
Esas campañas de “cambiemos actitudes para mejorar el país” no me gustan. Los cambios verdaderos y a largo plazo son mucho más complejos. Para heredar un mejor país hay que hacer cambios estructurales, es obvio. Pero eso requiere más que una campaña de mupis y correos electrónicos.
La puntualidad, limpieza, orden, cortesía y excelencia en el trabajo (que parecen cosas tan elementales) son cosas deseables, sobre todo para los empleadores y autoridades, pues tendrán una población mucho más productiva y obediente. Es como plantar flores y hacer pasos a desnivel, pura apariencia.
Yo preferiría una campaña para que leamos más, para que tengamos una opinión propia, para que exijamos nuestros derechos, que no nos dejemos engañar cada 4 años. Una campaña para dejar el miedo y el servilismo de lado, para no dejar las decisiones importantes en manos de otros.
Si el guatemalteco es impuntual, sucio, desordenado, descortés y no rinde en el trabajo (no da “la milla extra” como dicen los preppies de esta campaña), es porque está desnutrido, extorsionado, vapuleado, asaltado, mal educado y mal informado. Es tratado como ganado en el transporte público, le pagan un sueldo de hambre, las autoridades que eligió le roban el dinero para la salud y la seguridad. Lo último que tiene en su mente es quedar bien y verse bonito.
!Revolución!
You have to figth for your right to party
La vida nocturna es parte de toda cultura. No es algo negativo, es algo que simplemente ocurre en todas las urbes. En muchas de ellas se puede salir a beber, comer, bailar o simplemente platicar todas las noches incluso hasta que sale el sol.
Pero aquí… somos un país conservador a todo nivel. Salir de noche es mal visto por muchos, que sueñan con un país que se acueste y se levante temprano, que vaya como borrego a la iglesia y al trabajo.
Me pregunto por qué relacionan la noche y la fiesta con el crimen y la violencia. Creo que con más diversión, esparcimiento, recreación, seríamos un país más relajado.
Es que hay gente noctámbula, gente a la que la noche los embruja, que funciona mejor luego de las horas hábiles. Así se cultivan amistades, se comparten ideas, se planean proyectos, se conciben obras de arte.
A los extranjeros les cuesta acostumbrarse a esta característica nuestra. Con el tiempo aprenden que hay que salir temprano o hacer las fiestas en casa. Todos, toditos, los extranjeros que he conocido a lo largo de mi vida han sido personas muy educadas, no vienen con la idea de darse en la madre, sino a conocer nuestra cultura. Si eso quisieran, se irían a ciudades más proclives a eso.
En nuestra desafortunada situación actual, en lugar de que la cosa mejore (y quiten la ley seca) la han emprendido contra los trasnochadores, tanto locales como extranjeros, en La Antigua y en San Pedro la Laguna que, después de todo, tampoco eran la gran cosa. Quieren hacer creer que por culpa de los parranderos había venta de drogas en cada esquina, que era una Sodoma y Gomorra. Nada que ver. Comparar un pequeño pueblo con Ámsterdam es una exageración, ya quisieran. La acciones ahuyentarán a los visitantes y afectarán a la economía. Todo sea por la voluntad de dios y las buenas costumbres.
A este paso, Guatemala será considerada un destino para ancianos, jubilados y religiosos (y mojigatos).
Un respiro es viajar
Cuando un guatemalteco va a un país más civilizado, le sorprenden muchas cosas. Por ejemplo, que la gente no solo pueda caminar por las calles, sino que disfruten hacerlo. Deambular por Barcelona para mí fue increíble, ver familias enteras por las calles disfrutando de un día martes soleado. Mientras yo abría la bocota, casi me atropella una niña que venía a toda velocidad por la ciclovía. Para ellos ha de ser lo más normal, son dueños de sus calles, plazas, jardines, que usan para convivir. Qué envidia. En lugar de encerrarse en condominios con garitas, tienen una vida más allá de su casa y el centro comercial.
En Bruselas me asombró cómo los conductores, tan pálidos y serios, detenían sus carros cuando veían a un peatón en la esquina, aunque tuvieran verde en el semáforo. Causé gracia por andar cuidando mi mac como si me la fueran a robar, mientras los demás sacaban sus laptops en el tren que nos llevó a Brujas sin ninguna pena para aprovechar el tiempo.
Y no es cuestión solamente de Europa. En la primera noche en Cuba nos enfrentamos a los cortes de luz por economía. Fue todo un reto caminar por una calle oscura por la noche, yo miraba para todos lados y casi corría para llegar más rápido. En cambio, los lugareños disfrutaban la noche caribeña con tranquilidad y sin temor.
Por eso viajar constituye también un descanso de las restricciones en las que vivimos, del miedo, de la desconfianza y, por qué no decirlo, de la ley seca. Países como Colombia y República Dominicana me enseñaron que no hay mal día y tampoco mala hora para la fiesta. Si tu vuelo sale muy temprano en la mañana y tienes que levantarte digamos a las 3 de la mañana para llegar a tiempo al aeropuerto, mejor no te acuestas y pasas toda la noche en la rumba. Malaya...