
Me había resistido a escribir sobre EPA y la toma de la USAC, no quería caer en el error de los que hablan a la ligera sobre un tema complejo que les es ajeno. Pero no me resisto más.
Me importa mucho lo que le sucede a la USAC, además de educarme en todo sentido, me dio de comer por 10 años cuando fui parte de su personal administrativo. Era, espero que siga siendo, un excelente patrono, como los que ya no se encuentran ni en otras instituciones educativas. (Además de la jornada corta –de lunes a viernes de 7:30 a 15:00- y el mes y medio de vacaciones, estudiar fue más fácil pues por supuesto que las condiciones eran las mejores).
Eso que se llama vida universitaria es mucho más que ir a clases y ganar cursos para graduarse lo más pronto posible. Yo sé yo sé, padres y maestros es lo que quieren: se va a la universidad a estudiar, punto. Pero todo lo extra curricular es valioso también. Cuando salimos del colegio sin mayor experiencia en la vida, sabemos mucha teoría acerca de vivir pero no lo hemos hecho. Es por eso que estoy en contra de que las universidades sean una extensión del colegio, pero muchos difieren conmigo, sobre todo los patrocinadores de esos años de estudio. Eso lo comprendo.
Dentro de esas valiosas clases donde no se ganan puntos, está la experiencia de hacer política en el mejor sentido de la palabra. Elegir y ser electos para puestos que deben beneficiar a todos deja muchas enseñanzas que se trasladan a la vida adulta posterior.
Un amigo gringo quería conocer la USAC por su legendaria fama de rojilla y revolucionaria, pero se quedó con la boca abierta al presenciar sus elecciones. Los más extremistas, me dijo, eligiendo a sus autoridades y representantes de la manera más democrática que había visto. Yo le dije, no te creas todo lo que dicen de la USAC.
Nuestra universidad estatal es un país pequeño, es una réplica hecha a escala de Guatemala. No esperemos que sea una comunidad diferente a la que pertenecemos. Ha pasado por tantas etapas, como nuestra propia historia. Cada sancarlista vio un alma máter diferente según la década que le tocó vivir.
En la mía había estudiantes que se interesaban no solamente en su propio bienestar, sino que eran solidarios no solamente con sus compañeros sino con el pueblo en general. Éramos otra generación, no cabe duda. En esos tiempos, no había un solo EPA, había muchos, en cada Facultad. Por eso las cosas no se hacían de un plumazo, se escuchaba antes a los estudiantes y se llegaban a acuerdos.
Ahora me cuentan que la cosa está muy diferente. Ante la indiferencia de los estudiantes promedios, que son la razón de ser de toda la institución, los puestos de decisión los han ocupado personas no muy honorables. Sino vean la AEU de ahora, con los Gatos en la dirigencia dándole todo el apoyo al rector. Esos “estudiantes” (yo calculo que llevan unos 18 años en la USAC) no representan a nadie más que así mismos. Empezaron con el negocio de las fotocopias y ahora se están adueñando de muchas otras cosas. Pero no quiero ahondar en eso.
EPA es como un vestigio de lo que un día fue, como ese tizoncito que se resiste a apagarse pero que puede prender cualquier mecha. Yo sé, sus métodos y discursos parecerán trasnochados y extremistas para muchos, pero es gente que quiere hacer algo por su universidad. No quiero decir que tienen toda la razón, pero son los únicos que vieron algo que no convenía a la mayoría y decidieron actuar. Eso requiere valor.
La Universidad de San Carlos no debe estar en manos de políticos partidistas y profesores prepotentes, no se deben perder los espacios que a tantas generaciones de valientes estudiantes les costó ganar. El embrollo legal es complejo, lo sé, y muchos se sienten afectados en sus intereses, también lo sé.
Pero es el precio que se paga por pasar por las aulas con total indiferencia acerca del futuro de la USAC, pensando solamente en ese cartoncito que adorna oficinas y consultorios y no en la universidad que estamos heredando.
Tratando de ser optimista, me doy cuenta que si algo ha logrado este movimiento es que el tema se ponga en el candelero. Que se hable acerca del asunto, aunque los medios de comunicación hayan criminalizado de entradita a los inconformes, poniendo como los buenos de la película a los que se mueren por recibir sus clases.
Es interesante que ahora muchos estudiantes que ni siquiera sabían qué es una junta directiva y quiénes la conforman, ahora se han dado a la tarea de tratar de entender el asunto. Eso ya es una ganancia.
No sé cómo va a terminar el problema, yo espero que pacíficamente y con soluciones positivas para todos. Nuestra querida alma Mater se lo merece.