martes, 28 de septiembre de 2010

Sobre EPA y la USAC


Me había resistido a escribir sobre EPA y la toma de la USAC, no quería caer en el error de los que hablan a la ligera sobre un tema complejo que les es ajeno. Pero no me resisto más.

Me importa mucho lo que le sucede a la USAC, además de educarme en todo sentido, me dio de comer por 10 años cuando fui parte de su personal administrativo. Era, espero que siga siendo, un excelente patrono, como los que ya no se encuentran ni en otras instituciones educativas. (Además de la jornada corta –de lunes a viernes de 7:30 a 15:00- y el mes y medio de vacaciones, estudiar fue más fácil pues por supuesto que las condiciones eran las mejores).

Eso que se llama vida universitaria es mucho más que ir a clases y ganar cursos para graduarse lo más pronto posible. Yo sé yo sé, padres y maestros es lo que quieren: se va a la universidad a estudiar, punto. Pero todo lo extra curricular es valioso también. Cuando salimos del colegio sin mayor experiencia en la vida, sabemos mucha teoría acerca de vivir pero no lo hemos hecho. Es por eso que estoy en contra de que las universidades sean una extensión del colegio, pero muchos difieren conmigo, sobre todo los patrocinadores de esos años de estudio. Eso lo comprendo.

Dentro de esas valiosas clases donde no se ganan puntos, está la experiencia de hacer política en el mejor sentido de la palabra. Elegir y ser electos para puestos que deben beneficiar a todos deja muchas enseñanzas que se trasladan a la vida adulta posterior.

Un amigo gringo quería conocer la USAC por su legendaria fama de rojilla y revolucionaria, pero se quedó con la boca abierta al presenciar sus elecciones. Los más extremistas, me dijo, eligiendo a sus autoridades y representantes de la manera más democrática que había visto. Yo le dije, no te creas todo lo que dicen de la USAC.

Nuestra universidad estatal es un país pequeño, es una réplica hecha a escala de Guatemala. No esperemos que sea una comunidad diferente a la que pertenecemos. Ha pasado por tantas etapas, como nuestra propia historia. Cada sancarlista vio un alma máter diferente según la década que le tocó vivir.

En la mía había estudiantes que se interesaban no solamente en su propio bienestar, sino que eran solidarios no solamente con sus compañeros sino con el pueblo en general. Éramos otra generación, no cabe duda. En esos tiempos, no había un solo EPA, había muchos, en cada Facultad. Por eso las cosas no se hacían de un plumazo, se escuchaba antes a los estudiantes y se llegaban a acuerdos.

Ahora me cuentan que la cosa está muy diferente. Ante la indiferencia de los estudiantes promedios, que son la razón de ser de toda la institución, los puestos de decisión los han ocupado personas no muy honorables. Sino vean la AEU de ahora, con los Gatos en la dirigencia dándole todo el apoyo al rector. Esos “estudiantes” (yo calculo que llevan unos 18 años en la USAC) no representan a nadie más que así mismos. Empezaron con el negocio de las fotocopias y ahora se están adueñando de muchas otras cosas. Pero no quiero ahondar en eso.

EPA es como un vestigio de lo que un día fue, como ese tizoncito que se resiste a apagarse pero que puede prender cualquier mecha. Yo sé, sus métodos y discursos parecerán trasnochados y extremistas para muchos, pero es gente que quiere hacer algo por su universidad. No quiero decir que tienen toda la razón, pero son los únicos que vieron algo que no convenía a la mayoría y decidieron actuar. Eso requiere valor.

La Universidad de San Carlos no debe estar en manos de políticos partidistas y profesores prepotentes, no se deben perder los espacios que a tantas generaciones de valientes estudiantes les costó ganar. El embrollo legal es complejo, lo sé, y muchos se sienten afectados en sus intereses, también lo sé.

Pero es el precio que se paga por pasar por las aulas con total indiferencia acerca del futuro de la USAC, pensando solamente en ese cartoncito que adorna oficinas y consultorios y no en la universidad que estamos heredando.

Tratando de ser optimista, me doy cuenta que si algo ha logrado este movimiento es que el tema se ponga en el candelero. Que se hable acerca del asunto, aunque los medios de comunicación hayan criminalizado de entradita a los inconformes, poniendo como los buenos de la película a los que se mueren por recibir sus clases.

Es interesante que ahora muchos estudiantes que ni siquiera sabían qué es una junta directiva y quiénes la conforman, ahora se han dado a la tarea de tratar de entender el asunto. Eso ya es una ganancia.

No sé cómo va a terminar el problema, yo espero que pacíficamente y con soluciones positivas para todos. Nuestra querida alma Mater se lo merece.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Una triste historia con final feliz y epílogo

(En la foto, el autógrafo que me dio Ranferí en 1988)

Ser adolescente fue duro, pero aprendí mucho. Me tocó una época más polarizada que hoy. Cada quien con su gente, con su clase, en su rollo. Había una forma de ser caquero más agresiva que ahora, eran los burgueses. Muchos de ellos se reunían solamente para humillar, y muchas veces agredir, a los que para ellos eran “choleros”. En medio, quedábamos el resto, sin saber si tomar partido o no. Muchos lo hacían, oh sí, y adoptaban códigos y poses que no eran propios.

En realidad, esta es una historia nada agradable de contar, es más como un desahogo, para sacarlo de mi organismo.

Yo estaba a punto de cumplir 16 años cuando fui al concierto de las Flans, en febrero 1988. Allí vi por primera vez a Ranferí, ya lo he contado, había algo irresistible en él para mí, una ingenua adolescente de flequillo “atizado” y hombreras anchas. Ya conocía su música, sobre todo porque mi hermano la escuchaba a todo volumen.

Después de ese concierto, mis amigas y yo nos olvidamos para siempre de Flans y nos declaramos fans de Alux Nahual. Pero en la pubertad eso no bastaba, ya saben. Uno quiere acercarse, sin sabe muy bien para qué.

Entonces nosotras decidimos salir a buscarlos. Después del colegio, con uniforme y mochilas, buscábamos a dónde podíamos ir a espiarlos. Luego de arduas investigaciones, dimos con su estudio, lugar de ensayo, centro de operaciones en el sótano de un céntrico hotel.

Era un sueño, los habíamos encontrado. Sin embargo, no nos atrevíamos a entrar, estábamos como tontas allí en el parqueo pensando, cuando ellos fueron llegando uno por uno. Si tengo que describirlos de alguna manera, diré que eran serios. Ni destrabados, ni creídos, pero tampoco accesibles. Ya estaban en la cumbre de su éxito, sonaban en todas las radios, salían en la tele y sus conciertos se llenaban a reventar a donde quiera que fueran. Pero ellos llegaban como quien llega al trabajo, sin aspavientos.

Supongo que nos veían allí agazapadas, disimulando la emoción, pero no nos decían nada tampoco. Quizá ya estaban acostumbrados. Vimos que otros músicos también llegaban a ese estudio, solo que éstos eran diferentes, no tan serios y sí más creídos. Eran de otro grupo que estaba surgiendo.

Entonces decidimos, qué vergüenza, mejor hacerles unas tarjetitas y cartitas, más niñas no podíamos ser. Para nosotros era algo importante. Las dejamos bajo la puerta y esperamos que así se enteraran que existíamos.

La próxima vez vimos un cambio, nos saludaron. Aquí me falla un poco la memoria, creo que ellos nos invitaron a entrar, o tal vez nosotras ya nos animamos. La cosa es que entramos, con nuestras calcetas altas y chonguitos. Según Ranferí, nos vieron literalmente como a unas niñas. Sin embargo, yo juraba que estaba enamorada.

Firmaron nuestras libretas y portadas de discos de acetato, nos hicieron unas cuantas preguntas (me preguntaron cuál era mi canción favorita, yo de los nervios me equivoqué y por decir Hombre de maíz dije “Vida”, que es lo que dicen en el coro, se rieron de mí, pero no con mala onda, quizá más con ternura). Mi corazón daba mil vueltas al ver de cerca a Ranferí, quien se portó más bien tímido.

Nuestra visita fue corta, tenían que ensayar. Fueron amables pero nos sacaron, nosotros íbamos con un tesoro en las mochilas, impacientes porque las del colegio se enteraran.

Seguíamos llegando, a veces oíamos el ensayo desde afuera. Alguna vez nos invitaron a oír un par de canciones, que no habían salido todavía, lo cual fue todo un honor. Qué inocencia. Seguimos haciendo tarjetitas y cartas. Lejos estábamos de ser unas verdaderas gruppies.

Los otros músicos que llegaban al estudio estaban al tanto de todo esto. Ellos sí tenían miradas burlonas, pero curiosamente empezaron a hablarnos si los Aluxes no estaban. Parecían de esos que se meten a la música no por amor al arte, sino para sentirse cool y ser populares. Su grupo de rock medio andaba sonando por aquí y allá, era de covers. Sus seguidoras eran de colegios muy exclusivos, rubios y de ojos claros, no parecían de acá, a diferencia de Alux a quienes seguían todo tipo de personas.

Creemos que esos patojos presumidos interceptaron las cartas y las tarjetas. Luego, llamaron a la casa mi amiga H., que había puesto su número en una de sus cartas, haciéndose pasar por Paulo Alvarado. Mi amiga no cabía en su felicidad al escuchar que los Aluxes nos invitaban a salir… sí, cómo no.
Muriendo de la emoción, nos dio las buenas noticias en el colegio. El siguiente sábado tendríamos la cita de nuestras vidas. No me explico cómo me la puede creer, además me pregunto qué pretendía yo con la supuesta cita, mi primera cita.

Cuatro adolescentes ingenuas e ilusionadas llegaron el sábado arregladas a más no poder (cero chongos y calcetas), creo que no pudimos dormir una noche antes, me dolía el estómago de los nervios. ¿A dónde iríamos? ¿qué debía decir para parecer mayor? ¿será que esta vez no me equivocaría con el nombre de las canciones?

Pasaban los minutos, y nada. Llegaron esos otros músicos, nos saludaron supuestamente como si nada, y seguímos esperando, allí en un oscuro y húmedo parqueo.

Cuando al fin llegaron los Aluxes, fue un momento primero emocionante (¡llegaron! ¡no nos dejaron plantadas!), luego desconcertante pues nos saludaron de prisa y entraron a su estudio.

Nos costó asimilar el momento. ¿Qué diablos acababa de pasar? Agarramos nuestras ilusiones y nuestras carteras prestadas a nuestras mamás y nos fuimos a la casa de una de nosotras. Lloramos por horas sin pudor. No comprendíamos, ¿cómo unas personas a las que admirábamos tanto podían hacernos esto?

Para mí era personal, la primera vez que mi corazoncito creía estar enamorado, mi primera ilusión rota de esa cruel manera.

Fue hasta unos días después que una de nosotras, más intuitiva supongo, empezó a sospechar de esos otros atarantados. Entonces caímos en la cuenta, empezamos a imaginar lo que se habrán burlado de nuestras cartas y tarjetas, lo que se habrán reído luego de la llamada y al vernos llegar todas emperifolladas.

De cualquier manera, mandamos otra sentida carta a los aluxes donde les preguntábamos qué había pasado. Aquí otro lapsus, tendría que buscar mi diario de entonces pero ha de estar sepultado en algún recóndito lugar de mi casa. Creo que ahora sí uno de ellos se comunicó con H, esta vez para disculparse y dejar claro que ellos no tuvieron nada que ver.

Ahora que los conozco a todos mucho mejor, me doy cuenta que en realidad no hubieran sido capaces. Al cabo de unas semanas, decidimos perdonarlos y regresamos al estudio. La puerta estaba abierta y en el interior no había nada más que un piano. En la pared había una carta que decía que se habían mudado a la zona 10.
Nos robamos la carta y decidimos dar por concluidas nuestra aventura con rockeros chapines. La vida prosiguió y todo terminó en anécdota. Alux Nahual se convirtió en una leyenda y a esos otros musiquillos nadie los recuerda.

Me volví a encontrar a Ranferí muchos años después, nos enamoramos de verdad (como adultos) y somos muy felices junto a nuestro hijo. Por lo menos para una de nosotras, el sueño se hizo realidad.

Epílogo
Como quien dice nada, 22 años después hoy nos volveremos a ver las caras. Resultó que uno de los susodichos músicos esos trabaja con Alux Nahual hasta la fecha, así que lo he frecuentado unas cuantas veces sin saber quién era y, por supuesto, sin que él supiera quién soy.
Hoy celebrará su cumpleaños y hará un reencuentro con sus compinches, en su casa de La Cañada. Iré con Ranferí y será gracioso volver a ver a toda esa gente junta, ahora como una mujer adulta pero con demasiada memoria.
Escribir esto me ha hecho bien, pero también ha dejado a flor de piel los sentimientos que en su momento provocó el incidente. Quisiera justicia poética para mí y mis amigas. ¿Y si arruinará su fiesta? Mmmmmmm, al mejor estilo de Paquito Méndez, debería dejar salir a su mascota para que lo atropellara un carro, luego aprovechando el drama saquearía su bar llevándome sus mejores botellas…

viernes, 3 de septiembre de 2010

El portal místico


Cada mañana te dejo frente a una gran pared azul que en medio tiene una pequeña puerta que te traga. Parece un gigante devora niños, que van llegando uno por uno. Tú apenas puedes con tu mochila de Lazy Town de rueditas y siempre vas arrastrando tu lonchera. Te dejo al inicio de los tres escalones que te llevan a dentro.

Con una sonrisa nerviosa, me subo a mi carro mientras tú me dices adiós de lejos. Luego te subes a tu vida de niño preescolar, te enfrentas a 4 horas lejos de tus papás, de tu casa, de tus cosas. No vas precisamente feliz, sino inquieto, curioso.

Nunca lloraste para ir al colegio. Yo sí me conmoví la primera vez que te entregué, no tenías ni 3 años. Ese día de octubre, viste un segundo hacia tras y luego entraste seguro. Todavía no ibas al baño pero me pareciste realmente un hombrecito en miniatura enfrentando lo inevitable, el curso de la vida.

A veces creo que soy la peor mamá del mundo. Me imagino que las maestras me tienen por distraída y algo indiferente, que las otras madres me miran sin poder comprender por qué no me quedó más tiempo en el colegio para ver cómo entras, para darle indicaciones a la miss, como ellas. Siempre falto (faltamos) a las actividades por culpa de mi trabajo. Apenas me conocen en el colegio, solo saben que soy la que no mandó las plumas de colores a tiempo para el día de Tecún Uman, la que no logra ponerse al día con la colegiatura, la que no manda regalitos para los otros niños y mamás en ocasiones especiales.

Pero tú, oh sí, tú me amas sin ninguna condición. A pesar de que demasiadas veces llego con cara de pocos amigos y encima me pongo a teclear en la “tototota” (así le dices a mi computadora) mientras tú me explicas con tus divertidas palabras y muchos gestos lo que has jugado, lo que has aprendido. Tú me amas sin importar que a veces te duermas esperándome.

Hace poco estuve segura, cuando al irte a dejar, decidí entrar al colegio para hablar con tu maestra sobre un cartel que hicimos. Tú no lo podías creer, tu carita estaba radiante, con una sonrisa luminosa. Cuando entramos a tu clase, me enseñaste dónde dejas tus cosas y dónde te sientas. Y mientras yo hablaba con la miss, me mirabas orgulloso, como diciéndoles a tus pequeños compañeritos “hey, miren, ¡es mi mami!”.

Nadie me había amado así jamás, a pesar de mis defectos, de mis metidas de pata, siempre, siempre, pero siempre estás feliz de estar conmigo. Tomado de mi mano eres capaz de ir a cualquier lugar sin miedo.

Yo solo espero llenar tus expectativas, hacer un decoroso papel. Gracias a ti, Manu, mi principito, la vida, el mundo, tienen un futuro. A través de tus ojos traviesos todo se ve mejor, nuevo.