
En julio 2003 era una secretaria que había publicado un libro y odiaba su trabajo. Un mes después, pude empezar a vivir de escribir, en Siglo Veintiuno. Una maravillosa etapa así estaba empezando, que duró 4 años, 8 meses y 18 días, que resultó en la persona que soy hoy.
Luego de haberme acomodado y vivido relajadamente en mi hábitat, hoy estoy trabajando para la competencia, Prensa Libre. Este es mi escritorio y soy la nueva. Empezar siempre es difícil, más para mí, animal de costumbres.
En S21 era una chava treintona que tenía un hijo, conocida por sus escritos, sus parrandas, sus dramas. Escribía sobre cultura, tenía una columna en la sección editorial, trabajaba a mi manera.
Aquí sólo soy la señora nueva que sale corriendo a las 5 de la tarde culpable porque no ha visto a su hijo en todo el día. La que no sabe usar bien la PC por haber usado MAC por largos años.
Por la ventana casi se ve mi casa, junto a S21, pero las iglesias y edificios solo me dejan adivinar qué está pasando por allá.
Quisiera no dejar de ser yo, no ser absorbida por la masa de adultos eficientes obsesionados con pagar las deudas y cumplir con las obligaciones a cabalidad.
Por el momento, me estoy adaptando poco a poco a pertenecer a una gran organización, donde quizá se perderán mis palabras entre el mar de páginas diarias. Lo bueno, a parte de las mejoras salariales, es que las lecturas y mi escritura serán el refugio perfecto.
Lo curioso, para mí, es que en estos pocos días ha empezado a aflorar parte mi personalidad que hacía rato no se mostraba. Una de mis otras personalidades. La calladita e introvertida, que se distrae fácilmente y se va a mundos imaginarios...
Pero, basta, debo volver a la tierra, al piso 7. Debo escribir un artículo sobre las ventajas de comer frutas.
¿Habré hecho lo correcto?