros ya con la idea de que se vuelven películas, solo con la ambición de obtener más dinero que con la poco lucrativa literatura.
Estas palabras me confundieron la primera vez que las leí. Mucho de lo que escribo es una película en mi cabeza. Pero también entiendo que algunas cosas (esos benditos monólogos interiores) no veo cómo podrían representarse. Son dos artes diferentes. El cine, arte relativamente joven, es ágil y puede con una imagen, como dice el cliché, decir mil palabras. En cambio, la literatura, arte tan viejo como el mismo hombre, nos permite meternos en el personaje y saber qué piensa, qué dice, que le pasó antes y que puede pasarle después.
En suma: cada forma de arte, cine y novela, tiene sus propias razones de ser y responde a sus propias características.
Cuando leí La virgen de los sicarios, de Vallejo, como muchos tuve una relación de odio amor con el libro. Bello y a la vez, horrendo, como la realidad misma. Una oda la muerte, un dulce canto de destrucción. Mis respetos.
Luego, conseguí la película. No soporté ni 5 minutos. De un golpe (de mala actuación y estética de telenovela) me mató el cuadro. No quise seguirla viendo, no quería cambiar mi opinión acerca del genial texto del colombiano.
Solo un exquisito puede hacer una película exquisita, mejor si basándose en un exquisito texto. Pero en la industria del cine lo que abundan son los productores ambiciosos que con tal de que le guste a la mayor cantidad de gente posible, hacen películas uniformadas y predecibles.
Lo mejor, creo, es leerse los libros y luego ver la película. Bien hechas, cada uno puede ser un acercamiento diferente a la misma historia.
En mi particular forma de pensar, al masificar cualquier cosa se va vulgarizando, trivializando. En lugar de ser un personal ejercicio intelectual, se vuelve un producto más del mercado.
Para mi sería triste si una persona que tiene como película favorita 50 First dates, por ejemplo, vea Brave new World y se dé el lujo de despreciarla, o peor, creer que así se acerca a los textos de Huxley.